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Desde Motrico
Escenas de las fábricas-presidio de salazón

La tan buena como inmerecida acogida que han dispensado los camaradas del valiente semanario EUSKADI ROJA a mi humilde trabajo, me dan ánimos para publicar, como mi modesta capacidad me lo permita, el doloroso espectáculo que presencié en una fábrica-presidio del salazón, para que sirva de prueba una vez más la inicua explotación de que es objeto el honrado pueblo de Motrico.
La costera de los bravos “arrantzales” este año es tan escasa que las obreras que vivimos al socaire de lo que ellos afanosamente y en duras luchas arrancar a la riqueza del inmenso mar, nos vemos obligadas a trabajar de obreras ambulantes con el fin de poder ganar honradamente lo que se llama el “pan de cada día”.
Así que fui un día al trabajo, media hora después del comienzo, vi que una muchedumbre de niños de ambos sexos invadía la fábrica. En un grupo de ellos fijé mi atención, no rebasarían de nueve años, estaban cubiertos de harapos que consistían en todo su abrigo, calzados –más bien semidescalzos- con viejas alpargatas que por sus aberturas dejaban al descubierto los desnudos y helados dedos de los pies.
Sus pequeños y frágiles cuerpecitos se dejaban ocultar tras las personas mayores como polluelos bajo el abrigo de las alas de las gallinas. Es indudable que la humedad del salitre debía penetrar hasta la médula de los huesos de aquellas pobres criaturas.
Al presenciar este espectáculo mi corazón se invadió de compasión y de piedad; a los más duros corazones lo propio les sucedería. Sin embargo, el doloroso espectáculo que ofrecen estas inocentes criaturas, a los cuales el sublime Mártir de Galilea les hubiera acogido en su seno para acariciarlos, sus explotadores contemplan impasibles, indiferentes.
¿Con qué jornal se les retribuye a esos niños que inconscientes arrebatan el trabajo a las obreras mayores? Con veinte céntimos por hora. Como se ve, para ganar la miseria de dos pesetas tienen que trabajar la abrumadora jornada de seis horas.
He preguntado para mis adentros. ¿Sería extraño que esas criaturas que aun la madre Naturaleza no les ha dotado de las debidas facultades físicas para ese trabajo insalubre donde se respira una atmósfera fétida, inmunda, insana, o caigan en las terribles garras de una mortal enfermedad? Pronto esos niños hoy, hombres de mañana, serán llevados a las rudas faenas del mar o al taller donde servirán como una pieza más de la maquinaria, ¿qué poseerán en su edad de mocedad y aun de hombres?
La ignorancia, pues no habrán tenido tiempo de aprender.
Madres, si queréis que vuestros hijos vivan más dignamente, que no sean esclavos de unos hombres sin entrañas, uníos, no olvidéis que la unión es la que nos ha de libertarnos de la tiranía que nos explota y nos oprime.

Una obrera del escabeche

2006 Departamento de Cultura, Juventud y Deporte - Diputación Foral de Gipuzkoa