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UNA NOTICIA DEL DÍA


PERFILES DE LUCHA

Viernes, 11 de septiembre de 1936

Páginas:

Redacción, Oficinas y Talleres
GARIBAY, 34

FRENTE POPULAR
DIARIO DE LA REPUBLICA

Teléfonos: 14.621 y 14.634
San Sebastián, 11 de Septiembre de 1936


EN EL CAMPO REBELDE
Una caja de sardinas para cuatro y un kilo de pan no es suficiente para avivar la llama patriótica

Ni para volver a encenderla. – El milagro de la Virgen. – Automóviles a cincuenta pesetas. – Las fábulas que se hacen correr en el campo rebelde. – Desmoralización de las fuerzas. – Fusilamientos en masa para mantener la disciplina


Jean Paul Bouguennes y Jean de Berne, dos periodistas franceses que han permanecido unos días en territorio rebelde de Aragón y publican en el gran hedomadario francés “Vendredi”, unas impresiones de su viaje, en extremo interesantes. Son las siguientes:

De Zaragoza a Canfranc, de Canfranc a Zaragoza, hemos recorrido la línea, cada vez más sinuosa, que separa el entusiasmo de la laxitud, el buen derecho del falso, la libertad del fascismo.

Camaradas, esto va mal para “ellos”.

* * *

Toda la atención fué desviada estos últimos tiempos (¡y con qué habilidad!), sobre Irún y San Sebastián, que podían caer.

Nadie sospechaba los recursos de bravura, entusiasmo y resistencia de los vascos... Estaban condenados, irremisiblemente perdidos. ¿Recordáis? Irún estaba cercada. San Sebastián, hambrienta, no se defendía siquiera. Todos habéis leído esto. ¡Qué bochinche!

Durante este tiempo, en Aragón los rebeldes jugaba una partida desesperada, y nadie en Francia se lo figuraba.

Todos los enviados especiales seguían desde Hendaya con prismático o a simple vista las explosiones estériles de los obuses que se producían de continuo sobre el césped en las afueras de la fortaleza de Guadalukpe.

Batalla encarnizada... Bombardeos...

* * *

Pasemos, pues, a cosas serias y dejemos de lado las bobadas. Iremos pronto, cuando esto acabe, a broncearnos el pecho sobre la arena de la playa de San Sebastián, tranquilamente, y después beberemos manza nilla a la salud de los fascistas.

El único inconveniente es que quizá ni haya más fascistas...

Pero, bah, ¡En cambio quedará manzanilla...!

Nos consolaremos.


UN MILAGRO
Cuando llegamos a Zaragoza, los cánticos y los soldados llenaban la calle y daban ya un avance del programa carlista. Allí había falangistas, requetés, descamisados (?) y curas.

Curas sobre todo. Curas grasos y curas magros. Claro que de éstos bastantes menos.

Era para ellos un día de gloria. La Virgen del Pilar, durante la noche, había hecho un milagro y se le entonaba alabanzas. Con la boca llena de cánticos se derigían, entre las casas de ladrillos amarillos, hacia la basílica. Había una gran multitud y de lejos el espectáculo impresionante, recordaba todos los días los desfiles de Lourdes y las procesiones de Santa Ana de Auray.

Desde cerca la admiración caía de pronto al suelo y no rebotaba. Los frailes, muy satisfechos, se rodeaban de chiquillos, lo cual no estaba muy de acuerdo con la solemnidad que se daba a la ceremonia.

Los oficiales estaban muy bellos, barnizados como recién salidos de una caja y olían a heliotropo y a cuero. Todos cantaban.

La Virgen del Pilar, patrona de Aragón, había demostrado su poder al torcer el curso ¡caramba! de tres bombas lanzadas sobre ella por un avión “rebelde”. Más aún, las bombas, santificadas, habían quedado mudas, sin poder estallar.

Un milagro, señores y señoritas, un verdadero milagro.

Una de las bombas, desvida más violentamente que las otras de su camino, había hecho un agujero en el techo de la catedral. Sobre este agujero y para conmemorar el “atentado catalán” figura en el día de hoy una cruz de acero, elevada ostentosamente. Se celebra su inauguración. El agua bendita corría a chorros y el señor Gómez Arroyo, presidente de la Asociación de Caballería del Pilar, lanzaba torrentes de elocuencia.

-Amigos míos –decía- esta cruz de acero debe mantenerse eternamente presente en nuestros espítitus. Es el símbolo de la resistencia feroz, que con la ayuda de Dios, oponemos a los partidarios de Satán (textual).

-Cruz de acero, de madera y de hierro, si miento, voy al Infierno.


UNA ESCENA CURIOSA
Llega la noche; la plaza, la inmensa plaza del Pilar, aparece desierta y sobre parados.

El camelo, durante unas semanas, fué las riberas del Ebro se extienden las sombras. La ciudad está tímdiamente alumbrada porque se espera un raid de los aviones gubernamentales. Sin embargo, no se les vió ni por los alrededores.

Las tabernas están llenas de carlistas tocados con boinas rojas, que beben el vino en vasos llenos para olvidar la angustia que los atenaza. Tienen que partir a las filas por la mañana para recuperar el peligroso camino de Sariñena, donde la batalla es muy dura.

Allá puede estar la muerte. Aquí está la tranquilidad relativa.

Siguen bebiendo.

Un anciano entra en el local y todo fuego, todo llama, quiere producir su entusiasmo dirigiéndoles la palabra.

-¡Carajo! ¡Les podremos!

Los carlistas se encogen de hombros y uno de ellos, levantándose pesadamente, agarra al anciano por la chaqueta y le echa a la calle.

El entusiasmo, por lo que se vé, comienza a demostrarse en toda su plenitud.


LAVAL EN EL PODER
Realizamos los necesarios trabajos de aproximación:
-Tabernero, traiga algo para que beban estos gloriosos jóvenes.

Los gloriosos jóvenes acogen con agradecimiento los vasos de vino y nos preguntan qué generales extranjeros eran los que así favorecían a sus expensas el refrescamiento de las gargantes rebeldes.

-¿Es usted francés? –dijeron-. Probablemente usted ha huído de la revolución comunista.

-¿Qué revolución comunista?

-Pues la de París.

Nos explicaron después que Thorez, ayudado por Blum y Daladier, había intentado apoderarse de la capital, pero que el golpe no había tenido éxito porque el mariscal Petain sublevó todo el sur de Francia contra el usurpador.

-Desde luego –añadió un falangista- esta mañana nos han leído un informe de que el movimiento revolucionario estaba contenido y que M. Laval había tomado el poder.

-¿Cómo es M. Laval? –nos pregunta un carlista.

-Pues, hombre –decimos con franqueza- es un hombrecito que tiene una jeta bien fea, pero, sin embargo, es un modelo de probidad y de honor.

-Entonces, viva España.


LO QUE UNO AVERIGUA NADA MAS QUE EN ARAGON
¡Ah, los palurdos...!

Los grandes, los pequeños, los hinchados, los astutos...

-¿Sabe usted, señor, que la flota alemana ha bombardeado a los barcos gubernamentales? ¿Pero, entonces, usted no lee los periódicos?

-La guerra ha terminado. En todo caso, no es más que cuestión de unos días ahora que tenemos el apoyo de Italia.

-¡No es posible!

-Sí. Tres regimientos motorizados italianos van a desembarcar en Cádiz. Ahora va usted a ver.

-¿Tres regimientos?

-O cuatro... ¿O es que usted no escucha la radio?

-¡Ah!

-¿Qué más hay??

-Que acabamos de enterarnos de que M. Laval, habiendo dominado la revolución francesa, venía a poner vuestro glorioso ejército a nuestra disposición.

-Después de esto, como unmuñequito, da usted tres vueltecitas y se cae de espaldas.


MURMULLOS EN LAS FILAS
Esto no es una broma.

Evidentemente. Cuando a uno le sirven por primera vez estas noticias “oficiales”, se queda uno un tanto sorprendido. Después, a pesar de la costumbre, cogimos con un encanto sin cesar renovado, los comunicados destinados, no a llevar fantasías a los corazones rebeldes, sino a mantener la moral en el ejército.

Ahora bien. Sucede que las mejores intenciones llegan a tener efectos ines- la fuerza principal de los ejércitos carlistas; y los soldados, inflados en bloque, persuadidos de que Europa entera estaba con ellos, partieron alegremente. La victoria no tenía ni sombra de duda.

¡Ah! señores, si ustedes les hubieran visto a los valiosos defensores del movimiento nacional. Se hubiera dicho que habían comido carne de toro.

Pero este toro, rápidamente digerido, se qeuda en humo de pajas.

Bien pronto las noticias sensacionales no encontraban ya crédito. Se comenzó a murmurar. No se creyó en el apoyo de Italia. Se dudó del papel atribuído a la flota alemana por los comunicados leídos cada día –esto es auténtico- en los cuarteles.

Las tropas, que por Cristo Rey no hacían de la revolución cuestión de dinero, encontraron mal que las pagas se espaciaran y que la alimentación se rarificara.

-Nos hemos convertido en héreos, pero esto no nos impide ser todavía hombres –nos decía un soldado con una candidez soberbia y completamente ibérica.

Una caja de sardinas para cuatro y un kilo de an no es suficiente, en efcto, para reanimar la llama patriótica. Ni sobre todo, para volver a encenderla.

Porque está muerta, muerta...

Que ya es como un ramo de flores... marchitas.


CARIDAD, POR FAVOR
Era en Zaragoza, siempre en la plaza del pilar, donde pusimos el dedo en la llaga. Llaga de dinero, pero llaga mortal, lo cual demuestra la falsedad de un provervio del que se abusa desde la crisis.

Un gran coche, de reciente modelo, pasó en tromba ante el Gobierno civil. Y, después de haber estado a punto de derribar a un grupo de personas en la calle de Alfonso I, se detuvo delante de la Basílica.

El coche estaba lleno de militares, lo cual explicaba, luminosamente, por qué el chofer no observaba las leyes elementales que salvaguardan a los peatones.

Nos aproximamos curiosamente.

-¡Qué calor!

-En verdad, señores, qué calor.

-¿Son ustedes extranjeros? ¿Sí? En ese caso, ¿podrían ustedes comprarnos este soberbio coche? Porque se vende, señores. Les serviría para visitar la provincia.

-¿Cuánto?

-Cien pesetas, señor.

-¿Cien pesetas? –gritamos nosotros- pero si nos han ofrecido un coche mejor por cincuenta...

La discusión duró un buen rato y finalmente nos llevamos el auto, o mejor dicho, el auto nos llevó a nosotros.

Nos había costado cuarenta pesetas. Es decir, ocho francos. Los fascistas no habían vendido pesetas a veinte céntimos de franco, pues tienen gran necesidad de divisas extranjeras.

Ni qué decir tiene que nuestro “V8” – un “V8” que había rodado muy poco- no nos sirvió más que una tarde. Había sido confiscado o robado y no poseía documentación.

Tal vez hubiera sido peligroso conservar el coche mucho tiempo, y por otra parte, la esencia ya no hay modo de encontrarla en Aragón.


“HERALDO DE MADRID” Nada de esencia. Nada de víveres. Nada.

A la hora en que aparecerán estas líneas escritas apresuradamente al regreso de un viaje movido, peligro y fatigante, Zaragoza habrá caído en manos del ejército regular, o padecerá hambre.

Tal vez incluso los habitantes de la capital aragonesa habrán entregado las llaves de la ciudad a los leales.

Porque la segunda vez que les vimos, estaban cansados, cansados. Las requisa habían agotado sus recursos. Reinaba el terror.

Estaban cansados; pero su cansancio dejaba lugar al odio, un odio concentrado y terrible, explotado con extraordinaria audacia por los militantes de izquierda que habían quedado allí.

-Se ha fusilado a casi todos los nuestros, nos decía uno de ellos. Se han quemado vios a muchachos y mujeres. Se ha aplicado la consigna famosa del general Mola: “Ya no habrá comunistas”. Pues bien, quedan a pesar de todo. Tal vez vivirán todavía bastantes días para acoger llorando de alegría a las vanguardias leales. Quedan comunistas, socialistas, anarquistas y hasta hombres sin partido a quienes el terror fascista ha abierto los ojos. Tenga.

Sacó de su bolsillo un periódico todo arrugado, todo roto, hecho una bola, y ufano lo desplegó.

Era el “Heraldo de Madrid”.

-Lo distribuimos en el mismo seno del ejército, añadió el militante. Y le aseguro que a los soldados no les disgusta el llegar a saber, por fin, lo que pasa exactamente. Han comprendido. Actualmente sólo combaten las tropas de verdaderos soldados. Los alistados voluntariamente emplearon con eficacia la fuerza de inercia. Cuando lleguen el momento, verán ustedes lo que pasará... Unos días más de paciencia...


UN POCO DE GEOGRAFIA
Vinimos por la carretera directa de Huesca a Zaragoza. Para volver a marchar tuvimos que hacer un rodeo hacia el oeste, porque parecía que las tropas gubernamentales habían conseguido su maniobra consistente en separar las dos ciudades, cortando entre ellas las comunicaciones.

Un poquito de Geografía, ¿quieren ustedes?

¡Oh, no nos pondremos pesados!

Entonces vamos allá:

Desde el desfiladero de Sompor (frontera francesa), bajáis todo derecho hacia el sur. Encontraréis Jaca, una ciudad de guarnición, de la que ya se hablará. Mucho más al sur, Zaragoza. Entre Zaragoza y Jaca, Huesca.

Estas tres ciudades, todavía en poder de los rebeldes a la hora en que escribimos, están unidas entre si por una carretera, por una vía férrea. Tiene una importancia estratégica tal, que de su suerte depende la de todo Aragón.

La línea Zaragoza-Huesca representa casi la línea del frente. Es al asalto de estas tres plazas fuertes –una manera de hablar- a lo que se lanzan las columnas gubernamentales.

Huesca está cerrada y cortada de Zaragoza. Caída Huesca, Jaca cae automáticamente y los ejércitos regulares pueden entonces avanzar a Zaragoza, por el norte, por el este y por el sur.

Terminada la pequeña lección.


PANICO...
Somos los únicos periodistas que estos últimos tiempos hemos recorrido Aragón. Era una empresa peligrosa, ya lo hemos dicho; pero todo lo que hemos visto hace que no nos pese habernos expuesto así a las doce balas reglamentarias.

Hemos asistido a los primeros movimientos de descontento en el ejército rebelde en Zaragoza. Al regreso nos tocó ver el derrotismo, el pánico, el terror y el comienzo del hambre.

Del este al oeste llegamos a las inmediaciones de Huesca, que la semana anterior habíamos visto ardiendo después de un bombardeo nocturno.

Los soldados tiraban oblicuamente y tenían buenas razones para hacerlo: sentían hambre. Iban, en verdad, pero con la convicción del buey que va al matadero sabiéndolo.

Al pasar nos pedían víveres y tabaco y maldecían casi abiertamente la guerra civil.

Muchos intentaban huir. Algunos lo conseguían y franqueando los desfiladeros peligroso de los Pirineos, venían a buscar un asilo en Francia.

-Estabamos tranquilos. ¿Felices? Tal vez no; pero tranquilos. “Ellos” nos han arrojado a la lucha, a cuerpo limpio. Ahora...

Encogían los hombros y reanudaban su camino arrastrando el paso.


...Y TERROR
Cuando los generales sintieron que el ejército era presa del escepticismo, abandonaron todo camelo y jugaron su última carta.

-Que a la menor vacilación se ejecute a los malos soldadso, comunicaron oficialmente a sus estados mayores. En caso de sedición, no hay que dudar en diezmar un batallón y hasa un regimiento entero en los casos más graves. Todo oficial tiene derecho de vida y muerte sobre sus hombres.

Decenas, centenares de hombres fueron fusilados en el mismo día, sin juicio, a fin de que los supervivientes, conquistados por el más puro patriotismo, resistan unos días más en el frente nordeste.

El efecto fué deplorable y comenzaron las deserciones en masa: se recuerda el caso de los 1800 soldados de Zaragoza que con armas y bagajes se entregaron a los gubernamentales de Sariñena. Era el principio del movimiento.

Hoy reina el mayor desorden en el ejército. Los suboficiales mismos tienen derecho a matar, por una palabra, a sus soldados. Estos, por otra parte, no se privan de expedir a sus jefes al país real de Cristo-Rey.

Cerca de la frontera –que hemos franqueado esta noche- los pueblos estaban, por decirlo así, desiertos. Todos los hombres habían huído de la leva y corría el rumor de que los aviones catalanes bombardeaban Jaca.

-¿Creen ustedes que “ellos” van a ganar?, nos preguntaban, llenas de esperanza, las pobres gentes aterrorizadas que encontrábamos.

-Seguramente.

Entonces se frotaban las manos, suspiraban de gusto y decían que su pesadilla iba a terminar.

Jean Paul Bouguennece y Jean de Berne.


FRENTE POPULAR
Se vende por las calles a todo el público en general.


SERVILISMO
PORTUGAL, LACAYO DEL FASCISMO

Cuando la invasión italiana en Abisinia, una estampa de figuras mercenarias y pinceladas de la sinrazón más clara quedó presente a la vista del mundo entero. El fascismo de la patria de los antiguos Césares romanos culminaba el hecho monstruoso de invadir un país extraño con el beneplácito de unas naciones afines a su ideología y con la tácita aprobación del organismo ginebrino, del que cabía esperar, por su composición y estructura, actuación muy distinta y opuesta a la que marcó desde un principio.

Ahora el fascismo, siguiendo la ruta señalada por la ambición del individuo ávido de mando opresor y con la colaboración del capitalismo sin corazón ni humanidad y el clericalismo de pasiones materiales, trata de extender su dominio y añadir un eslabón más a la cadena que aprisione al ser humano.

Algunas naciones europeas son ejemplo fehaciente de tal afirmación. Italia, no contenta con ejercitar en su suelo el Gobierno del fascismo, rompió los tratados de paz y se apoderó por la razón de la fuerza de un territorio donde no podrá llegar a ser ni tan siquiera padastro.

Con España se repite actualmente la suerte. No tal nación exclusivamente es la que hace el juego al traidor, sino que el ardid –bien claro en esta ocasión- consiste en que la iniciación corresponde a españoles vendidos al fascismo, y el fascismo extranjero contribuye alimentando el fuego de la traición con elementos que secundan la acción guerrera.

Es este el cuadro esquemático de la lucha en nuestra patria. No es guerra civil entre la República y el afán de implantar nuevamente la Monarquía. Es, sencilla y simplemente, la lucha entre el fascismo importado del extranjero y el proletariado español, es lucha contra la República, que aspira a ser social, contra la libertad de conciencia y contra la máxima concordia entre los hombres.

Prueba bien elocuente es que en España se halla constituído un régimen legal, mediante el sufragio universal. Nadie, en buena lógica, puede cobijar ni amparar en su cerebro la idea de que exista un derecho humano de poder derrumbar tal régimen por la fuerza de las armas. Si la razón ha de iperar, la razón está de parte de la República, de parte del pueblo que lucha contra el fascismo. Y la República española ha de merecer, por consiguiente, de toda nación extranjera, en todo tiempo, el trato que se dá a todo régimen legalmente constituído. Y la República española ha tenido este trato, a lo menos diplomáticamente, en días de paz.

Llegó la hora del alzamiento militar. España republicana, la España auténtica, se ve amenazada con ser destruída criminal y bárbaramente, y en el horizonte internacional se distinguen las primeras manchas negras de la traición internacional. El desleal a su promesa de servir a España auténtica, a la España republicana, recibe ayuda extranjera, y potencias extranjeras se colocan abiertamente en contra del Gobierno legal, frente de la legalidad de una nación que vive dentro de la ley nacional e internacional. Y aumenta cada día esta ayuda con el envío de remesas que son indispensables al traidor para proseguir la campaña bélica de esta magnitud. Y llegan las naciones extranjeras en su desfachatez –por no calificar de otro modo la traición- a favorecer la acción de nuestro enemigo de obra y de palabra.

Este es el caso de Portugal, pedazo de la Península ibérica y que se ha hecho acreedora a ser apartada de ella y anexionada a otras naciones donde impera también el fascismo.

Si de otras sabíamos que favorecen la insurrección española con medios ilícitos, la certeza de que Portugal es aliada del alzamiento militar la tenemos en los conceptos que, diariamente, vierten sus estaciones emisoras. Sin dignidad, sinátomo de vergüenza, exentas del menor concepto de neutralidad –que no es mucho pedir- jalean al felón y celebran sus deseos de triunfo y estos mismos triunfos ficticios como si ella misma se hallara encuadrada en la contienda que disputamos. No es bastante para Portugal con retransmitir informaciones falsas, cuya paternidad nadie desconoce, sino que pone el comentario más mordaz y estúpido a todas sus informaciones. Y cubre el fondo bilioso de sus noticias con el vocabulario y lenguaje que más pueden herir nuestra sensibilidad y mortificar nuestro corazón de españoles.

Tratando de estas cuestiones, en que es fácil incurrir en extralimitaciones de conceptos (que tendrían justificación dado al estado de ánimo del pueblo español), quisiéramos usar de toda mesura en el enjuiciamiento: pero Portugal, sin tapujos, y otras naciones, cubiertas las apariencias con un velo harto sutil, han dejado conocer sus inclinaciones y sus preferencias, y calificar su actuación y su intervención en España con benevolencia crítica, sería el colmo de la idiotez.

En España –como hemos anticipado- no lucha la República contra el deseo de implantar un régimen monárquico. En España la lucha ha llegado a términos en que es preciso darse cuenta de que combatimos contra el fascismo importado, contra el fascismo de otras naciones que pretenden que España sea un país más servil y lacayo de ella, como Portugal es lacayo del fascismo.

Franco trajo a nuestras tierras fuerzas mercenarias que son las que, desarticulado el equipo “requeté” y falangista, viene sosteniendo últimamente esta lucha inhumana conjuntamente con los soldados del pueblo, que combate a la fuerza y contra su voluntad. Esto lo ha hecho uno que se dice español y juró servir a la España auténtica; pero naciones extranjeras, y con mayor doblez Portugal, alientan y amparen este alzamiento. Nada de conformarse con no intervenir en nuestra cuestión: el plan es luchar todo el fascismo unido contra la España republicana. ¡Cómo, si no, iba a durar todo este tiempo la traición de los militares!

España entera sabe a quién combate. Sabe, porque vien pagando consecuencias sangrientas, y no debe olvidarlo cuando llegue la ocasión. No será venganza, sino justicia, que es cuanto ahora nos la niegan a nosotros.

José AYERDI


EL CIUDADANO UE NO LUCHA EN EL FRENTE DE BATALLA;

EL QUE NO LUCHA EN EL FRENTE DE TRABAJO EN UNA ACTIVIDAD RECONOCIDA;

EL QUE NO CUMPLE MISIONES CONCRETAS DE ORGANIZACION O DE VIGILANCIA PERFECTAMENTE CONTROLADAS POR ORGANISMOS RESPONSABLES,

FAVORECE CONSCIENTE O INCONSCIENTEMENTE A LOS FACCIOSOS.


EN VIZCAYA
INSTRUCCIONES PARA EL ABASTECIMIENTO DE LOS EMIGRADOS

Bilbao. – Los emigrados y milicianos de las distintas localidades que actualmente residen en la provincia de Vizcaya debido a las circunstancias especiales por que actualmente atravesamos en la lucha a muerte que estamos librando con el fascismo hasta su total exterminio, se atendrán a la siguiente estructuración orgánica para resolver todo lo relacionado con el abastecimiento en general:

Primero.-En cada edificio, chalet, buque o convento donde estén alojados los milicianos o emigrados, se encargarán ellos mismos directamente de nombrar una Comisión responsable que tramite todo lo relacionado con el abastecimiento en general.

Segundo.-Esta Comisión se dirigirá diariamente a la Comisión de Abastos de la Junta de Defensa de cada pueblo o localidad, pidiendo todas cuantas cosas o géneros fuesen necesarios, siempre, naturalmente, dentro del marco en que las posibilidades actuales permitan el máximo de la normalidad posible.

Tercero.-Cada Comisión organizará en cada lugar la condimentación de los alimentos, para lo cual la Sección de Abastos de cada pueblo o ciudad suministrará lo que sea necesario, diariamente, a estas Comisiones de emigrados.

Cuarto.-Las Secciones de Abastos de las diversas localidades en las que se suministre género a los emigrados, se dirigirán a la Sección Vales y Cantinas, perteneciente al departamento de Comercio y Abastecimiento de Vizcaya, en la cual se extenderán los vales necesarios para transportar y adquirir por medio de los vales todos aquellos artículos con destino a los emigrados exclusivamente y que fuesen necesarios al abastecimiento de éstos, con cargo al departamento de Comercio y Abastecimiento.

Para más detalles dirigirse a los teléfonos 14.810 y 14.804, pertenecientes a la Sección Vales y Cantinas, sita en la Gran Vía, número 23, en la cual se extenderán los vales necesarios para el suministro de géneros y se organizará todo lo relacionado con el abastecimiento de emigrados y milicianos civiles.

Esperamos sean atendidas fielmente estas instrucciones, que tienden a resolver de una forma organizada el referido problema.-El delegado de Vales y Cantinas.


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