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Gipuzkoa 1936
Con Emilio Aladrén, escultor nacionalsindicalista
El “Nacionalsindicalismo” descubrira de nuevo -¡Gracias a Dios!- que el arte se ha hecho para todo el mundo”
El himno de la Legión mejor que la música de Bethevon

Es en lo alto de un sexto piso, mientras sus manos ágiles modelan el busto del inolvidable Beorlegui, donde Emilio Aladrén y yo charlamos de arte y de nacionalsindicalismo en esta mañana de invierno que se ríe –templada y clara- del calendario.
Se habla primero de la “quincena de Gu”. Habla él mejor dicho. Y dice así:
-Me encantó dibujar en la “quincena de Gu”. Esta experiencia me ha demostrado varias cosas. Por ejemplo, el apoyo del público, no por sabido menos magnífico. Esto pude apreciarlo en repetidas ocasiones y me encantó. Frecuentemente en la calle me preguntaban: “Oye, ¿dónde está Gu?” Les daba las señas, les explicaba: “Angel 13; en lo viejo”. Después me han dicho: “¿Qué se hace allí?” Yo les explicaba que allí se pintaban retratos y que el dinero recaudado iba a la vanguardia. Como ves el orden de las preguntas era ya bien expresivo. Preguntaban primero “dónde”, luego “qué”. Nunca al contrario. Otra cosa curiosa era la pregunta relativamente frecuente de “¿cuándo me hago yo mi “fotografía”= Nada tiene que ver lo que nosotros hacíamos con una fotografía y todos cuantos iban a “Gu” sabían que allí no hay cámara fotográfica; sin embargo, esta equivocación era gramatical solamente; en lo subconsciente había mucho acierto en el calificativo “fotografía”. Ellos sabían que el retraato “grafológico” de un pintor es siempre más interesante y más parecido que todas las fotografías. Además que a un ser humano le interesa siempre sabe lo que otro ve en él.
Aladrén, abundante de palabra, mira críticamente lo que sus manos han ido retocando. Un pliegue en la boca anuncia el defecto que inmediatamente es tratado con atención especial. Tras retocar el defecto –invisible para mis ojos- hay una pausa en el trabajo y una continuación en la conversación.
De “Gu” pasamos al arte. Al arte nacionalsindicalista sobre el cual yo concretamente le propongo la cuestión.
-¿Arte nacionalsindicalista? Creo en él y voy a decirte por qué.
El nacionalsindicalismo tiene la suerte de todas las cosas verdaderas y es que cuando cuaja deja ver lo mucho que tenía preparado. En el arte –mi oficio- es donde mejor lo veo. Llevábamos nosotros, artistas de toda índole, una serie de años –sbore cincuenta- en que lo ruidoso, lo revolucionario, lo estrepitoso, podían hacer pensar, en momentos de mal humor, que todo se iba al traste. Ahora resulta que no; ahora vemos el valor que tienen esos sacrificios que parecían entonces perdidos y que ahora vemos que nos van a ayudar de modo definitivo. Gracias a la enorme cantidad de emociones que hemos estado aceptando y resistiendo podremos saber cuál es el camin que nos place para lanzarnos a él con el empuje que se pone en las cosas en que se tiene verdadera fe.
-¿Podrías tú, poco más o menos, apuntar hacia qué cuadrante estará ese camino?
-Tanto como eso no. Pero puedo afirmarte que el nacionalsindicalismo descubrirá de nuevo -¡gracias a Dios!- que el arte se ha hecho absolutamente para todo el mundo.
Tras la afirmación, la invitación a ser breve en discreta mirada al reloj. ¡El tiempo es oro! Para él y para mí. Solo dos preguntas más.
-¿Proyectos?
-Muchísimos. Todos los que caben en un vida llena. Unos –los menos- realizados. Otros, los mejores siempre, sin realizar. De los primeros vivimos. Por los segundos vivimos. ¿Acaso un poco paradógico, no?
-De ningún modo. Sigue, sigue,...
-Todo proyecto no realizado tiene algo como una efervescencia que le impulsa a salir al exterior. Si no de una manera, de otra. Y así constantemente. Cree que me asusta pensar en el terrible acerbo que tendré cuando me muera.
-¿Algo más en relación con el arte?
-Hombre, sí. Una noticia alegre, que hace unos meses no se hubiese podido decir y que hoy solo tiene el inconveniente de encotrar una forma gramatical que la haga inteligible. Mira, para mí el Himno de la Legión es desde ahora mejor –no más bonito-, musicalmente mejor que cualquier obra de Beethoven. Te aseguro –y esto conviene que se vaya sabiendo- que si se pudiese preguntar a un tribunal de músicos –de Falla a Bach- estarían de acuerdo en esta afirmación española. Comprendiendo de verdad esta afirmación –en el sentido que yo la haga- se ve inmediatamente al Arte Imperial Español.
Emilio Aladrén calla. Y su silencio es como un disfraz que lo trocase en el mismo Pigmalión para jugar a hacer vida con barro.

Miguel GRAN

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