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Gipuzkoa 1936
EL EUSKERA Y LA POLÍTICA

Sinceramente he de manifestar, que no quisiera que este artículo –si así puede llamársele- sufra interpretaciones que desvirtúen la intención que me ha animado a escribirlo. Esta, no es la de señalar errores o defectos, misión en la que no tengo voz ni voto, sino la de aportar noblemente un granito de arena a la cruzada admirable de la propagación del euskera, que no necesita sólo que los amantes de esa lengua la hablen o la estudien, sino que precisa una orientación sana, que haga que esos esfuerzos individuales no sean vanos.
Después de esta aclaración previa, entremos en el tema.
Somos testigos, los vascos de hoy día, de un resurgimiento de nuestra cultura. La lengua, la literatura, la poesía, todas sus manifestaciones en suma, han adquirido, en comparación con otras épocas, importancia bastante para atestiguar ese renacer de la cultura vasca.
Ello se debe –y sin entrar en otras causas inmediatas- a la incorporación de un grupo de intelectuales, a la labor renacentista. De su labor, admirable, -y no es preciso que citemos nombres- se obtienen frutos muy provechosos; de ahí el gran número de revistas, de libros y de publicaciones consagrados a la defensa del euskera, y al estudio de la cultura vasca, en general.
Refiriéndonos, a la lengua solamente una consideración se nos ofrece. A pesar de esa labor ingente, y que la Historia juzgará debidamente aunque muchos vascos no tengan valor para proclamarlo así, el euskera, bae de nuestra cultura, no se propaga con la rapidez que fuera de desear. Hecho este, lamentable, pero innegable.
Es posible que las clases populares –y permítasenos que hablemos de clases- se hayan incorporado ya al movimiento renacentista de nuestra lengua, pero si nos fijamos en las clases intelectuales, el aspecto es bien distinto. Los estudiantes sobre todo permanecen al margen de ese movimiento, sin que esto quiera decir, que el desconocimiento de esta lengua entre nosotros sea absoluto; existen afortunadamente muchos casos excepcionales que confirman la regla general: el estudiante, aunque se llame vasco desconoce el euskera. ¿Y qué hemos de decir de los que, ni siquiera se atreven a llamarse vascos?
Sin excluir otras, que posiblemente existen, yo considero como una de las causas más importantes, el hecho de que el problema está envenenado, porque como acertadamente decía un orador, en un reciente mítin, al problema del euskera, como a otros muchos, se les ha dado un fondo y un contenido políticos, que realmente no tienen.
Yo no voy a cometer la indiscreción –que al mismo tiempo sería una falsedad-, de dirigir un dedo acusador, hacia determinados partidos o personas. Apuntaré una afirmación bien distinta y a mi juicio más justa: los responsables de que este problema tenga, por lo menos en muchos casos, un contenido que es extraño a su esencia, somos todos los vascos (los no vascos no son tampoco ajenos a esta cuestión) lo mismo los que protestan cuando oyen unas palabras en euskera, a las que por cierto, siempre les encuentran sabor “separatista”, que los que pretenden, crear exclusivismos, adscribiendo a determinado partido político la vida del euskera.
Esto es un hecho innegable, salvo por quienes, por conveniencias o por egoísmo, cierran los ojos a la realidad.
Este obstáculo, el más importante, a mi juicio, de cuantos se oponen a la propagación del euskera, es fruto de la época que vivimos, en que son raras las empresas culturales, que pueden sustraerse al influjo de alguna doctrina política.
Me dirá alguno, que precisamente el impulso de un partido triunfante, puede levantar y mantener viva esa empresa cultural. Aceptable la tésis si fuera segura, la pujanza de los partidos, no lo es en cuanto que la historia nos muestra, que aun los movimientos políticos más fuertes y vigorosos son susceptibles de derrumbarse. En nuestro caso, el euskera perdida la base de su existencia, sufriría un rudo golpe.
Alguno desde otro campo, protestará de que se hable, de un solo partido, como defensor del euskera, cuando todos se proclaman entusiastas defensores de la “lengua vernácula”. Pero ¿es que puede llamarse propiamente labor vasquista, a pronunciar unos cuantos discursos y redactar unos pasquines en euskera... en vísperas de una contienda electoral?
Sin embargo, hemos de advertir, que una futura, aunque no probable, labor sinceramente vasquista, de esos partidos cambiaría el aspecto de este problema.
Para poner remedio a este hecho –y nos referimos al alejamiento de muchos vascos de la labor renacentista, por considerarla coincidente con un partido, a cuya ideología no son afines –ahí va una solución, que parece una perogrullada: separemos el euskera de la política. ¿Cómo? Simultáneamente la acción de los partidos políticos, con la de Asociaciones o entidades cuyo apoliticismo, ofrezca toda clase de garantías y en las que puedan actuar todos los vascos, sin distinción de ideas ni credos políticos.
Pronto tendremos –los vascos al menos así lo esperamos- dos instituciones que pueden resolver la existencia del euskera o comprometerla: la escuela vasca y la Universidad. Si penetra en ellas una idea política determianda, será nula o deficiente su labor, porque muchas personas, contrarias a esa idea, se verían obligadas a apartarse de esas fuentes de vasquismo y de cultura.
Pero yo confío en que el problema se resolverá, porque el amor a una causa común, el renacimiento de la lengua, que es parte de nuestro ser y de nuestra existencia, se sobrepondrá a toda conveniencia de partido y los vascos sabremos mantener, la escuela y la Universidad, alejadas de toda lucha política, como santuarios de vasquismo en que los vascos se traten como hermanos, como dos faros que iluminen el porvenir glorioso de una raza, que no quiere morir.

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