CON JUAN CABANAS.....
Un camisa vieja nos habla del arte nuevo
Hay que llevar el arte a las paredes, a los muros
El arte nuevo será nacional, si ha de ser grande
Juan Cabanas –cabeza de fraile, cuerpo de pelotari- pasea sus ojos por ese mar que le enseñó uno de esos colores que él había de llevar a sus cuadros primero y a sus ideas después: el azul.
Yo a su lado, pendiente de su palabra tajante y un poco violenta, escucho este monólogo que él iniciara el otro día en la intimidad de “Gu”, mientras transportaba una imagen al límite cerrado y burgués de un cuadro que mañana estará prisionero en un marco en la intimidad de un cuarto de mujere.
Allí inició esta conversación que hoy en el escenario abierto de la Concha seguimos más libremente.
-Si yo fui también a doctorarme en las aguas negras del Sena, como tú decías el otro día desde el púlpito de Gu –no me avergüenza este comienzo mío de mi época bohemia parisina- fué por rebeldía. Yo llegué allí por rebelde, y comencá a volver porque yo en mí tenía un germen gremial, sindical. Aquella anarquía comenzó a marearme y sucia la boca de sabores falsos, comencé a aclararla en las aguas limpias del Tiber.
Juan Cabanas me va contando su conversión en aquellos días romanos en que Rafael Sánchez Mazas, con su palabra, lo fué recobrando para nosotros-...
-Yo en Roma –sigue hablando- comencé a sentir lo español, lo castizo. Comencé a recobrar humanidad y mis reacciones artísticas empezaron a ser otras. Entre mis reacciones ante un Greco un Velazquez, de antes y después de aquella época, hay todo un abismo. Empezó a nacer en mí –en una palabra... lo nacional. Yo comprendía que había que asomarse a la ventana de las fronteras para aprender a hacer, pero que bastaba, mejor aun precisaba, sentir solo en español.
(En este momento Juan Cabanasa, melena al aire y mirada recogida, es aquel que pintaba Sánchez Mazas, “aldeano y civilizado, hombre del Pirieno que es nuestro hogar, hombre de mar que es nuestro sentido del Universo, hombre de cara a la frontera que es nuestra conciencia de España."”
-¿Entonces para ti la salida de la Falange a la vida triste de España...?
-Fué un hallazgo –me interrumpe Juan-. Te he dicho que yo dejé “aquello” de París, por humanidad, por sindicalismo. Te he dicho también que en Roma empecé a sentir lo “nacional”. Imagínate, pues, lo que para mí significaba la creación de un movimiento que recogía mis dos inquietudes. Yo, claro, fui nacionalsindicalista.
Los ojos de Cabanas se hunden en el mar. Y yo callo.
-¿Eres optimista respecto al arte nuevo?
-Te diré que sí. ¿No me ves aquí? Yo no podrqía estar si careciese de fe. Creo –estoy seguro- que haremos muchas cosas.
-¿Ideas?
-Una la de sacar el arte de los salones. Tú acaso ignoras mi odio por los cuadros. A mí me dan la impresión de cadáveres colgados.
-¿Entonces?
-Llevarlos fuera. A la pared, al muro. Mira, acaso esta idea mía ya muy vieja, se la debo a Giotto, a Angélico, a los que me hicieron hombre cien por cien y por eso más artista que cuando me paseaba desmelenado y sucio por París.
-¿Guerra al cuadro, entonces?
-Casi, casi. El cuadro es burgués. Se le lleva a una estancia confortable donde lo acarician siempre los mismos ojos. La pared, el muro, son generosos, se brindan a los ojos del que pasea, son de todos. Además piensa en el poder cultural, educativo de la pintura mural. Imagina que en cada escuela, es decir en cada palmo de España, hay que llenar sus paredes con arte nuevo. Y así con las iglesias –con las que sustituyan a las destruídas por los bárbaros- y con los monumentos. En cada pedazo limpio de pared hay siempre espacio para hacer arte. Y no olvides que en toda manifestación artística lo importante siempre es el motivo. ¡Imagínate si se pueden hacer hoy cosas grandes! Una auténtica y honrada revolución en el arte.
-¿Y en el aspecto de propaganda?
-Todo el arte es propaganda. Y toda la propaganda debe ser arte. Pero si te refieres a alguna idea tendiendo exclusivamente a atraernos las masas, hay tienes ya la propaganda conocida y la que está continuamente preparándose. Además...
Juan Cabanas, duda un momento, pero al fin se decide.
-Además, tengo una idea que quisiera ver pronto hecha realidad. Una revista plástica que sin una sola letra, dijese a los ojos –que no conocen idioma- nuestras pretensiones, nuestros designios y nuestro arte. Revista de artes plásticas que sería elocuente como ninguna, pues que sería absoluta y totalmente universal, como nuestras ideas nacionalsindicalistas.
Los pies nos han llevado hasta el centro y ya el ruido, la gente, el ambiente choca con las palabras de Juanito.
Acaba venciéndonos y las palabras como los pies nos llevan por otros rumbos.
Cuando poco después, Juan se me aleja, envuelto en su pardo capote –hermano lego, de esta comunidad religiosa, en mística de guerra-, a mí se me antoja como si huyera de nuevo a su celda, a jugar con los colores, mientras daba gracias al Señor, por haber creado la luz.
MIGUEL GRAU