Acotaciones de un espectador
Después de la II Travesía de Aralar en esquí
Por fin pudieron los entusiastas componentes de la “Capu” celebrar su clásica prueba “II Travesía de Aralar”, en condiciones de tiempo y nieve muy aceptables. Tras varias suspensiones, nos temíamos que dado lo avanzado de la temporada se verían obligados a aplazarla hasta el próximo año; pero, afortunadamente, no ha sido así, de lo nos congratulamos. El que sigue la consigue, asegura un antiguo aforismo, y los dinámicos y perseverantes elementos de la “Capu” han logrado bisar la ya clásica prueba, cuya primera edición tuvo lugar el pasado año, apuntándose un éxito tan rotundo como merecido, por lo que es de justicia les tributemos nuestra más cálida felicitación.
La mañana del domingo el lugar de Lizarrusti, desde donde arranca el camino que conduce al refugio de Igaratza, ofrecía un aspecto animadísimo, pues no cesaban de llegar “autos” y “autocars” que volcaban los esquiadores de ambos sexos a docenas, pues justo es consignar que fémina tiene tan activa participación en el resurgimiento del deporte blanco como el sexo fuerte. Pero la decepción era general, pues en lo que abarcaba la vista no se veía nieve ni para muestra. Pero nadie se preocupó por esa ausencia total y completa del níveo elemento.
Armas al hombro –léase esquís- allá iban subiendo por la empinada ladera –mitad hierba, mitad “bustiña”- los coriáceos esquiadores. Sin pensarlo nos vino a la imaginación las carreras ciclopedestres, en las que los corredores, con las bicicletas a cuestas, trepan también por las montañas por vericuetos embarrados y zigzagueants, haciendo un efecto extraño a la vista, pues la bicicleta parece se ha hecho para rodar por las carreteras, como los esquís para deslizarse por la nieve. Pero, en fin, mayores contrasentidos se dan constantemente en la vida y por ellos no podía soprender demasiado la marcha de aquella caravana ascendiendo trabajosamente por la fuerte pendiente, con sus extraños artefactos a cuestas.
Hemos dicho que nadie se achicó en Lizarrusti ante la nula visión del albo manto; pero no fué así y faltaríamos a la verdad si no dejásemos consignado que hubo una pequeña excepción en el grupo tolosano, del que tres bellas muchachas –Carmentxu, Tere y María Dolores- declararon “forfait”, en parte justificado, pues neófitas en las disciplinas esquiadoras y tanto se les había ponderado las excelencias del deslizamiento sobre la nieve que al no verla por parte alguna no se las pudo convencer de que había que cargarse los esquís a cuestas e ir a su encuentro, que lo mismo podía ser a la media hora que a la hora de caminata. Y Nicasio –un muchacho correcto cien por cien- quiso seguir su suerte y como “partner” acompañarles en el “autocar” hasta Baráibar, completando el circuito automovilista, para en las afueras de dicho pintoresco pueblo salir al encuentro de los que con un estoicismo espartano se lanzaron en Lizarrusti a la travesía de Aralar, destruyendo sus naves –léase “autocars”-, como Hernán Cortés en la conquista de Méjico, para que nadie pudiera retroceder.
Pero su audacia tuvo su premio, pues a la media hora escasa de practicar el “esquípinrelismo” se toparon con nieve abundante y en buen estado, y en aqul mismo punto habían establecido los de la “Capu” su cuartel general para la salida de la gran prueba y los equipos de corredores se hallaban dando los últimos toques a sus esquís para cuando el “speaker” fuese anunciando su salida.
Los que como turista íbamos haciendo la travesía continuamos ya a bordo de nuestros esquís en dirección a Igaratza, y ya cerca del refugio de “Los Amigos de Aralar”, que como el año pasado iba a ser el control y puesto de aprovisionamiento de los corredores, comenzaron a pasarnos las primeras patrullas, llamándonos la atención la del “Canfranc Ski Club”, integrada por tres “chaveas” que en correcta formación y estilo y un ritmo admirable nos rebasaron a buen tren, produciéndonos una impresión magnífica. (Se clasificaron en segundo lugar, a menos de nueve minutos de los primeros, siendo la revelación de la Travesía).
Igaratza ofrecía un golpe de vista sorprendente. Tal era la cantidad de nieve allí acumulada, que el acogedor albergue justamente emergía en aquel desierto blanco, y la animación era extraordinaria. Allí estaban también los enemigos de Aralar números 1 y 2, señores Vallet y Ugarte, que no pudieron resistir a la tentación de desplazarse hasta el cubil de “Los Amigos de Aralar” ante los grandes alicientes que presentaba, y humildemente solicitaron el “aman” y reconocieron que por una vez, tanto el estado del tiempo como de la nieve no tenían pero y que los alrededores de Igaratza podían compararse, sin mengua, con otros lugares de fama mundial como St. Anton, Vengen, Murren, St. Moritz, Davos, Parseen, etc., etc. Y tan entusiasmados se hallaban que ofrecieron interponer su valiosa influencia cerca del Comité olímpico internacional para que la próxima Olimpíada Blanca, que este año ha tenido lugar en Garsmich, se celebre en Aralar. Y para sellar las paces se zamparon bonitamente el barreño de caldo que había sido preparado para confortar a los participantes en la II Travesía, tras la dura subida desde Lizarrusti. Menos mal que como el tiempo era caluroso, los corredores, a su paso por Igaratza, preferían bebidas frescas, pues de otro modo hubiera habido un serio conflicto.
Se estaba pero que muy bien en aquellos magníficos parajes acariciados por Febo, cuyos rayos fulgían sobre la nieve, produciendo una claridad que ni en plena canícula. Pero a media tarde hubo que levantar el campo, no sin pena. La travesía hasta Baráibar fué algo que no se puede expresar con palabras, pues particularmente la llanada de “Una’ko putsuba”, circundada por un bello anfiteatro de agrestes picachos de una albura inmaculada, ofrecía un aspecto tan fantástico que la pobre pluma del cronista no es capaz de describir; y el descenso desde el collado de Beloqui al circo de Etzantza, la caraba disfrazada de armiño, y lo mismo el descenso del bosque con sus curvas y peraltes hasta el Continental, donde por desgracia había que “apearse” (soltarse los esquís), pues la clásica “bustiña” salió al encuentro de los excursionistas; pero no así los que cómodamente se limitaron a contemplar la nieve que cubría sus picachos, a través de los ventanales del Hotel Ayestarán de Lecumbérri, donde, como otras veces, se congregó el grueso de la “forofada”, y tras reponer fuerzas y comentar las agradables incidencias de la magnífica jornada, se terminó bailando alegremente, prueba de que no estaban los expedicionarios tan cansados como era de esperar tras la dura prueba, máxime siendo la única que durante este invierno deleznable habían sido sometidos.
En resumidas cuentas: una “II Travesía de Aralar” excelente, y como suelen poner en las envueltas de algunos chocolates indicando su composición: Cacao, 60%; azúcar, X; cacahuet, X, etc., refiriéndonos a la Travesía podríamos concretar: Nieve, 70%; yerba y “bustiña”, 20%; “berzas” (argoma y otros vegetales no identifiados), 5%; pedruscos, 5%, todo ello aderezado con Febo 100 x 100, que, francamente, constituye una mezcla de clase superior, sobre todo hallándonos ya en marzo, y los animosos “capuistas ya firmarían, desde ahora, para otros años, aun en pleno invierno, las siguientes ediciones de la Travesía, con ingredientes de porcentaje como los que hemos indicado.
Como de los resultados de la prueba se ha hablado ya bastante, no queremos insistir. Unicamente añadiremos que vencieron los favoritos, esto es la patrulla del “Ski Club Tolosano”, integrada por Puente-Hijós-Bueno, magnífico triunvirato, estableciendo un tiempo de 1 hora, 26 minutos, 41 segundos, que constituye una marca excelente que costará mejorara, ocupando el segundo puesto los “chavales” del “Canfranc Ski Club” –Gallego, Gracia y Esparza-, y en tercer lugar una de las patrullas presentadas por el “Club Deportivo Capu”, organizador de la prueba, la integrada por Csadenyi, Repiso y Carranque, que bastante hicieron con clasificarse en ese lugar, delante del equipo del “Venga Horizonte”, de Jaca, que hizo el cuarto, pues ha de tenerse en cuenta que sus componentes residen en Canfranca y Jaca, esto es, a un paso de las magníficas pistas de Candanchú, donde hay nieve durante cinco meses y pueden, por lo tanto, practicar el esquí y entrenarse a conciencia, y en cambio los esquiadores guipuzcoanos se ven y se desean para poder salir tres o cuatro veces durante todo el invierno y la diferencia salta a la vista. Vaya, pues, nuestro aplauso para el entusiasta “C. D. Capu”, por la magnífica organización de la “II Travesía de Aralar”, y para su patrulla, que salvó en honor guipuzcoano, y es de esperar que nuestros esquiadores al alternar con los de las zonas de verdadera tradición esquiadora, irán progresando y apropiándose de las enseñanzas que se derivan de ver actuar en la misma prueba a esquiadores calificados.
Y queda ahora pendiente el campeonato de Guipúzcoa, a cargo del “Club Deportivo Fortuna”; pero nos tememos que los chicos de Campanario 1, de no decidirse a celebrarlo sobre hierba, tendrán que desistir por este año de su celebración, aunque mucho nos alegraría equivocarnos.-G.