EN EL DESIERTO
Saint-Exupery y su mecánico aparecen después de cuatro días penosos
Chocaron a 250 por hora contra una meseta rocosa, y vagaron por el desierto, bebiendo rocío y sufriendo espejismos.
AVIADORES EN SALVO
El Cairo.-Los aviadores franceses Saint-Exupery y Prevost, que intentaban el “raid” Paris-Saigon y que habían desaparecido desde hace varios días, han sido encontrados sanos y salvos a 250 kilómetros al Este de El Cairo, después de haber errado durante tres días por el desierto.
A su llegada a El Cairo los aviadores han declarado que en la noche del 29 al 30 el avión chocó contra una meseta, quedando destruido el depósito de agua. Desde entonces se pusieron a caminar a través del desierto, donde fueron recogidos por unos beduinos.
LA MUJER DEL PILOTO
París.- A las 12,40 de la noche la esposa del escritor y piloto Saint-Exupery fué llamada al teléfono.
Al reconocer la voz de su marido, de quien no tenía noticias, dio un grito: “¡Antonio!”. Pero el piloto se puso a contar rápidamente:
-Sí, soy yo. Estamos en El Cairo. No vi una montaña y chocamos a 300 por hora. Pero no tenemos ni un rasguño. Todo va bien.
Mme. Exupery, emocionada, dejó caer el aparato y perdió el conocimiento.
CUATRO DÍAS DE ODISEA
El Cairo.- Después de una noche de reposo, Saint-Exupery ha contado que salieron de Benghazi a las 11 de la noche del domingo, sin goniómetro ni radio. La noche era muy oscura, pero las previsiones meteorológicas eran favorables.
A las cuatro horas de vuelo suponían que estaban ya en El Cairo, pero que las nubes ocultaban la ciudad. Descendieron con precauciones y al salir de las nubes chocaron violentamente a 250 por hora. El aparato se aplastó contra una meseta rocosa. Los dos aviadores resultaron ilesos. Estaban en pleno desierto.
Al amanecer se dieron cuenta de que el depósito de agua había reventado. Tenían una brújula; pero sin agua ni provisiones no sabían a dónde dirigirse. Para beber sólo contaban con un litro de café turco.
Decidieron dedicar el día a reconocimientos. Desde el alba hasta las seis de la tarde recorrieron unos 50 kilómetros en estrella, cuidando de dejar bien marcados sus pasos en la arena. Durmieron en los restos del avión; y al amanecer, como el café se les terminó enseguida, recogieron con unos trapos el rocío de la madrugada; apenas un vaso. Era un brebaje infecto que sabía a grasa de máquina y a esencia. En cuanto a comer, tenían demasiada sed para sentir hambre.
Al segundo día el reconocimiento fué también infructuoso; y a la noche volvieron estenuados y desmoralizados a dormir al avión.
Al amanecer del tercer día recogieron el rocío en un neumático del aparato, obteniendo una buena cantidad que guardaron en el depósito de esencia. Pero las paredes de éste estaban cubiertas de un producto químico y apenas habían bebido un poco cuando sintieron agudos dolores abdominales. Tuvieron que renunciar a beber.
En un último intento, decidieron marchar en una sola dirección, hacia el noroeste, para no morir de sed en el desierto. Caminaron largo rato, sedientos, sin poder despegar los labios, con la boca seca, sin saliva. Llevaban los paracaídas para extendrlos a la noche y recoger el rocío.
El espejismo del desierto les presentaba casas y ciudades que pronto se desvanecian. Vieron pasar a los aviones salidos en su busca, pero no pudieron llamar su atención. Descubrieron algunos raros arbustos, que incendiaron para producir humo, pero fué en vano. Siguieron caminando.
Al anochecer cortaron los paracaídas en trozos que extendieron en la arena. La noche fué muy fría y se habían dejado los abrigos en el aparato. Cuando amaneció el cuarto día, los paracaídas estaban secos: no había rocío.
Arrastrándose siguieron caminando en la misma dirección, tan agotados que tenían que detenerse cada 200 metros. De pronto aparecieron unos arbustos, un oasis; pero creyeron sería uno de tantos espejismos. Luego surgieron unos camellos, y unos beduinos, que se precipitaron hacia ellos y les llevaron agua fresca.
Con su caravana recorrieron 18 kilómetros hasta Nadi Draberun, donde recibieron una acogida calurosa; y al anochecer fueron en auto a El Cairo.