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Gipuzkoa 1936

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UNA NOTICIA DEL DÍA


LOS LEALES

Miércoles, 29 de julio de 1936

Páginas:

poder los demás rebeldes escapar a la terrible responsabilidad contraída.

Por las autoridades dependientes del Comisariado de Guerra, del de Orden Público se han tomado rápidas medidas para impedir al teniente coronel Villaespín salga de Guipúzcoa, encaminándose las pesquisas hasta ahora realizadas a conseguir su más pronta detención.


A LA DIPUTACION
A las once de la mañana aproximadamente, los jefes, oficiales y paisanos fueron trasladados en varios autobuses a la Diputación en calidad de detenidos y puestos a la disposición de la autoridad.

Ante el Palacio Provincial se aglomeró un gran gentío, muchísimos milicianos. Al descender de los vehículos los militares detenidos, aquellos miles de almas les demostraron elocuentemente su enfado y repulsa por la traición consumada. Fué necesario realizar no pequeños esfuerzos por algunas fuerzas del Frente Popular para evitar que la indignación de que daban vivas muestras aquellas gentes del pueblo se tradujera en actos de violencia.

Todos los detenidos quedaron encerrados en diversas dependencias de la Diputación.

Los gritos reclamando que se impusiera el merecido castigo a los sublevados fueron arreciando y entonces el vocal del Comisariado de Guerra, señor Amilibia, dirigió la palabra al público desde uno de los balcones de la Diputación, asegurando que se haría justicia y que era preciso continuar con los mismos arrestos en la obra emprendida para el aplastamiento de los que aun intentaban agredir al pueblo republicano.

Brotaron los aplausos y los vivas a la República y volvió a hacerse el silencio para escuchar la palabra de Jesúa Larrañaga, Comisario de Guerra, quien abundó en idénticas manifestaciones del camarada Amilibia, afirmando que la justicia del Frente Popular cumpliría con su deber y que lo inmediato era volver a los centros de concentración para tomar las armas, ahora más abundantes y mejores, a find e obtener la victoria definitiva sobre los facciosos.

Vovieron a escucharse grandes aplausos y vivas a la República.

Finalmente habló desde el balcón de la Diputación el diputado comunista francés Mr. Vaillant-Couturier, haciendo un encendido elogio del valor y empuje batallador de las milicias españolas, a las que había visto combatir estos días con éxito completo.

Expresó toda la simpatía que el Frente Popular de Francia siente por el de España, a cuyo lado estarán en todo momento hasta llevar a buen puerto la consecución de su obra antifascista, terminando con unos vigorosos vivas al proletariado español y francés.

El representante del Frente Popular galo fué ruidosamente aplaudido.

Seguidamente el público comenzó a desfilar, quedando sin embargo ante la Diputación numerosísimas personas que acogieron con aplausos y vivas entusiastas a los coches que trajeron al Palacio Provincial, desde los cuarteles de Loyola, las banderas de las fuerza de Artillería e Ingenieros sublebados y que fueron colocadas en el balcón principal de la Diputaicón.


SE NOTIFICA LA RENDICION AL GOBIERNO
He aquí el texto del mensaje dirigido por el gobernador civil señor Artola al Gobierno notificando la rendición de los cuarteles de Loyola:

“Presidente del Consejo de ministros y ministros de la Guerra y Gobernación: En la mañana del día de hoy se ha verificado la entrega de los cuarteles de Loyola, donde hallábanse los militares sublevados. Entregóse además todo el armamento y gran cantidad de municiones en perfecto estado. La entrega comprende jefes, oficiales y paisanos detenidos en los locales de la Diputación. Compromiso de los diputados a Cortes que intervinieron en parlamento con jefes sublevados, garantizaron vidas a los detenidos y gestionar la calificación de hombres de honor para todos los jefes y oficiales no comprometidos en la sublevación. Existe una carta del teniente coronel de Ingenieros Vallespín, jefe de la sublevación militar, en la que hácese responsable de todo. Este jefe ha desaparecido, ignorándose su paradero. Los cuarteles han sido entregados a los diputados en nombre de mi autoridad, como representante del Gobierno de la República, asistiendo al acto de la incautación el comandante Larrea, adicto, y representantes del Comisariado de Guerra del Frente Popular. Considerándose disueltas las unidades sublevadas, la Comisaría de Guerra va a proceder a licenciar a los soldados no comprometidos, sin perjuicio de permitirles el reenganche al serbicio de la República. Piezas de artillería puestas por sublevados delante de los cuarteles encuéntranse en estado de inutilización, labor efectuada por los propios soldados guipuzcoanos amantes de su país, acusando todos que los jefes y oficiales no encontraron el apoyo del soldado para una eficaz resistencia.


Relacion de detenidos
Los detenidos en Loyola ingresados en prisión en la Diputación de Guipúzcoa, son los que figuran en la relación que a continuación se inserta. Falta entre ellos el teniente coronel de Artillería señor la Brena, que por estar herido en una pierna se encuentra detenido en el Hospital Militar.

La relación es la siguiente:

Comandante Militar de la plaza: CARRASCO AMILIBIA, León.

REGIMIENTO DE ARTILLERIA NUMERO 3.-SAN SEBASTIAN
Comandantes
Ardanaz Lardiez, Bernardo.
García de la Presilla, Manuel.
Velasco Moerno, Angel de.
Capitanes
Fernández González, Antonio.
Muriadas Martín, Agustín.
Piris, Alberto.
Sancho, Luis.
Tuero, Juan.

Tenientes
Almarza, Néstor.
Brena Tenreiro, Fernando de la.
Bustillo Suárez, Fernando.
Caro Vidaurre, Juan.
Fernández Alvarez, Justo.
Gordejuela Aguirre, Zacarías.
Leoz García, Miguel.
Parada Parada, Juan.
Pérez García, Manuel.
Presilla, Jesús de la.
Reilloso, Víctor.
Unzueta Arocena, Vicente.
Alféreces
Ballarín Mur, Miguel.
Bueno Alonso, Alfonso.
Fernández, Pablo.
García Catalina, Marcelino.
Gaviña, José Manuel.
González Ruiz, Donato.
Perez García, Servnado.

BATALLON DE ZAPADORES MINADORES NUMERO 6.-SAN SEBASTIAN
Comandantes a
Erco Huarte, Enrique.
Capitanes
Cadena Iraizos, Miguel.
Gutiérrez Alzaga, Ramón.
Miguel Servet, Juan.
Padilla Satrústegui, Alvaro
Tiestos Oviedo, Francisco.
Tenientes
Iglesias Meijone, Gumersindo.
López Reinoso, Francisco.
Pérez García, Santiago.
Alféreces
Cobos Valenzuela, Manuel de los
Elbo Moreno, Juan.
Gil Díez, Gregorio.
García Muñoz, Gabriel.
Herbalejo Nieto, Claudio.
Rebollar Gato, Francisco.

CARABINEROS
Coronel
Arrúe Oyarbide, Francisco.
Teniente Coronel
Carrió Guillermí, Antonio.
Comandante
Fernández de los Ríos, Herminio.
García Rodríguez, Miguel
Capitanes
Calvo Granada, Eugenio.
Mariano Blázquez, Juan.
Tenientes
Recacho Eguía, Juan.
Domínguez Ara, Vicente.
Alféreces
Fuertes García, Angel.
Saiz Baile, Félix.

GUARDIA CIVIL. TERCIO 13º
Coronel
López de Ogaylla, Ignacio.
Comandante
Torés Ibánez, Esteban.
Capitán
Ezcurra Manterola, Primitivo.

VARIOS REGIMIENTOS
Comandante
Ramajos Ortigosa, Gonzalo. Infante-Disponible 6º R.
Capitanes
Fernández Prieto, Félix; Infantería Escuela Superior de Guerra. Mata Manzanedo, Francisco, Aviación. Escuela Superior de Guerra. Bislera Prates, Ricardo. Infantería Caja Recluta.
Tenientes
García Arteaga, Serafín. Caballería España núm. 5. Burgos, Martínez, Víctor, Artillería núb. 11. Burgos.
Aleféreces:
Castellanos, Gil. Infantería Bailén 24. Logroño. Pascual Miguel, Juan Infantería Valencia 21, Santander.
Médicos:
Lecumberri Oreja, Julián, Artillería núm. 3, San Sebastián. Muguruza Uribe, Francisco.

Clases y soldados:
REGIMIENTO DE ARTILLERIA N.º 3.-SAN SEBASTIAN
Sargento:
Iribas Pejenaute, Amós.
Soldados:
Alconero Calvo, Jesú, Alecha Alegría, Jesús; Gil Vélez, Cristino; Ranedo Guitiérrez, Mariano; Ros Echavarri, Emilio.
Policía gubernativa:
Pinazo Martínez, Vicente. Comisario, Alonso Andrés, Víctor. Inspector. Escribano Martínez, Timoteo. Inspector. Labadía Maza, Rafael, Inspector. Barreno Segoviano, Santiago. Agente. Bauzá Martínez, Lusi, íd.; Castro Linares, José, íd.; Ferrando, Juan Antonio, íd.; Castro del Amo, Rafael, íd.; Garvía Méndes, Aquilino, id.; Godoy Vinagre, Francisco, íd.; González Piqueras, Eugenio, íd.; López Lachica, Eugenio, íd.; Leo Polo, Francisco, íd.; Millán Esteban, Pedro, íd.; Moreno Gutiérrez, Antonio, íd.; Navas Galindo, Alejandro, íd.; Palacios Saéz, Feliciano, íd.; Pivos Vilabeia, Manuel, íd.; Romero Miguel, Romualdo, íd.; López Maturana, Mariano, íd.
Paisanos:
Alzugaray Jauregui, Domingo; Arce Rivola, Luis; Berreuzo Hernando, Fernando; Blanco Mardones, Agustín; Bados Cacho, Lucas; Cubillos Tejedor, Anastasio, Martínez Menéndez, Manuel; Iturrino Almansa, Luis; Ochoa Castresana, Dionisio; Sarriá Ciordia, José; Sarriá Ciordia, Luis; Vignau Asuero, Alfonso.


Enseñanzas
La organización, signo de la hora
La rendición de los cuarteles de Loyola ha puesto de manifeisto una cosa ante todo: el tesón de los trabajadores, unidos sin distinción de tendencia en un afán de aplastar a la reacción amenazadora. Diez días de dura lucha, en las trincheras, mantenida con toda la desigualdad obligada por lo desventajoso de las posiciones que los traidores habían escogido con tiempo y preparado con esmero, lo cantan con elocuencia.

Al cabo de diez días, el reducto que los señoritos fascistas y los estrategas de vía estrecha de la reacción creían inexpugnable, ha caído, sin pena ni gloria, en manos de un pueblo apenas armado con otras armas que su entusiasmo y su temeridad.

Los cañones, las ametralladoras, la técnica, la premeditación y la soberbia han sido esta vez, como por lo demás lo es siempre, vencidas por la razón y el entusiasmo del pueblo. No cabía mayor gloria para éste, ni mayor ludibrio para los traidores a quienes éste alimentó en su seno, con su trabajo y sudor durante tantos años.

¡Armas! ¡armas! A este grito elocuente han sido asaltados los cuarteles de Loyola. El pueblo quería armas y las ha conquistado con el sacrificio cálido de su propia sangre. Ya las tiene, y con ellas se apresta a iniciar una ofensiva rápida y eficaz, que en pocas horas ponga al enemigo fuera de las fronteras de Guipúzcoa.

Tal vez aún se necesiten más, pero por de pronto, empléense bien las existencias.

Ahora, lo primordial es utilizar esas armas de una manera racional y organizar debidamente a los hombres que las empelan.

Luchas como la que ahora mantenemos no deben, no pueden ser llevadas a cabo con la iniciativa de tantos hombres como combatientes hay. El enemigo actúa obedeciendo a un plan general, orgánico. Obligación nuestra es, que nuestras voluntades queden fundidas en una sola. Esto sólo se consigue organizando nuestros movimientos y nuestros esfuerzos.

Para ello precisa la más estrecha ligazón entre todas nuestras unidades de combate. Ni un solo hombre, ni una sola arma debe ser ignorada de nuestros mandos, ni éstos deben perder de vista aquéllos.

Organización, organización y organización, debe ser el signo de la hora. Después del triunfo segundo –el primero fué lograr que el pueblo en masa se levantara contra el fascismo- debe prepararse el definitivo, el aplastamiento de las bárbaras facciones que desearían enterrarnos en sangre y fango.

Este triunfo nos lo dará la organización.

Combatientes, trabajadores vascos, sindicalistas, socialistas, comunistas, conseguida nuestra unidad de objetivos, nuestra unidad temporal en la lucha, consigamos una total unidad de nuestros esfuerzos por medio de la organización.


La lucha en los barrios
El aniquilamiento del fascismo en Gros

San Sebastián ha sido atacada cobardemente por los traidores de la República. El corazón de Donostia, así como el extrarradio, ha sido en los primeros días escenario de cruentas batallas por parte de las masas populares y de ataques cobardes, por la espalda, originados por los rebeldes, que disparando emboscados y aprovechando las más de las veces el desconcierto que producían entre los hombres del pueblo sus “blancos” certeros, ratificaban la impresión pobre, despreciativa, que de sus sentimientos de humanidad guardaban los defensores de la República española.

Desde que inició su publicación “Frente Popular” venimos relatando los detalles más salientes de esta lucha a muerte iniciada por los opresores de la clase trabajadora. Pretendemos resaltar fielmente, con justeza, la bárbara agresión. En el relato de los hechos vividos por un querido compañero referimos parcialmente las batallas y sucedidos acaecidos en todos los lugares de la ciudad y parte de la provincia. Lo hacemos someramente, sin detenernos a enjuiciarlos debidamente porque entonces se haría interminable el relato del trágico reportaje; pero, no obstante, también iniciamos el relato de lo ocurrido en las barriadas de la ciudad, aunque necesariamente tenemos que repetir que el espacio es reducido; por lo que nos limitaremos a resaltar las “operaciones” lo más brevemente posible.

El barrio de Gros, parte de la ciudad en la que la masa trabajadora tiene numerosa representación, ha vivido escenas de imponente tensión dramática. Es, pues, este barrio uno de los que merece gran atención. Comencemos por él a revivir los episodios más importantes.


LA NOCHE DEL SABADO
Cuando los ciudadanos donostiarras se retiraban la noche del sábado a sus hogares llegaron a sus oidos rumores de que los elementos facciosos habían iniciado en Africa un ataque a las tropas leales. Se aseguraba que este “golpe” iba a tener trascendental importancia. El Gobierno, a su vez, hacía un llamamiento al pueblo trabajador para que estuviera alerta. Unos centenares de valientes patriotas fueron armados para evitar toda sorpresa. San Sebastián comenzaba a respirar en una atmósfera cargada de tenebrosa incertidumbre.

Pero poco había de durar aquella intriga. En las primeras horas de la madrugada apareció en Donostia el automóvil amarillo que todos los lectores conocerán por habernos ocupado ya de él.

Fué en la Concha donde comenzó a lanzar sus mortíferos disparos. Un grupo de pacíficos trabajadroes que allí se encontraba fué sorprendido con la repentina y cobarde sacudida de los disparos del “auto amarillo”. Esta fué la señal de atención para todos los que venimos defendiendo al régimen de los trabajadores.

Pero, como siempre ocurre, nadie podía localiza fijamentes el lugar por donde “operaban” los criminales “señoritos”. Se decía que rodaban por Amara, por el Antiguo, por la parte vieja... pero es posible que fuera por toda la ciudad. La gente del pueblo lo esperó todo pacientemente. Si los facciosos querían luchar, allí estaban ellos para tomarles la medida de su valor.

La parte del Matadero rápidamente fué estratégicamente ocupada por los leales. Y allí apareció el “automóvil amarillo”, que en la Avenida de Ategorreita, frnte al Hospital, fué recibido con una descarga de fusilería, que era como un aviso de lo que del pueblo noble y leal podían esperar. No se pudo precisar si se hizo carne. Desde luego, el automovil homicida llevó en su lustrosa carrocería el “sello” de la reciprocidad, que en este caso era noblemente ejecutada.

Dsde este momento rondas de jóvenes aguerridos se dedicaron a vigilar el barrio de Gros. Era necesario obrar sin miramiento. La amistad no bastaba para que se verificaran los naturales “cacheos”. A lo lejos se escuchaba el tableteo de las pistolas. La noche obscura, “como boca de lobo”, cual si quisiera escudar a los traidores, y en cada esquina unos hombres dispuestos a dar su vida por la España trabajadora. Recelo en los rostros... pero, nada más. El nuevo día vino a traer el ánimo a los que vigilaban un nuevo ataque.


DESAGRADABLE DESAYUNO
Se acercaba la hora del desayuno. Los que guardaban el sueño de sus compañeros comenzaban a estirar sus músculos, ávidos de descanso. Pero estaba escrito que algunos de ellos habrían de seguir muchas noches añorando la cama. Serían las seis de la mañana cuando un fuerte tiroteo puso en conmoción a toda la barriada de Gros. Un zumbido ininterrumpido obligó a parapetarse en disparos se sucedían; pero, por fortuna, no las barricadas levantadas en la noche. Nos dieron ocasión a que lamentáramos sensibles bajas.

El desayuno se avinagraba. Está visto que la pólvora es repulsa. Y más cuando, como en este caso, nos la sirven por partida doble. Nadie podía acertar a ver de dónde partían los tiros. Más parecía que eran lanzados al aire como si se tratara de una señal o de una táctica. En la calle Aguirre Miramón, esquina a Ramón María de Lilí, lugar que luego verá el lector fué uno de los más criminales y cobardes de la agresión fascista, fué donde más insistentemente se hizo oir el tableteo seco, inconfundible, de las pis- pistolas asesinas. Hasta tal punto, que fueron muchos los ciudadanos que cruzaron por dicho lugar convencidos de que dichos disparos eran ejecuados por nuestros mismos compañeros, en la confusión de los primeros momentos. Y se desfiló por dicho lugar sin sufrir el más leve rasguó. ¡Quién podía sospechar que en esa calle habían de caer, en los próximos días, muchos inocentes!


LA PRIMERA VICTIMA
No podemos precisar con exactitud los días en que se fraguaron los hechos. Las trasnochadas, la excitación nerviosa, el desarreglo a que han estado sometidos nuestros cuerpos impiden fijar exactamente los días. Nunca mejor que en esta ocasión decir que no “sabemos en qué día vivimos”. Pero creemos que fué el miércoles cuando cayó en el barrio de Gros la primera víctima de los traidores.

A lo largo de la calle Miracruz y calles adyacentes ametrallaban despiadadamente a cuanta persona se atrevía a luchar a cuerpo descubierto. Un tiroteo agobiador, que no se sabía de donde procedía, obligaba a disparar sin poder precisar los tiros. La vista recorría una y mil veces los balcones y azoteas de todas las casas. Pero todo inútil. Hasta que, al fin, el que se pudiera localizar al autor que a tantos hombres mantenía a raya, costó una vida.

Ceferino Rey fué el primer mártir de nuestros ideales. Se decidió el bravo compañero a situarse en medio de la calle Miracruz llevado de una sospecha y allí, cayó con la pistola en la mano, víctima de la cobardía de unos sujetos que para matar tenían que esconderse, incapaces de hacerlo como los hombres del pueblo, ridiculizándoles con el ejemplo.

Ver caído ante ellos a uno de sus compañeros encendió el coraje de los defensores de la República. Había que recoger aquel cadáver. Y varios muchachos se decidieron a ello. Pero tuvieron que desistir en sus propósitos porque el cobarde asesino arreció el tiroteo. Fué su perdición; porque entonces se pudo precisar de donde tiraba. Locos de furor, se lanzaron al asalto de la casa muchos compañeros. Situados los “pacos” en los pisos altos de la casa de la calle de Miracruz, número 10, se creyó encontrarlos rápidamente. Pero la canalla sabe asesinar con la misma ligereza que imprimen a sus pies en la huída. Y para cuando entraron los nuestros, ya estaba en la bodega de dicha casa los autores de la fechoría.

Indudablemente, se detuvo y, ya en la calle, se les obligó a recoger el cadáver del hombre que les había puesto el pecho noblemente, retándoles a proceder de la misma manera. Pero el que tales asesinos portaran el cuerpo de un valiente no era humano. Y se desistió de tal cosa a los cien metros de recorrido.

La Confederación Nacional del Trabajo montó su “cuartel general” del barrio de Gros en el colegio de los Corazonistas, situado cerca del Matadero, y digamos de paso que el apropiarse de tal edificio fué debido a que en los momentos de gran tiroteo se sospechó que de dicho punto disparaban contra el pueblo. Se comprobó que de dicho colegio no partieron los tiros, y para evitar contratiempos se obligó a los frailes a abandonar el recinto, con todo respeto. Nadie atentó contra ellos. La C. N. T. necesitaba aquel lugar para organizar los servicios de socorro y demás efectos, tan necesarios en aquel momento.

Allí fueron conducidos Vila, padre e hijo. Pero en un momento de confusionismo, a las tres horas de detenidos, lograron escapar. aSlieron rápidamente en su persecución elementos del citado organismo y frente al Garaje Universal se vengó al compañero por ellos asesinado.


DESTREZA Y COBARDIA
En estos momentos no hay quien dude de que los facciosos han demostrado poseer en el tiro tanta destreza como cobardía. Acostumbrados a la vida muelle, a no trabajar, a divertirse, les ha valido en su brutal agresión al pueblo que con su sudor les ha sostenido, la pericia adquirida en los concursos de tiro. Bien parapetados, sin exponer un adarme de su pellejo, han hecho rodar por tierra a muchos leales.

Así, los canallas de la calle Aguirre Miramón. Durante cinco días tuvieron en jaque a numerosos grupos de valientes. Pobre del que se decidiera a asomar su rostro por cualquiera de las dos esquinas de la citada calle y del Paseo de Colón. Pero es tan horrible el proceder de los facciosos que al recordar sus “hazañas” el espanto hace presa en los que luchan dándolo todo por la República. No tiraban solamente sobre los hombres que fueran armados. Mujer que asomara curiosa a un balcón, hombre que de espaldas a ellos se decidiera a salir de un portal, no habían de dar un paso sin caer ametrallado pro las balas asesinas.

Muchos “blancos” hicieron, ¡cómo no! ¿Quién no ha de hacerlos si para tiarar está rodeado de defensas y lo hace sobre tiro seguro? ¿Qué hubieran hecho estos sujetos si cambiando los papeles tiraran con el pecho descubierto a las bajas y sobre un punto invisible? El terror de pelear como lo hacen los HOMBRES no les hubiera permitido sostener una pistola. Todos lo habéis visto. ¡Cobardes, cobardes! podemos llamarles hasta cansarnos.

Del miedo fueron “valiosos” representantes los facciosos parapetados en el Hotel Príncipe y los que, revelándose en el tiro, disparaban de la casa de enfrente. Cometieron verdaderos actos de vandalismo. Hubo un momento en que, llevados por la ira, nuestros hombres les recriminaban su proceder olvidándose de las armas. Así cayó herido un valiente muchacho aragonés, que con el puño en alto les llamó por su “nombre” cuando al llegar la Ambulancia y pretender los enfermeros recoger un cadáver tuvieron que desistir de sus propóstios ante la lluvia de balas que sobre ellos caía.

Lo lamentable del caso es que después de tantos días de luchar contra ellos, de llegar al extremo de lanzarles botellas inflamables y recurrir a todos los extremos imaginables para poder hacerse con ellos, huyeran no se sabe cómo ni por dónde.

El frontón Urumea sufrió las consecuencias de la emboscada fascista. Una botella de líquido inflamable dirigida contra ellos fué a caer en las oficinas del citado frontón, quemándose la parte baja del mismo y el bar contiguo.

COMO PROCEDE EL PUEBLO
Muchas casas de elementos sospechosos fueron registradas. Se temía de todo a que tuviera una leve tendencia reaccionaria. Es natural; porque cuando el “paqueo” se intensifica y cuesta localizarlo es menester proceder sin miramientos. Se respetó a todo el mundo. Quien probaba que para nada había había intervenido contra las feurzas leales no se le molestaba en absoluto. Pero ¡ay! de aquél que había obrado alevosamente. Como también era detenido quien demostraba turviamente su actuación en estos momentos.

En Ategorrieta, en la “villa” de un conocido aristócrata, se procedió al registro. Y se encontró un magnífico fusil, que su propietario rogaba no se le requisara, por ser un recuerdo ganado con “gran arrojo” en un concurso de tiro. Lo que hemos dicho antes. Ofrecía por que no se le quitara el arma una respetable suma. Pero, este campeón de tiro no se daba cuenta de que el pueblo, fiel a sus ideales, no buscaba dinero, sino que su único objetivo era el de desarmar a los reaccionarios.


HEROISMO
Todo aquel que ha luchado por este ideal que con tanto tesón venimos defendiendo contra las hordas fascistas es un héroe. Muchas páginas serían necesarias, para resaltar anécdotas temerarias, pero no es posible citar nombres. Todos, cada cual desde su atalaya, han contribuído al triunfo de esta noble causa.

Uno de estos muchos casos, cuyos nombres omitimos por interpretarlo como símbolo de heroísmo, es el de quince compañeros que desafiando a la granizada de balas que surgían de “La Equitativa”, de la casa de Gros y del hotel María Cristina, se lanzaron a colocar un cañón enfrente del primer edificio, emplazándolo detrás del surtidor de gasolina, sufriendo en su primer intento tres bajas. Lejos de amilanarse, reincidieron en sus temerarios propósitos y, esta vez, fueron cuatro los caídos. Substituyendo el valor a la pericia de la técnica artillera, lograron disparar cinco cañoñazos, que, desgraciadamente, no fué certero más que uno, Percatados de los propósitos de nuestros hombres, de los tres puntos citados arreciaron las descargas, por lo que tuvieron que abandonar la posición regándola con sangre.

Los facciosos, seres de gangrenado corazón, van tan allá en sus inclinaciones humanas que no han permitido recoger un cadáver, víctima de sus tendencias homicidas, a pesar de que frente a ellos la pobre víctima estuvo cara al cielo más de quince horas. No tenemos que repetir que también en este lugar –ante “La Equitativa”- la Ambulancia luchó por arrancar su presa a los buitres, cuyos espíritus están nutridos de pasiones mezquinas. Pero el intentarlo constituía firmar su sentencia de muerte.


MANIFESTACIONES DE JUBILO
-El relato de lo ocurrido en el barrio de Gros se hace interminable. Hay que cortarlo. Comprenderán los lectores que ha sido toda esta barriada una de las principales zonas de esta lucha sangrienta, pero relatadas levemente los detalles más salientes haremos punto final. Antes diremos que el júbilo de los vecinos se manifestó de una manera tan entusiasta cuando se anunció el rendimiento de los sediciosos del María Cristina, que sirvió, si posible fuera, para aumentar el optimismo que de antemano reinaba por el acendrado desarrollo de la conquista de los ideales.


Fatxismo odol-zalea
azpiratu dezagun
araingotik

Fatxismoak egin du bere egitekoa. Amaika ta amaika sendi naigabetu ditu millaka ta millaka gizon odol-ustu, eunka seme illotzik utzi... Eta guzia erriaren naak autsi ta beren aginte gorrotatsua erriari ezari naiaz.

E leasuiark obhe hbz szfi xafl kxzfifill

Euskalerrian ez dezakete oiek nagusitasunik izan. Biotze gorrotz bekorik dubezela jokatu nai duten euskaldunak ez dezaieko lagundu. Euskaldunak ordea euskaldun bezela jokatu degu ta autsi-ta, birrindu-ta, apurtu-ta utzi ditugu Donosti’n asmo zital, galgarri ta nardagrri ori duten guziak. Oraingoz Donosti¡koak, geyenak eta gogorrenak ziralako menderatzen zallenak ziranak menderatu ditugu; ta an-emenka esuko baso itzatsuetan basurdearen gisa sasian gorde eta aazriaren tankerara noizpeinka azaltzen diranak ere laister menderatuko ditugu. Ortarako euskaldun guziok arpegi eman bear diegu ta gure agintarien esanak eta aginduak zintzoro bete.

Eta tamalgarria, negargarria ta euskal biotza naigabez betetzen duana euskal-ceme batzuek guda ontan nasturik ikustea da. Karlistei buruz mintzo gera. ¿Nun oien Euskalerri mantasuna? Gai onetzaz mintzattu al-izango gera ta utzi dezaiogun gaurkoz.

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POR FALTA DE ESPACIO, DADO EL EXCESIVO NUMERO DE ORIGINALES DE ACTUALIDAD, APLAZAMOS PARA MAÑANA, JUEVES, LA PUBLICACION DE UNA AMPLIA E INTERESANTE INFORMACION GRAFICA DE LOS SUCESOS DE LOYOLA.


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