Jueves, 3 de septiembre de 1936
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FRENTE POPULAR
DIARIO DE LA REPUBLICA
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San Sebastián, 3 de Septiembre de 1936
POR LA REPUBLICA
UN EJERCITO NACIONAL CON MOROS Y FUERZAS MERCENARIAS.-SI LEVANTARAN CABEZA ISABEL Y FERNANDO...-LA IGLESIA Y EL CLERO COMBATEN AL LADO DE LOS ENEMIGOS DE ESPANA.-EL ESPIRITU DE LOS MILICIANOS ES EL ESPIRITU DEL PUEBLO
La guerra apenas si permite descnaso. Prometimos en el anterior reportaje seguir dedicándonos a las peripercias registradas en el frente de Urnieta; pero el habernos visto obligados a otras movilizaciones nos han impedido cumlir la promesa. Era nuestra intención comunicar a los lectores de FRENTE POPULAR hasta el más nimio detalle de esta lucha cruenta que servirá para depurara la vida nacional; pero el motivo señalado puso un alto en nuestro buenos deseos. Sirvan de explicación estas líneas, en la seguridad de que, en lo sucesivo, procuraremos compaginar mejor las horas de lucha en el campo con las otras que podamos dedicar a este coloquio con los lectors.
EL EJERCITO NACIONAL
Cuando los primeros momentos acudimos al frente de Urnieta, sólo sabíamos que el traidor Franco exportó a España fuerzas marroquíes de regulares y del tercio. Impotentes todos los falangistas, requetés y otros malos españoles de “salvar” a España, reclamaban el auxilio de fuerzas mercenarias para aniquilar a toda una nación levantada contra la insensatez de los militares traidores. En lugar de deslindar campos, permitendo luchar a los hombres en sus campos respectivos, como exigen la lógica y la razón, engrosaban sus filas harto diezmadas con elementos que siguen al mejor apgador. Y llegando al paroximos de la locura que se apoderó de ellos, mezclaron el cristiano con el moro.
Esto lo sabíamos en Urnieta; pero no lo habíamos comprobado aun en nuestra teirra. Más tarde, en las terribles batallas que se han librado en las faldas del monte San Marcial de Irun, las milicias ciudadanas, los españoles que acudimos a la lucha VOLUNTARIAMENTE, hemos comprobado la certeza de todas las informaciones. Los legionarios y algunos moros habían llegados bendecios y los que comulgan a Dios, convivían con ellos. Con los hijos moros de aquellos que Fernando e Isabel arrojaron del suelo español. Luchaban –luchan y confraternizan- con sus enemigos, con todos aquellos contra los que, aún en época no remota España entabló fuertes combates y perdió millares de vidas de sus hijos.
Este es el ejército nacional de España. Estos los hombres que le integran. Y agregados a ellos, miles de solados que, obligados por las circunstancias y bajo la presión que ejercen sobre ellos los jefes malditos, empuñan las armas para servir al traidor y sacrificar sus propias convicciones ante la ley de la venganza.
Y, luego, una cadena de señoritos imberbes, de “niños” afeminados que vienen en retaguardia. Nunca por delnte, dando el pecho como los hombres. Se saben traidores, se saben malvados, y eso mismo les clava en retaguardia. Traición y mentira son sus armas, como sus propias convicciones, y mediante ellas pretenden sojuzgar a toda una nación, a la aplastante mayoría de una nación.
Ese es el ejército salvador de España. Y a eso, a ese conglomerado, a las fuerzas mercenarias que no combaten por un ideal y a lo señoritos que van en retaguardia, porque no valen para enfrentarse como los hombres con el pueblo, ayudan tácita y no tácitamente algunas potencia europeas, flatando al máximo respeto y a la colaboración que es de ley prestar a todo Gobierno y a todo régimen legalmente constituído.
Estas son las facetas en que puede considerarse el ejército nacional de España. Que deslinden los campos; que permitan luchar hombre a hombre, cada uno en su posición, libre y voluntariamente, y Queipo y Franco y Mola y todos sus secuaces sabrían cuántos serían los que fueran con ellos. Y no podrán alegar en sus peroratas y bravuconadas razón alguna que contradiga esta otra fundamental que todo hombre de juicio lo ve claramente: la guerra civil, la guerra fratricida, la guerra de ideales es cuestión de dirimir entre los hombres de opuesta ideología, entre hombres que sigan libremente la corriente de sus propias conviciones. Nunca el que ama la Libertad y la Justicia contra el que desea también Libertad y Justicia. El eneigo de Libertad contra el amante de Libertad. Y entonces el ejército nacional quedaría reudcido a los ex generales sublevados, a los señoritos imberbes, a las fuerzas mercenarias que pudieran comprar y a todos los obispos y curas que les quisieran bendecir antes de salir al campo.
Poquita cosa y mala toda ella. Aunque naciones extranjeras olvidasen la más elemental nocion de neutralidad y de respeto y de colaboración.
COCK-TAIL MATUTINO
La religión, aun cuando proclama en sus postualdos el reino del cielo y la salvación de las almas, ha tomado pate en muchas guerras. ¡Cuántas veces no ha sido la promotora! La ambición del clero –que es la religión- le llevó a participar como beligerante en contiendas que causaron mayores estragos. La Historia nos habla de hechos que causan sonrojo y vergüenza. Y ella misma nos enseña lo que podemos esperar del clero –de una parte del clero- que hace causa común con el reino y el poderío de este mundo.
Actualmente, la Iglesia toma parte en la contienda. Sus hombres, el clero allá donde el faccioso puso pie, le secundó en la guerra. Con las armas en la mano unos; con su beneplácito otros, los hombres de la Iglesia, los pastores de las almas, los que han de guardar los preceptos de Dios y los que han de hacer porque se cumpla el quinto mandamiento de Dios: no matarás, olvidan sus deberes, dejan sus feligresías y se lanzan a matar a los hombres, a matar el pueblo que es el que sufre, el que mejor sigue el ejemplo del Cristo del Gólgota.
La Iglesia, a la que el pueblo siempre respetó, se ha puesto de parte del faccioso, contra el pueblo. Se ha aliado al cacique, al traidor, al dictador, y pone empeño inaudito y medios inconcebibles porque el triunfo y la victoria sean del dictador, del traidor y del cacique. Reniega el clero, reniega la Igelsia del mismo Dios y se revela contra El. Como dice la Historia, la religión toma parte una vez más contra sus mismos postulados de Paz, de Humanidad, de Fraternidad. Contra Dios y contra Cristo.
Así, la mañana de un domingo que a las Milicias “Azaña” amaneció entre Urnieta y Andoain pudo observar un fenómeno que llamó nuestra atención, no por su novedad, sino por lo aparatoso de su construcción. En la cumbre de un monte cercano, aparecía un altar de grandes dimensiones. A su izquierda, una cruz que se “levantó” a base de cortarle todas las ramas a un árbol y cruzalre una más arriba de su mitad. Y a la derecha, flameaba al viento una bandera monárquica. Lejos de nuestra posición, el tiro de fusilería no alcanzaba todo aquel aparato. Y no era ocasión de astar munición en balde.
Cuando fueron las seis de la mañana, las campanas de la iglesia de Andoain anunciaron a los requetés que podían comenzar la misa antes de entrar en combate. Como si fuera preciso tal aperitivo para luego matar a otros hombres. Y siguiendo la costumbre que han establecido desde los primeros días de la lucha, oyeron misa los requetés y los soldados que luchan, obligados, bajo sus órdenes. Nada anormal les sucedió y la bandera monárquica pudo flamear al viento sus pliegues salvadores...
Hasta que a las diez comenzaron la segunda parte. Andoain, o las campanas de su iglesia, vovlíóa llamarles. Era domingo, y los que antes no lo hicieron, porque se hallaban dedicados a la caza del hombre, ahora debían cumplir para con Dios. Oir misa era de precepto el domingo y nadie podía faltar a tan sagrado deber. Ni siquiera nosotros que “acudimos” a la de seis y nos querían obligar a escuchar una segunda.
Pero al fuerte de Santa Bárbara no le agradaba la segunda parte. ¡Para misas estaba! Levantó el puño y les envió el primer golpe, que pasó por encima del altar improvisado. Uno más, que resultó algo corto. Y un requeté que se levanta asustado. El tercer golpe, y la desbandada. El oficiante, monaguillo y los asistentes que no cesaban de mirar a la posición del fuerte, faltando al respeto que se debe a la elevada misión que se hallaban cumpliendo en aquellos históricos momentos, se desperdigaron monte atrás, dejando en su huída la bandera, el altar y la cruz. Lo que luego no averiguamos es si fusilaron a los que no pudieron terminar de oír misa, pues cabe también esperar todo eso de los militares traidores y del clero, también traidor.
Y para corroborar la veddad de cuanto decimos, hemos de añadir que, aquella misma tarde cayò en poder de los minero asturianos un requeté, a quien al tratar de huir, se le dió muerte. Registrado, se le hallaron una cruz en el pecho, un escapulario y la camisa blanca cubierta de medallas con la efigie del Corazón de Jesús lacerado y adornada la parte superior del distintivo monárquico que es la flor de lis. Esto prueba que los que ensangrentaban el suelo de España con sangre de mártires y de inocentes, tienen como grito de guerra el grito del clero, el grito de la religión que se ha de sentir avergonzada de su clero, que la ha convertido en impúdica meretriz y sus templos en guardas de elementos indeseables a toda sociedad que afirme su base en la civilización.
PENA DE MUERTE AL DEFENSOR
En los escasos momentos en que es permitido dar descanso a los fusiles, el miliciano charla de cosas distintas. Quien de su casa; quien también de su novia. Unos han dejado a una mujer, madre de sus hijos; otros a una madre que aguarda impaciente las nuevas de su hijo amado. Indistintamente todos hablamos de la guerra; de “ellos” y de los nuesros. Y el periódico es el elemento más deseado en el campo.
Acaba de llegar FRENTE POPULAR y mis compañeros de lucha me encomiendan que les lea en voz alta, misión que cumplo mientras algunas balas silban por encima de nuestras cabezas.
Todos se hallan en silencio escuchándome. Dos vigilan al enemgio, que ya terminó hace mucho tiempo la misa de seis. Después de recorrer casi todas las páginas, comienzo a leerles la vista de una causa de rebelión militar en que los autores han sido condenados a la última pena. Y llego a la parte en que dice haber sollicitado al defensor penas inferiores a las pedidas por el Fsical. Un compañero, un hombrachón de fuerte contextura física y alma de niño – el compañero Francisco Muniaín que no conoce el miedo-, no puede comprender que un defensor pueda solicitar el perdón de unos traidores y, en un momento en que no le es dado reprimir un gesto de ira, dice:
-¡Al defensor también hay que matarle!
Algunos nos reímos de su manifestación y Muniaín, todo impertérrito, agrga:
-Sí, hombre; no hay derecho que nadie pida benevolencia para esos...
Alguien se apresura a convencerle de que es obligación del defensor solicita el perdón; pero nuestro compañero no reconoce derecho de perdón para el villano que, después de haber lanzado a semejante movimiento al pueblo español, se esconde en atenuantes que le aminoren las culpas. Si fué culpable de que hubiera sangre en España –dice- que page las consecuencias sin que nadie, ni por ampararse en los trámites que señalan las leyes, pueda llevar al ánimo del traidor un átomo de clemencia.
Y este estado anímico y cerebral surte los mismos efectos en los demás milicianos. Millares de hogares, millares de madres, millares de esposas, millares de hijos lloran la pérdida de sus seres más queridos. Unos en el campo de batalla, otros bajo los efectos de la acción criminal de los facciosos que no respetan las poblaciones civiles, saben de la crueldad de los hijos desnaturalizados. Piden venganza y justicia. Por eso es fácil de comprender que el compañero Muniaín pidiera pena de muerte para el defensor.
El pueblo está viviendo horas cuyo calificativo verdadero es difícil hallar. La prueba es terrible. El calvario, insoportable. Y el enemigo busca con saña el blanco de sus instintos inmundos.
Las respectivas Milicias no desmayan. Ponen su pecho y su sangre generosos porque el faccioso no adelante. Lucha y muere por la librtad, por la Justicia para todos: pero ayúdesele. Nadie permanezca ocioso. Nadie se avergüence por ayudarle. Quien tal hiciera no es de los nuestros; no es del pueblo. Las Milicias combatirán hasta vencer. Son la vanguardia, el elemento de choque. Los de la retaguardia cúidense de que nada les falle, porque las fatigas de la guerra se distribuyen entre todos.
¡Todos a proseguir la lucha por la República democrática, por el proletariado y porque España sea grande, porque es grande su pueblo y porque el pueblo tiene que comer! ¡Nada más que por eso! Las Milicias ciudadanas reclaman venganza que es justicia y reclaman ayuda y colaboración de todo buen español.
¡Adelante, pues, todos; que así venceremos al enemigo del pueblo!
José AYERDI
“En lugar de aterrorizar, es preciso convencer”
Madrid. – “Mundo Obrero” reproduce del último editorial de “Solidaridad Obrera”, de Barcelona, las siguientes líneas, insistiendo en la necesidad de terminar con los atentados que vienen cometiéndose por grupos irreponsables:
“Se impone el derramamiento de sangre; pero hemos de procurar que el rojo de la sangre no llegue a nublarnos la retina, que la pasión no se adueñe de nosotros y nos haga cometer injusticias; que la sangre no llegue a ofuscarnos hsta el extremo de ver enemigos por todas partes, hasta el punto de anular a pobres diablos, a infelcies que si bien cometieron algún desliz pueden enmendarse, pueden llegar a comprender sus errores, y cuando las faltas no son de capital trascendencia, pueden y deben perdonarse. Termine ya ese terror que actúa en la sombra; que sea el Tribunal del pueblo quien a plena luz, con plena responsabilidad depure lo que depuración necesite, y sí hay que dar sangre y hay que matar, que todos vean y comprenan que tales suertes las necesita la tranquilidad de los pueblos laboriosos. Entonces, los hombres dignos, progresivos, se identificarán con esta especie de profilaxis social; entonces ese buen pueblo laborioso y humano ofrecerá la aprobación entusiasta a una obra de esta naturaleza.”
EL SARCASMO DE LA NEUTRALIDAD
Dada la trabazón de los intereses internacionales, la libre determinación de los peublos es hoy un tópico sin ninguna base real.
No alarme esta afirmación a las nacionalidades ibércias sometidas hasta hoy a un centralismo anuladro, puesta hasta la España, considerada como nación independiente respecto de otros Estados, no tiene libertad de acción para hacer dentro de sus fronteras lo que crea más conveniente a sus intereses o que más armonice con sus sentimientos, aunque otra cosa diga el derecho internacional.
Si en lo nacional las leyes dejan resquicio a la trampa, en lo internacional, los acuerdos y Tratados sólo se hacen y firman para ser respetados por los débiles, por la misma razón de su debilidad.
Discursos, conferencias, convenios y todo lo que parecería legislación internacional no es más que una parodia en que todos los actuantes se saben mutuamente enmascarados, maquillados para el “rol” que representan. Llegado el momento de las realizaciones prácticas, de interpretar realmente ante el mundo el papel asignado, cada comediante improvisa a su albedro –un albedrío relativo a su potencialidad- y todo lo anterior, lo previsto, loa cordado, queda reducido a nada. Mientras se trata de palabras, pocos dejan de entrar en razones. Cuando esas palabras deben traducirse en hechos, ya es distinto. Claro que no pretendo hacer ningún descubrimeinto. Sólo me sorprende un poquito de la paciencia con que los pueblos toleran a los cínicos faranduleros de la política que mal encubren los intereses que representan. ¿No sería más digno que practicasen francamente la prepotencia sin sorpresas ni traiciones?
Ahora mismo se da un caso curioso con respecto a España. Está visto y probado que los militares y fascistas que atentaron –criminales obcecados- contra la libre determinación del pueblo español, reciben auxilio de ciertas potencias interesadas en establecer una dictadura reaccionaria en España. Y está probado también que otras naciones tiemblan ante la perspectiva de que llegue a soldarse el peligroso triángulo de fasciso italo-germano-ibérico, porque ello comprometería no sólo el sistema democrático por que se rigen, sí que también la integridad de los territorios que en la fecha fiscalizan. Por esta última razón tiemblan los potentados de esas naciones liberales... y coinciden –por una vez- con sus respectivos pueblos, aunque las razones de éstos sean totalmente distintas. Lobos y rebaños aparacen unidos frente a la bestia fascista, unos, por el interés de sus dominio, y otros, por el de su libertad. He aquí la clásica unión de los enemigos entre sí contra el enemigo común. Pero, pero... veamos –dicen los potentados por la boca de sus políticos- ¿de qué se trata?
Hay, es cierto, un atentado bárbaro contra la libre determinación del pueblo español dentro de sus fronteras; hay, es cierto, un conglomerado de apetitos y ambiciones que no repara en medios para recuperar una presa que se le va de las manos, pero... pero la legalidad española surgida de unas recientes elecciones: la voluntad democrática así manifestada, a pesar de todas las trabas; en fin, el Gobierno republicano ¿no está asistido, en el caso presente de la subversión, por los socialistas, los comunistas, los sindicalistas y los propios anarquistas, que son, por convicción, apolíticos? ¿Es que se quiere establecer el socialismo, el comunismo, la acracia?...
Los pueblos, las masas de los pueblos del mundo, están de todo corazón con nosotros y contra el atentado reaccinario que se manifiesta con una ferocidad, con una saña, con una inhumanidad sin precedentes. Pero los potentados no preguntan de qué lado está la razón, la justicia, la democracia reafirmada por unas elecciones recientes y ahora plebiscitadas por todo el pueblo espontáneamente en armas contra los faccioso. ¡Quieren saber por qué se meten los socialistas, los comunistas, los confederados y ¡qué se proponen! No comprenden que el pueblo, la gran masa del proletariado, tiene que estar enrolado en aquellas entidades obreras. ¿Querían, acaso, que en un movimiento que va contra todo lo de izquierda se mantuviesen al margen las izquierdas?
Hubo que decirles que la unanimidad de la repulsa y la unidad de la lucha contra la facción obedecían exclusivamente al sentimiento antifascista. Hubo que decirles que al lado de la legalidad republicana, defendida por las milicias proletarias, estaban también los nacionalistas vascos, bien conocidos por su catolicismo, que no es el de los curas trabucaires, aliados con la morisma para escarnio de la cristiandad.
Y después de darles esta satisfacción –para que no se alarmasen del avance que suponían y que vendrá a pesar de ellos y de los de nosotros que tampoco lo quieren; que vendrá por propia gravitación de los acontecimientos, llámese avance republicano o de otro modo-; después de proclamar que nuestra lucha a muerte contra los militares traidores y los fascistas y los falsos católicos, era sólo de carácter antifascista, respiraron un poco y dijeron: “¡Ah, bueno! Siendo así, nos declaramos neutrales...”.
Y ahí tenemos una neutralidad en perspectiva, una neutralidad que atropella nuestro derecho de adquirir materiales que necestiamos; una neutralidad interpretada de tal modo, que pretende ser amistosa y es, en cambio, un reconocimiento tácito del faccioso como beligerante. ¿Cómo se entiende esto? No romperse la cabeza. Es muy sencillo: temen que de seguir comerciando con nosotros legalmente, la ayuda semiencubierta de las dictaduras fascistas a nuestros traidores se trueque en franca beligerancia contra la República española, porque en este caso tendrían que proceder enérgiamente... a hacer otra farsa en la Sociedad de Naciones. ¿Y necesitaban la satisfacción que les dimos para hacerles concesiones a nuestros enemigos?
Y bien. Que sigan con su tortuosa y cobarde política de concesiones como en Abisina. Que sigan. Si le llegan a valer a los fascistas las concesiones en contra nuestra, pronto tendrán que hacerlas mayoría en contra de ellos. Como no es posible creer en tanta candidez, no es aventurado suspicacia pensar que le encienden una vela a Dios y otra al diablo. Al fin, entre bueyes no hay coranda... Pero ¿y sus pueblos? ¿No les ven estremecidos de entusiasmo solidario por nuestra causa, que es la causa de la libertad? ¡Ah! Si sus pueblos, además de hablar, sacuden su modorra y obran... entonces esos calculistas y cobardes pasarán a la picota de nuestros traidores. Y se convencerán, de una vez para siempre, que si se concibe el salto mortal en el espacio, no se concibe en el tiempo, y menos hacia atrás. El salto en el tiempo hacia atrás es mortal de necesidad. Piénsenlo bien los calculadores y cobardes, los suicidas...
M. Vázquez PEDROUZO
Bilbao.
EL PLUS DE LAS CLASES DE TROPAS CASADOS SE HACE EXTENSIVO A LOS VIUDOS CON HIJOS
Madrid. – El ministerio de la Guerra ha aclarado que el plus fijado de cinco pesetas diarias para las clases de tropas casado que estén en operaciones con motivo del acutal movimiento revolucionario se haga también extensivo a los individuos de dichas clases cuyo estado sea el de viudos con hijos.