Guipúzcoa se encuentra a sí misma
Flagelada por los horrores del comunismo surge de la prueba con su vieja Fe Tradicionalista, más acrisolada, más vibrante.
Pasó como una visión dantesca la horda abigarrada de los hijos desnaturalizados y los aventureros mercenarios sin patria ni hogar.
Cuando denunciábamos la podredumbre que corroía las entrañas de nuestro pueblo se nos llamaba visionarios y alarmistas.
En lugar de forjar las almas para la lucha, se ideó la cómoda fábula de un paraíso inaccesible toda clase de adversidad.
Aquí con nuestra cultura, con nuestra idiosincrasia, con nuestras virtudes ingénitas, estábamos abroquelados, inmunizados.
No podía pasar nada.
Parecía una Arcadia feliz, sobre el cráter mismo del volcán hirviente de amenazas....
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Lo que se erigen en conductores de masas, no pueden redimirse de sus errores confesando que se han equivocado.
Lo menos que puede pedírseles es un elemental conocimiento de la naturaleza humana, que en ciertos aspectos específicos, muy poco se diferencia en todos los climas y latitudes.
Mucho mejor apreciaban la importancia de su misión aquellos patricios, católicos y españoles hasta la médula, que ordenaron nuestros Códigos Forales.
Por eso proclamaban en aquel luminoso proemio, la debilidad originaria del hombre y la necesidad imperiosa de que las sociedades bien organizadas combatan sus tendencias al mal, mediante leyes cristianas y sabias....
Así nació Guipúzcoa entre el fuego y la sangre de las luchas de banods, para ser cuna de santos guerreros y navegantes, que llevaron en sus cruces y en sus espadas bajo todos los soles y en todos los mares el nombre bendito de España.
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Las campanas lanzan al espacio sus canciones de bronce.
Voces evocadoras que son alegres balbuceos de un lenguaje casi olvidado.
Por las calles avanzan las legiones de los nuevos cruzados.
Otra vez llena todos los semblantes y agita todos los pechos la santa emoción de la heroica juventud.
Las banderas nos hablan de gestas y laureles inmarcesibles cosechados en defensa de la única Causa por la que vale la pena de vivir y de morir.
Guipúzcoa se encuentra a sí misma.
La llamarada de las boinas rojas corona las montañas como una aurora de victoria...
FELIPE PÉREZ ORMAZABAL