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DE ALEMANIA
LA ARQUITECTURA EN EL TERCER REICH

Alemania se encuentra dominada por una nueva idea. Es esta-nadie puede negar el hecho-uno de los fenómenos culminantes de nuestra época. Fenómeno social, político, nacional en primer término. Pero al propio tiempo, y con no menor fuerza, fenómeno cultural, espiritual, intelectual, artístico. Para el empuje y el caudal de las fuerzas renovadoras de Alemania, un mero cambio de régimen político no podría ser, en modo alguno, tarea y misión bastante. El arado pasa a profundidades mayores y remueve la vida entera del pueblo y de la nación. Se crea un nuevo estilo de vida, al cual corresponde naturalmente, un nuevo estilo en las Bellas Artes.

El propósito es ambicioso. Pero no desmerecen de él, la firmeza de voluntad y la energía para llevarlo a término. Sin prisas ni precipitaciones, que suelen engendrar tropiezos y errores en la realización de una gran obra, pero también sin vacilaciones ni pausas desmoralizadoras, la nueva Alemania avanza con paso seguro hacia el fin que sus hombres directores-el Führer en primer término-le han señalado. El pueblo alemán está viviendo una época histórica que imprime su sello a todas las manifestaciones de la voluntad y del espíritu y, al influir también sobre las Bellas Artes, acusa su carácter, con más fuerza aún que en cualquier otra manifestación artística, en el estilo de su arquitectura. Ha sido siempre el arte arquitectónico el que, con originalidad y fidelidad mayores, ha sabido encontrar expresión para los valores espirituales de un pueblo en un momento dado de su historia. Es natural, pues, que la nueva Alemania, al concentrar su esfuerzo en una grandiosa serie de construcciones monumentales esparcidas por todo el territorio, despliegue en ellas, de modo a la vez espontáneo y consciente, una voluntad conforme al espíritu de sus más profundas aspiraciones.

Fué Munich, la ciudad que ostenta el título de “capital del movimiento nacional-socialista”, donde la nueva arquitectura logró sus primeras realizaciones, a las cuales sirvió de estímulo y de guía la ilustre tradición arquitectónica del pasado siglo bajo la égida del gran rey Luis I. Su obra, interrumpida durante décadas, fué proseguida por Paul Ludwig Troost, arquitecto de gran mérito escogido para esa misión por el propio canciller Hitler. Troost, prematuramente fallecido, sólo pudo dar a los planes constructores del régimen el impulso inicial. Bajo su dirección y según sus planos fué construída la “Casa del Arte Alemán”, destinada a reemplazar el famoso Palacio de Cristal destruido por un incnedio. Situada a la entrada del Jardín Inglés, la “Casa del Arte Alemán” es un largo edificio de formas clásicas con un pórtico antepuesto. En él se celebran ahora las exposiciones de Bellas Artes que antes tenían lugar en el Palacio de Cristal y que, junto con los Museos, han contribuído a propagar la fama de Munich como uno de los primeros centros artísticos de Europa y del mundo. Ha querido también el canciller Hitler completar la fisonomía de la Plaza Real de Munich, edificada sólo por tres lados en los cuales se alzaban los Propileos, la Glyptoteca y la Nueva Galería. El parterre que ocupaba el centro de la plaza, ha sido reemplazado por un piso de grandes losas que realza la monumentalidad y las vastas proporciones del recinto. Y el lado que quedaba pro edificar lo ocupan ahora la “Casa del Führer”, la sede administrativa del partido nacionalsocialista y el templete de la “Guardia Eterna”, dedicado a conmemorar el recuero de las víctimas del 9 de noviembre de 1925, cuando la primera revolución nacionasocialista. La Plaza Real de Munich, así completada, servirá de marco para grandes manifestaciones nacionales. El nuevo puente monumental sobre el Isar, al final de una de las grandes arterias urbanas, completa el cuadro de las grandes realizaciones arquitectónicas hasta ahora llevadas a cabo en Munich.

En Nuremberg-todo el mundo lo sabe- celebra el partido nacionalsocialista sus grandes congresos. Se reúnen con tal motivo en la histórica ciudad muchedumbres de aluvión verdaderamente imponentes. La cifra de concurrentes forasteros al último Congreso alcanzó, casi los tres cuartos del millón. La canalización y ordenamiento de tales muchedumbres sólo es posible en una ciudad que cuente para ello con adecuadas instalaciones. Hasta la fecha las grandes explanadas donde tienen lugar las concentraciones de masas para los actos del partido han adquirido un acusado perfil arquitectónico gracias a la construcción de tribunas y cercados. Pero al propio tiempo han empezado en Nuremberg, bajo la dirección de los arquitectos Ruff, padre e hijo, las obras de la Sala de Congresos más vasta del mundo. Con una capacidad de 800.000 metros cúbicos podrán reunirse en su interior no menos de 60.000 personas.

¿Y Berlín? La capital de Alemania, puede enorgullecerse de poseer, desde hace unas semanas, el Ministerio más grande del mundo, el Ministerio del Aire, obra monumental del arquitecto Sagiebel, construída desde el basamento hasta la cresta en el breve espacio de un año, en pleno centro de la ciudad. Pero donde la voluntad constructora de la nueva Alemania ha encontrado hasta ahora su máxima expresión, es en el conunto imponente que ofrecen los estadios y demás edificios del “Campo de Deportes del Reich”, construidos expresamente para la XI Olimpiada. Sus dimensiones, carácter y disposición fueron decididos en primer término por el propio canciller Hitler. Su voluntad, fielmente ejecutada, ha creado una obra arquitectóncia maravillosa, concebida como un homenaje a la comunidad espiritual de todos los pueblos cultos de la tierra.

A. P.

2006 Departamento de Cultura, Juventud y Deporte - Diputación Foral de Gipuzkoa