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Gipuzkoa 1936
REPORTAJES RAPIDOS
LAS VENTAS DE ZARATE, CUARTEL GENERAL DEL CURA SANTA CRUZ EN LA PASADA CARLISTADA, SE ENCUENTRA MAGNIFICAMENTE DEFENDIDO POR LAS FUERZAS LEALES

El valor y entusiasmo de los guías de las montañas.-Los nacionalistas de Izquierda se portan como verdaderamente héroes.-Llegan hasta cerca de Asteasu.-¡Respiro tranquilo Guipúzcoa!- Un jefe tan callado como valiente.

LA NOCHE EN EL FRENTE
La vida en la campaña de estos tiempos de lucha fratricida a que nos ha llevado el egoísmo de una raza degenerada tiene un punto de belleza, una cantidad de sano espíritu revolucionario, que aun las almas menos saturadas de valor se sienen excitadas a la lucha llevadas de ese afán de conquista a que nuestros ideales nos conducen. Una noche en el frente de batalla es toda una vida. Todos los pasajes vividos tienen tal aliciente en estos momentos que nos hacen desprender de nuestro fondo de egoísmo y despreciar cuanto uno anhela.

Los que unos hemos mentido aislados hasta los tiempos actuales de las crueldades de la guerra llegamos a comprender el verdadero alcance que este representa para los sanos espíritus. Los temperamentos más débiles, los caracteres minados, las almas más cándidas, sienten hervir en sus venas la lava candente, único ímpetu de destrucción a que nos conducen los deseos, obligados por el ansia de vernos emancipados de una vez para siempre.

Es en la noche, en el frente de batalla -verdadero objetivo-, guardando las posiciones que hemos logrado arrebatar al enemigo, cuando precisamente cuanto da valor tiene la vida. La obscuridad es el confidente de la emboscada; los sentidos, bien despiertos, acechan la celada. Es menester estar alerta; el menor descuido puede ocasionarnos el fin de nuestras vidas. Y la vida es única.


LOS GUIAS
Por regla general estos hombres que prestan tan valiosos servicios a nuestra causa son “camellos” de nuestras montañas. Jamás se preocupan de sus personas. Su misión es conducir a nuestra fueza a través de los senderos al punto que la misión les lleva. Saben que no sólo son los obstáculos de la naturaleza los que obstruyen el camino, sino que tras estos obstáculos se esconde un enemigo feroz, ansioso de carne humana. Pero los guías tienen fijada su misión. Los leales confían en ellos. Y hay que conducirlos al punto trazado.

Se les ve, ágiles y animosos, conducir a fuertes contingentes llevados de su espíritu emancipador. Secundan la causa noble por la que luchamos desprovistos de toda preocupación personal. Los guías cierran los ojos al peligro. Son verdaderos mártires del bello ideal que nos empuja.

El guía es siempre el jefe de la expedición; es quien nos orienta al punto de destino, aun sabiendo que su labor es tan arriesgada, o más, que la nuestra.

Cuando la emboscada amparada en la cortina de niebla o en la maleza del camino surge ante nosotros el guía es el primero que presenta su pecho a las balas enemigas. El, percatado de su sagrado deber, desafía el peligro y se adentra hasta las filas rebeldes.

Hasta hoy no nos hemos ocupado de estas disciplinadas gentes, que como anteriormente lo decimos, son carne de la metralla enemiga.

Así como la Cruz Roja tiene en Edith Catwell la heroína de los truncados en el campo de batalla, los guías pueden erigir en Restituto Terán al mártir de su causa. Terán, verdadero entusiasta del alpinismo, indiscutible conocedor de cuantas crestas se alzan arrogantes en nuestras provincias, no vaciló un solo momento de orientar a nuestras gentes por el camino que podía conducirles a sitios de verdadera estrategia. Fiel a su misión y a sus propósitos encomendados, perdió su vida víctima de vil traición -una más- de las huestes carlistas.

No podemos extendernos en el relato de lo que estos guías constituyen para nuestra causa. Todos ellos son para nosotros, los trabajadores, la luz del faro que nos lleva a puerto seguro. Rindamos tributo a estas abnegadas gentes que, despreciando su vida, se entregan de lleno a la causa de la libertad.

En la ciudad no sólo se lucha. Las montañas tutores de nuestro bello ideal y serán las antorchas resplandecientes que proyecta nuestros ideales. Uno de estos hombres nos ha conducido a uno de los frentes de batalla. Nuestros deseos de reflejar fielmente a los lectores de FRENTE POPULAR los momentos que vivimos nos han impulsado a girar una visita a las Ventas de Zárate, uno de los primeros objetivos del enemigo dada su situación geográfica. Nos ha indicado que los “requetés” tienen sus ojos puestos en esta posición. Allí arriba se han hecho dueños de la parte deseada nuestros hermanos, los defensores del régimen sano, trabajador, consciente y orientador de la clase obrera, única que merece ser enaltecida por ser el sosteén de la causa civilizadora.

Franqueando imponentes gargantas y librando sepultos desfiladeros, hemos llegado a unirnos a los muchachos que tan valiosa posición dfiende. Y se cuando, bañados por el sudor y asmatizados por la fatiga, nos hemos dado cuenta del verdadero valor de los guías de las montañas.


ANTAÑO Y HOGAÑO
Las Ventas de Zárate, ocupadas en estos momentos por las bravas milicias de “Euzko Indarra”, atraen a nuestra joven memoria relatos leídos de la pasada carlistada.

Antes de escalar la cumbre se encuentra un caserío, hijo de esos remotos tiempos que, según cuentan las cartas que la historia posee, fué cuartel general de los “santacrucistas”. En él, los frenéticos siervos del rey Carlos fraguaban sus desbordantes crímenes. De esta posición salían los partes que habían de llevar a sus sanguinarias huestes al matadero inhumano.

Los generalotes de largas perillas y abigarrados mostachos creían desde este cuartel dominar la situación de los que perseguían el avasallamiento de la clase productoras... Era un punto estratégico que cortaba la línea enemga en evitación de perder lo hasta entonces conquistado.

Y hoy, al igual que entonces, ha sido Venta de Zárate el punto de mirada de traidores y leales.

Sofocados otros puntos de gran importancia nuestros compañeros se percataron del positivo valor de esta posición; y, comprendiendo que los carlistas podrían ser dueños de la misma si en ese sector no se le ofrecía resistencia, un grupo de veintitrés miembros de Acción Nacionalista se posesionó rápidamente de tan discutido lugar.

Confidencialmente se enteraron nuestras fuerzas de que los “requetés” pretendían adueñarse de Ventas de Zárate pero, una vez fuertes en este punto, avanzar sobre Orio y cortar la carretera que conduce a Bilbao. Fácil es suponer que de realizarse los planes del elemento faccioso hubieran causado en nuestros proyectos una lamentable situación. Afortunadamente, el valor de estos muchachos se ha impuesto a las intenciones de los rebeldes y han logrado, mediante su hombría, hacer nuestra tan apreciada posición.


LA MODESTIA DE NUESTROS HOMBRES
No es éste el momento propicio para hablar de ciertos hombres que han conquistado preferente lugar en nuestras columnas. Precisamente, por ser verdaderos héroes nos consta que los que destacan lo hacen amparados en el anónimo. Todos, sin distinción de matices, cuatnos empuñan las armas para defender lo que nos anima a lanzarnos a la lucha, ofrecen con su proceder cuanto sus sensibles fibras poseen.

No obstane, consideramos un deber tanto profesional como particular, el resaltar la modesta actuación de uno de ellos. A Ramón Laniella, jefe de un grupo que constantemente, por su valor y conocimiento del terreno ha tenido en jaque a los “requetés”, señalamos como paladín de sus muchos imitadores. Si los hombres llegaran a ser héroes por su parquedad, Laniella -de una modestia sin par- sería acreedor a un elevado puesto si admitiéramos el jerarquismo.

Como decimos, no es nuestra intención resaltar nombres de más o menos valor positivo. Pero es imposible pasar desapercibida la actuación de este muchacho.

Apreciado y respetado por todo el grupo que dirige, sus “subordinados” “acatan” con admirable disciplina cuantas órdenes dicta. Uno más de los tantos héroes que honran nuestra noble causa.

Hasta el repórter se siente fascinado por la voz de su mando. Nosotros, como siempre, ansiosos de aportar la lector interesante información, nos aventuramos a llegar hasta esta posición, por creer que los informes, como el agua, se deben beber de su verdadera fuente. Y como el más modesto miliciano, con el arma en las manos, hemos vivido estas horas, sometidos a la verdera disciplina que un severo y bondadoso gesto de este jefe y compañero trataba de imponernos.


GANAS DE LUCHAR
A los veintitrés compañeros de Izquierda Nacionalista se ha sumado otro grupo de valientes nacionalistas de “Jel”. La posición requería refuerzos. Y los llegados, avezados conocedores del terreno, han discutido los puestos de vanguardia.

Recién venidos han realizado la “descubierta” con un entusiasmo ejemplar. En su afán de conquistar posiciones enemigas, han llegado hasta cerca de Asteasu, donde han sido hostilizados por el enemigo.

Como este lugar no era el objetivo que perseguían han decidido abandonar el terreno, no sin antes demostrar a los carlistas lo bien dispuesos que se encuentran para derrotarlos.

Guipúzcoa entera, mercede a estas “ardillas”, se encuentra segura. Cuantos avances intente el enemigo serán obstaculizados por estos leales muchachos. ¡Repire tranquilo Guipúzcoa-

Para cuando el lector pueda leer estas líneas estas fuerzas habrán iniciado un ataque que, como es de esperar, dará el fruto apetecido y servirá para que nuestros estratégicos puntos siembren el desconcierto en las diezmadas filas rebeldes.

El entusiasmo que sienten nuestros hombres ante el próximo avance es grande. Nada les falta: humor, apetito, valor... ¡Ah! por tener tienen hasta un par de milicianos donostiarras que poco antes de la insurrección fascista llegaron a nuestra ciiuidad representando al Regimiento de Burgos para participar en un concurso de tiro. Los dos jóvenes, muy conocidos en Donostia, aseguran que la pericia que poseen en el manejo del fusil será prontamente puesta de manifiesto. Que así sea.


FINAL
Parece que nuestro lápiz languidece al unísono de la luz que alumbra nuestro improvisado “bufette”. La carencia de comodicdda en la posición nos obliga a escribir a la luz de una agonizante vela. Apresurándonos en este párrafo final, un tanto distraídos por el ronquido de los compañeros que, tumbados sobre la paja que acolchona el establo de esta derruída madera, esperan el relevo para continuar luchando por la libertad.

A lo lejos, esquivando las cimas de las erguidas montañas, divisamos zonas de agrupados caseríos que parecen llamarnos con desoladores gritos, pues en ellos habitan despreciados seres a quienes es preciso desalojar en virtud de la sana moral que perseguimos.


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