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Gipuzkoa 1936
LOS LEALES
El fuerte de Guadalupe, al servicio de la República

Desde el momento en que se produjo en España el movimiento subversivo, fué motivo de preocupada atención para las fuerzas del Frente Popular la actitud en que se pudieran colocar los militares que tenían a su cargo el fuerte de Guadalukpe. No tanto por la fuerza numérica de esta guarnición, que no es de gran importancia sino por los elementos de ataque y resitencia que en aquella fortaleza se encuentran, principalmente las baterías de obuses de largo alcance, que podrían prestar eficacísima ayuda a la rebelión, caso de que ésta se produjera en San Sebastián.

Los elementos del Frente Popular de Fuenterrabía y de Irún, con el valeroso ánimo de lucha que siempre ha distinguido a las izquierdas de los dos pueblos bidasotarras, no descuidaron la vigilancia un solo instante. Había motivos sobrados para no confiar en el jefe de la fortaleza, el capitán Graja, aunque sí se confiaba en otros elementos que había dentro del fuerte.

En estas circunstancias llegó el momento de la sublevación en San Sebastián. Fué entocnes cuando se procedió con toda la rapidez necesaria y elementos del Frente Popular de acuerdo con el sargento de Artillería Angel Blanco, de la guarnición del fuerte, procedieron al arresto del capitán Graja, quien sorprendido por la rapidez de la acción de los leales nada pudo hacer para defenderse.

Desde aquel momento el fuerte de Guadalupe quedó al servicio de la República.

Que los temores de los leales no estaban descaminados, lo acreditan dos hechos elocuentes. Uno que el sargento Angel Blanco, que se hizo cargo de la Comandancia del fuerte, fué llamado por teléfono desde la Comandancia Militar rebelde. No se le dijo nada de la detención del capitán Graja, pero en cambio se le ordenaba que bombardearan San Marcos y Choritoquieta. Orden que el sargento no cumplió, naturalmente.

Más tarde, el sábado se le llamó nuevamente y le ordenaro que de ninguna manera dejara de sacar del fuerte el obús de veintisiete centímetros, que iba a ser traído a San Sebastián, como así se hizo, para bombardear a los sublevados de Loyola.

La orden tampoco fué cumplimentada, pero la repetición de esta comunicación por fuera del control que de las mismas habían de tener las fuerzas leales, hizo sospechar al sargento Blanco de posibles complicaciones rebeldes en aquellos servicios, por lo que dió conocimiento a las autoridades de Irún, practicándose la detención de la persona que había establecido esa comunicación.

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