COMO SE NORMALIZA UNA CIUDAD
La estación del Norte, oficina de la Checa durante dos meses, ha recobrado ya su aspecto normal.
Catorce trenes, ascendentes y descendnentes, van y vienen cargados de viajeros. De la plantilla de la estación han desaparecido ochenta empleados, que son sustituidos por otros que llegan de Navarra y Rioja
LLEGARON LOS HOMBRES DEL “PROGRESO” Y PARARON EL TREN
El mismo día 19 de julio enmudecieron en nuestra ciudad las estaciones de ferrocarril. Estos hombres que venían enarbolando la bandera del progreso y de la libertad, lo primero que hicieron fué parar el tren. Tenían que interrumpir la comunicación con las demás provincias, aislarse en su castillo de mentiras y fantasías. Y se incautaron de todos los medios de comunicación de que el progreso ha ido dotando a los hombres a través de los dos últimos siglos.
La estación del Norte, que es la más importante de la ciudad, quedó convertida pronto en un fortín. El personal relevado de sus servicios pudo marcharse o alistarse en las milicias. Lo que no pudo en modo alguno, fué cumplir su misión.
El jefe de servicios don José Zabala, con quien hemos conversado hoy, pudo recluirse en sus habitaciones y desde allí observar con la natural inquietud el panorama sombrío que en la estación, com en todos los sectores de la ciudad, iba adquiriendo cada día tintes más obscuros y densos.
Todas las dependencias de la estación quedaron convetidas en oficinas de uno de tantos negociados que el Gobierno civil marxista estableció en la ciudad.
Comités y comisiones disponían del teléfono y del material de la estación a su antojo.
Se llevaron las últimas expediciones que aun estaban en los muelles, convirtieron dos locomotoras en fortines blindados con grandes inscripciones comunistas y el resto del material quedó en las vías inmóvil durante dos meses, cubriéndose de musgo.
La alegría del tren que llega y que pasa, murió como tantos otros signos de civilización, de progreso y de vida.
Los rojos trajeron de Alsásua una máquina eléctrica muy moderna con la que sin duda pensarían llegar hasta Rusia; pero aquí en los muelles quedó inerte, mientras los hombres se ocupaban de otros problemas más “graves” en los andenes y en las oficinas de la estación.
LA ALEGRÍA DE LOS TRENES EN MARCHA
De donde los marxistas se retiran la vida vuelve a brotar con la misma pujanza de siempre.
Reconquistada la ciudad, los ingenieros de ferrocarriles que están realizando una labor admirable, llegaron pronto con sus máquinas exploradoras hasta la zona muerta. Volvió a oirse el alegre silbato del tren, signo de civilización y de progreso y por las vías enmohecidas rodó otra vez el ferrocarril.
Esta mañana la estación del Norte era ya una estación ferroviaria de verdad, con trenes y viajeros. Antes había solo una oficina siniestra. Ahora tiene alegría de vida. Familias que llegan anhelantes para abrazar a los suyos de los que vivieron separados interminables meses. Viajeros que corren a recuperar sus hogares en las zonas conquistadas por el movimiento salvador de España.
Durante toda la mañana y la tarde los andenes de la estación se animaron como en otros tiempos. Y eso que es hoy uno de los primeros días de servicio y en realidad el público ni está enterado aún ni en condiciones de ponerse en viaje.
Pero hay vida ya en la estación.
LA PUERTA PRINCIPAL DEL FLORECIMIENTO ESTÁ ABIERTA YA
Aparte de los daños causados por los marxistas en los puentes y túneles de la línea, nos dice el jefe de servicio que aquí los destrozos sufridos en el material no tienen gran importancia.
Se reducen a dos vagones que convirtieron los marxistas en trenes blindados y los destrozaron totalmente al lanzarlos contra una locomotora en el túnel de Rentería.
El material de oficina ha quedado casi intacto.
Otras dos máquinas que descarrilaron en el túnel de Bríncola están también destrozadas.
No ya por días, sino por horas se van restableciendo nuevos servicios.
Y el público aflue en cantidad. La estación del Norte vuelve a tener el ambiente de los buenos días, aquel ambiente que era un gran espectáculo de color, de vibración y de vida en los tiempos brillanes para San Sebastián. Que han de vovler, si todos ponemos en ello la honrada intención, la buena voluntad, el espíritu acogedor y hospitalario-que hoy parece un poco atrofiado por la pesadilla trágica en que nos sumergió el terror comunista-, sin el cual no puede aspirar a vivir una población de turismo.
Alejado el peligro, protegidos por el orden y la justicia, no hay razón para que la ciudad se obscurezca en un marasmo suicida.
Volverá a ser lo que fué; si ella quiere. La estacion del Norte, puerta principal de su florecimiento, cerrada por los rojos durante dos meses, está ya abierta al progreso y a la civilización.