Sábado, 15 de agosto de 1936
Redacción, Oficina y Talleres
GARIBAY, 34
FRENTE POPULAR
DIARIO DE LA REPUBLICA
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San Sebastián, 15 de Agosto de 1936
REPORTAJES RAPIDOS
Una visita a la frontera, Alava y nuestros frentes de Aralabán y Ochandiano
La dinámica ciudad de Eibar.-El arrojo de los mondragoneses. El 25 de julio en Vitoria.- El aceite de ricino en rivalidad con el agua.- Impresión lamentable
PLACIDEZ
Hemos sentido curiosidad por explorar la costa vasca, llegarnos hasta el límite de la provincia y, a ser posible, adentrarnos en territorio alavés. Dado el tiempo espléndido, la belleza de los paisajes y la tranquilidad que existe por todo el trayecto hay momentos que creemos que estamos realizando un viaje de recreo. Orio y Zarauz apenas se diferencia de veranos anteriores, ya que exceptuando las barreras que obstruyen el paso en las carreteras y la presencia de algún miliciano con los útiles de guerra, el ritmo de estos pueblos no ha sido alterado en lo más mínimo. Zumaya y Deva tampoco varían de los días plácidos de sosiego y trabajo. Algún que otro “trabajador” que viene de la playa con su albornoz entreabierto: a lo lejos, sobre el mar, unas manchas negras nos advierten que las abnegadas gentes marinas se procuran el sustento para sí y para sus hermanos; en el puerto, barcos varados parecen bostezar de aburrimiento, enfin, los comercios, con sus puertas abietas; sus pequeños talleres en plena actividad, nos dicen bien a las claras que las columnas facciosas no se han acercado por estos lugares.
Alejados de estos pueblos costeros, la monotonía que produce la carencia de hostilidades guerreras anima nuestro espíritu por indicarnos que en todo este sector el tableteo de los disparos no es capaz de ahuyentar a la más cándida paloma.
DINAMISMO
La Muy Ejemplar Ciudad de Eibar presenta el aspecto de una gran urbe. El tránsito rodado es enorme y el de los peatones no cesa un instante. A juzgar por el dinamismo que en todos los órdenes se observa parece que esta industriosa ciudad es el eje de las operaciones de España. La confortable Casa del Pueblo es invadida constatemente por milicianos y demás fuerzas adictas al Gobierno. En este edificio se han habilitado los comedores para los que luchan en los frentes y cuantos leales se ven obligados a parar aquí para luego dirigirse a los puntos de destino. De la buena organización que se observa en los Centros no vamos a hablar por ser de todos conocido el amor, diligencia y celo que caracteriza a los eibarreses cuando se trata de la defensa de las libertades del pueblo español.
Diríase que éste es el punto de enlace de todas las operaciones que se desarrollan en toda la provincia, ya que, como todos sabemos, todo su perímetro geográfico está por completo despejado. Esa actitud adoptada en Eibar es la natural serie de precauciones que debe de tomar una ciudad de esta importancia, que aunque vea que en ella no existe la menor muestra de alarma, se prepara, si no para defenderse, porque no es atacada, para acudir a otros puntos y reforzar el sólido bloque compuesto por todos los trabajadores y que será la piedra demoledora del viejo y carcomido edificio español.
MONDRAGON Y SUS HIJOS.
Mondragón, que tantas pruebas ha dado de valor y heroísmo y de verdadero espíritu liberal, en esta ocasión, como en las anteriores, ha dado sus hijos a la República para que la defiendan. Por las calles donostiarras hemos visto a innumerables mondragoneses en los días en que más fuerte y rabiosa era la acometida de los enemigos de la Libertad, pelear en los lugares de mayor peligro con verdadero encono. Posterior, hemos vuelto a varios en muchos frentes de batalla. Ninguna ha dejado de honrar con su bravía al pueblo que representan. Mondragón puede sentirse orgulloso de sus hijos...
La villa cerrajera ha echado a sus puertas, en estos momentos de intensidad y dramatismo, las llaves de la seguridad que hacen impenetrable en ella a los que, sin ir a buscarlos, pretendieron humillarnos y hacer de nuestras personas seres sin equilibrio mental.
Mondragón se encuentra en estos momentos gozando de la tranquilidad que ordinariamente reina en el pueblo. Vida de trabajo, ninguna alarma, los vecinos no parecen estar frente a la guerra que los trabajadores estamos librando. Su fisonomía ofrece el aspecto de un pueblo alejado de toda contienda.
Unicamente, Mondragón ha vivido muy ligeramente la lucha contra el fascismo en los primeros días que tuvo lugar la provocación del señoritismo traidor y despótico. El cuartel de la Guardia civil que allá existe contaba con una plantilla de veintidós hombres, que en aquellos momentos sintió debilidad por secundar una causa que tan bárbaramente iniciaron los reaccionarios. Los muchachos de Mondragón habían acudido a Eibar a engrosar una columna que había de dirigirse a Vitoria y sofocar el movimiento insurreccional. Este momento fué aprovechado por los guardias de Mondragón para, aumentando su número con los de los pueblos circunvecinos, hacerse fuertes en el cuartel en compañía de sus mujeres y niños. Una señorita antifascista que se encontraba de servicio en la Central de Teléfonos pudo percatarse de las intenciones de estos desleales guardias. Rápidamente avisó a Eibar y Bilbao dando cuenta de lo que podía ocurrir en Mondragón si no se enviaban fuerzas. En seguida vinieron estas y, dirigiéndose al cuartel de la Guardia civil, conminaron a que se rindieran bajo amenaza de hacer fuego contra los que allí se encontraban.
Estos, comprendiendo la gravedad de su situación, imploraron clemencia para sus mujeres y niños, lo que para nosotros es una prueba de la cobardía que sienten todos los que secundan el movimiento traidor a España; pues cuando unos hombres se lanzan a una lucha muerte, si son valientes, si tienen sentimientos humanos, los sentimientos que tantas veces estamos demostrando poseer todos los que pretendemos aniquilar a esa podrida generación de parásitos, deben hacerlo sin escudarse en débiles mujeres e inocentes criaturas. Clemencia hubo -¡cómo no!-; y así, lo que pudo ser una verdadera tragedia para este pueblo laborioso quedó reducido a un chispazo sin importancia.
En esta villa tuvimos ocasión de conversar, en el preciso momento en que a ella llegaban, con dos muchachos que, huyendo de Vitoria, pudieron llegar a juntarse con los que como ellos piensan. No puede tener más visos de comicidad y tragedia el relato de lo ocurrido en la capital de Alava. Aquello más que la persecución del triunfo de la guerra fratricida es una casa de locos. El aceite ricino se está consumiendo más que el agua. Quien no contesta al grito de “Viva España”, porque ha enroquecido de tantas veces que ha sido obligado a pronunciar: Aceite ricino. Un embudo es el encargado de verter por la boca del que se niega un litro de esta “agradable” golosina.
Pero, a veces, la “bronca” se hace pesada, pues hay salvajes que interpretan que el aceite ricino es tan sabroso como el “peleón” que tanto les enloquece y, entonces, deciden cortar a sus pobres víctimas bien una oreja o un dedo.
Los curas, recelosos sin duda aún de sus mismos fieles, penetran en las iglesias a oficiar los cultos con los trajes talares y provistos de cartucheras y fusil; y, muy lógico, quienes tal ejemplo reciben, escuchan la misa igualmente armados. O sea, que ni en estos sagrados lugares hay confianza.
Pero lo que verdaderamente ha traspasado los límites de la depauperación es lo ocurrido el día de Santiago, 25 de julio. A todos los “requetés” y demás rebaño humano que recogieron de los campos de Alava los bajaron a la ciudad, y después de formarlos y organizar un desfile al que quisieron darle tonos militares, les emborracharon tan bárbaramente, que el mismo Baco, de presenciarlo, hubiera estado expuesto a perder su trono. En tan calamitoso estado, totalmente inconscientes de cuantos actos cometían, se dedicaron a la violación de moradas; arrasaron cuanto a su alcance encontraron; se mataron entre sí, pues en su demencia alcohólica de nada se daban cuenta, y asesinaron a no pocos izquerdistas; los lupanares eran asaltados con ímpetu que sólo pueden provocar apetitos feroces; la soldadesca, ya destrozada la válvula de los desviados instintos, cometió cuanto atropello pueda concebir una mente racional.
Nos dicen los jóvenes que Vitoria se encuentra en estos momentos bastante abandonado. Hace unos días que tuvo que salir rápidamente para Valladolid csi toda la tropa, pues se recibieron avisos de que en aquella ciudad se había sublevado contra los jefes parte de las tropas facciosas. Ambos muchachos salieron sin grandes apuros de la capital alavesa y aseguran que, como ellos, hay muchos que esperan cualquier descuido de quienes les vigilan para escapar y juntarse a nuestras fuerzas.
EN LA FRONTERA ALAVESA
Hasta estos momentos no hemos encontrado a nuestro paso por los pueblos el menor vestigio de intranquilidad. No puede ser más agradable la impresión que llevamos recogiendo. Pero nos han dicho que en Salinas de Léniz y en el alto de Allabán hay unos puestos de milicianos leales que guardan la frontera de la provincia y que por los citados lugares grupos de “requetés” hostilizan a nuestras fuerzas., Existen dos carreteras que conducen a la cumbre: la “nueva” y la “vieja”. Advertidos de que por la primera es por donde con más frecuencia merodean los “siervos” de Santacruz iniciamos su ascenso por la que se halla más despejada. En el límite de ésta, existe un puesto de miqueletes que en estos momentos está convertido en plaza fuerte. Los que ocupan este puesto nos dicen haber pasado la noche con absoluta tranquilidad. No han temido al enemigo; quien solamente les ha atacado ha sido el intenso frío que en este alto se ha hecho sentir.
A los albores del día, que es cuando el enemigo tiene por costumbre iniciar los ataques, todos los puestos son reforzados. Más arriba del que acabamos de citar se encuentra otro, el de Izuquiza, que sirve de observatorio. En este momento llegamos nosotros y, dejando el coche en Arlabán, nos dirigimos a Izuquiza. Veintiún hombres han hecho guardia esta noche. Todos bilbaínos, venidos a Mondragón a ayudar a sus hermanos, pues interpretan que al no tener en su punto de origen motivo para luchar contra los facciosos, es su deber no mantenerse inactivos. En este espléndido lugar se presenta ante nuestra vista un panorama verdaderamente inolvidable. Un miliciano nos cede unos prismáticos de largo alcance, con los que podemos ver, un tanto confusamente, los edificios y torres que más sobresalen de Vitoria. La impresión no deja de ser un poco fuerte para nosotros al pensar que estamos viendo una de las plazas donde se hallan hechos fuertes los rebeldes. Pensamos que eso no ha de tardar en volver a ser nuestro, y, como si comprendiera lo que por nuestra imaginación discurre, un valiente y bravo muchacho nos dice: “Antes de pocos días tendrán que escribir ustedes nuestra entrada en Vitoria”. Y es la seguridad con que se expresa el miliciano y la expresión que refleja su rostro tan firmes y decididas que nos hacen soñar que estamos viendo allá lejos ondear con airoso y gracil orgullo, la bandera tricolor, símbolo de la reivindicadora España.
De vuelta al puesto en Arlabán nuestro compañero gráfico, el activo tolosano León González, ha sentido deseos de recoger en su cámara algunas parcelas de terreno alavés. Tenemos que acompañarle; pero León no ha visto colmados sus deseos, pues, sin poder localziar su procedencia, hemos sido sorprendidos por una descarga de fusilería que nos ha hecho abandonar el campo, pero que ha servido para que los que guardaban los puestos se percataran de la presencia de los facciosos y lanzaran contra ellos repetidos disparos, que han obligado a enmudecer a los fusiles de los “requetés”.
Decidimos regresar a Mondragón, pues creemos muy interesante, ya que tan cerca de Vizcaya nos encontramos, llegarnos hasta Ochandiano, el pueblito que tan atrozmente fué atacado por los aviadores traidores. Retrasamos la salida, pues vemos venir, procedente del campo enemigo, a un muchacho, al que los nuestros aguardan con los dedos puestos en los gatillos de sus armas. El joven se presenta tranquilo en nuestro puesto; nadie ha intentado dispara contra quien se acerca indefenso. Se le pregunta de dónde procede, y con gran sorpresa de todos, contesta que de Vitoria. Para evitar contrariedades, se le somete a un estrecho interrogatorio, que parece dejar satisfechos a los interrogadores. Aprovechamos un momento, y para ampliar nuestra información, llevamos a un lado al joven alavés, que nos dice que ha huído de su pueblo porque en el la vida se hace imposible. Asegura que es un elemento liberal y que ha estado escondido varios días, aprovechó un momento en que el grueso de la columna tuvo que dividirse, para escapar y juntarse con nosotros. Como los dos jóvenes que encontramos en Mondragón, nos confirma todo lo que aquéllos nos manifestaron. Nos cuenta unos cuantos casos de atropellos cometidos en Vitoria por las huestes feudales, los cuales no repetimos para no cansar al lector. Unicamente diremos que hasta tal punto llega la desconfianza de los jefes de la guarnición rebelde que hasta los mismos soldados que piensan libremente son fusilados en lugar de emplearlos en los frentes de batalla.
IMPRESION DOLOROSA
Camino de Ochandiano, descendemos por la cuesta de Campazar, a cuyos lados se hallan majestuosas montañas y salvajes picachos como si tratasen de proteger en su recorrido al viajero. A nuestro paso por los pueblos de Vizcaya, encontramos a los aldeanos recogiendo fanegas de trigo, que dan al bello paisaje notas de infantiles fábulas. Ni el menor detalle que nos haga recordar la lucha que se está librando observamos por estas carreteras. Quietud y más quietud.
Excepción hecha de la serpenteada cuesta de Urquiola, en cuyas revueltas existen inscripciones subversivas trazadas por los ingenuos “requetés”, que demuestran, una vez más, la incongruencia de esta gente. Por puro capricho copiamos algunas, todas a cual más groseras y faltas de sentido común. Hay una que dice: “Formad en el “requeté”. ¡Viva España! Se ha acabado la pintura. ¡El calero está que arde! ¡Viva el rey!”. Por lo que juzgará el lector cuán pobres de espíritu y cortos de mentalidad son estos hombres tan denigrantes.
En la cumbre de esta rampa está instalado un Hospital de sangre para atender a las víctimas que puedan hacer los rebeldes en nuestro frente. Todos los que allí prestan su servicio para tan humanitaria causa nos reciben muy afectuosamente, dispensándonos toda clase de atenciones. Enterados de la misión que llevamos se esfuerzan en faciltiarnos datos de los sucesos ocurridos en Ochandiano; pero al decirles que es allí donde nos dirigimos, desisten de hacerlo. Un cordial saludo sirve para despedirnos.
Hemos conseguido nuestros propósitos de llegar a Ochandiano, para franquear cuyas puertas hemos tenido que sortear gran serie de obstáculos, ya que es tan estrecha la vigilancia, que hace de todo punto imposible burlarla. Tras de mostrarles nuestra documentación, nos facilitaron el paso para llegar hasta el mismo pueblo. Está convertido en una verdadera plaza militar. Elo es debido a su situación geográfica, pues, como todos sabemos, esta lindando con la frontera alavesa.
Los soldados, juntamente con los milicianos y leales de otras instituciones armadas, discurren por las calles como en las horas de asueto. Se limitan a esperar la hora de relevar a sus compañeros que se hallan en el frente. Verdadero plan de campaña. En la plaza principal está establecido el campamento general. Las cocinas, dado el elevado número de hombres que componen la columna, se hallan repletas de víveres, los que son condimentados con verdadero esmero por una gran brigada de cocineros profesionales. Atraídos por el agradable “tufillo” que despiden las grandes cacerolas pedimos un puesto en las prolongadas mesas en que se alimentan nuestras gentes. Por loq ue podemos comprobar la grata sensación que recibimos a nuestra llegada una vez satisfechos nuestros estómagos.
Amablemente acompañados del médico titular don José Maurolagoitia y su colega bilbaíno don Vicente Zuloaga, recorremos el pueblo, apreciando los verdaderos estragos causados por la criminalidad de los aviadores facciosos. Es verdaderamente desolador cuanto vemos. La Plaza Andicona fué el blanco principal de este horrible atentado. La forma en que se procedió a atacar al pueblo es de lo más cobarde y vil que se haya dado en la historia del mundo. La víspera de esta horrible tragedia evolucionaron sobre el pueblo, a escasísima altura –tan bajos que podía distinguirse a los aviadores saludar con el puño cerrado-, cinco aparatos rebeldes. El pueblo, en la creencia de que eran adictos, saludó a los pilotos jubilosamente. Al día siguiente volvieron a realizar su “heroica” hazaña, y, como la víspera, descendieron a ras de los tejados, fingiendo, con el saludo que empleamos, estar con nosotros. Todo el pueblo alegremente festejaba con viva curiosidad las evoluciones de los aviones. En la citada plaza se encontraban entonces, provisionalmente, instaladas unas cocinas, lo que sirvió para reunir en ella gran número de personas. Muchas inocentes criaturas gritaban alegremente ante la presencia de lo que para ellos constituía unos juguetes. Fué entonces cuando cayó la primera bomba, a la que siguieron más de treinta. Es materialmente impoisble describir las escenas de horro que nos han contado nuestros amables guías. Digamos, para terminar, pues es doloros extender la información, que el señor Maurolagoitia nos aseguraba que los muertos se acercaron a sesenta.
IMPRESIÓN FINAL
Realizada la visita a Ochandiano, el pueblito que no cuenta más de 1.700 habitantes y que tan atrozmente tuvo que soportar las iras de quienes son incapaces de luchar como deben hacerlo los hombres, regresamos a San Sebastián.
Como en el viaje relatado, la vuelta es para ratificar la impresión de tranquilidad con que cuentan los que habitan esta zona. Esperamos que continuarán gozando de este bienestar y ambiente favorable. La reacción está a punto de sucumbir, y cuando llegue ese momento será cuando consigamos poder saturar nuestros pulmones de aire puro y sano. Antes, no.
JUSTICIA REPUBLICANA
Cumplidos los trámites legales, fueron fusilados los traidores Goded y Burriel
La sentencia se cumplió en el Castillo de Montjuich, después de haber sido aprobada por el auditor y dada la conformidad el Gobierno de la República
Barcelona.-En el castillo de Montjuich, en la madrugada de anteayer, fueron fusilados, cumpliéndose la sentencia del Consejo de guerra, los ex generales facciosos Goded y Fernández Burriel.
A las cinco y cuarto de la madrugada, Goded y Fernández Buriel fueron conducidos desde el “Uruguay” al castillo de Montjuich. Los militares sublevados montaron en una gasolinera que les trasladó a tierra, y desde el muelle, en una camioneta en la que iban fuerzas de la Guardia civil, fueron trasladados al castillo. El ex general Goded vestía uniforme sin fajín ni correaje. El ex general Fernández Burriel iba de paisano y calzaba zapatillas.
La comitiva se puso en marcha desde el muelle a las cinco y media de la madrugada. Seguían a la camioneta treinta y tres automóviles ocupados por milicias antifascistas, dirigiéndose al castillo por la Avenida de Francisco Layret.
Un cuarto de hora después llegaba la comitiva al castillo de Montjuich, a cuya entrada se hallaba formado un pelotón de milicianos a las órdenes del encargado de la fortaleza. Franqueada la puerta se veían en la explanada fuerzas de Asalto, Guardia civil y mozos de escuadra en correcta formación. También se hallaban formados los elementos de las milicias antifascistas. La camioneta en la que eran conducidos los ex generales Goded y Fernández Burriel se detuvo ante la puerta que conduce al interior del castillo, donde permaneció algunos momentos.
Franqueada la entrada a cuantas personas tenían autorización para presenciar el fusilamiento, entre las que se encontraban algunos periodistas, descendieron de la camioneta los condenados, quienes, acompañados de su defensor, señor Aymat, y custodiados por elementos de la fuerza pública y de las milicias antifascistas, penetraron en el interior de la fortaleza. Inmediatamente después fueron conducidos al glacis de Santa Elena, donde había de tener lugar la ejecución de la sentencia.
LOS TRAMITES DE LA SENTENCIA
Barcelona.-La tramitación de la sentencia tuvo un rápido desarrollo.
Anteayer, terminado el Consejo de guerra sumarísimo y dictada sentencia por su tribunal, se procedió a la reglamentaria tramitación del fallo.
El defensor de los ex generales Goded y Fernández Burriel notificó a éstos la sentencia de muerte. Esta fué remitida seguidamente a la Auditoría para cumplir el trámite legal correspondiente. El auditor aprobó inmediatamente la sentencia y después fué sometida al jefe de la Cuarta División, general Aranguren. Este se inhibió por incompatibilidad derivada del hecho de haber sido testigo de cargo en la causa contra los ex generales Goded y Fernández Burriel. En su consecuencia, fué sometida al comandante militar de Tarragona, coronel del regimiento de Almansa, don Angel Martínez Peñalva, que la firmó a los pocos minutos de obrar en su poder. A las seis de la tarde del día 12, fué remitida la sentencia en avión a Madrid, para que el Gobierno diese el enterado, en virtud de lo que disponen las leyes de la República.
LAS ULTIMAS PETICIONES DE LOS CONDENADOS A MUERTE
Barcelona.- A la una de la madrugada se conoció en la ciudad la noticia oficial de que el Gobierno se había enterado de la sentencia contra los ex generales Manuel Goded Llopis y Alvaro Fernández Burriel. Inmediatamente, las autoridades correspondientes comunicaron la noticia al dfensor, señor Aymat, quien, a su vez, se trasladó a bordo del “Uruguay”, notificando a sus patrocinados la decisión adoptada por el Gobierno de la República y manifestándoles al propio tiempo que la sentencia debía cumplirse antes de las seis horas siguientes. El ex general Fernández Buriel rogó al defensor que procurase entrevistarse con su esposa y su hija, que residen en Barcelona, con el encargo de que acudiesen al buque para despedirse de él. El otro hijo del general Fernández Burriel se halla prisionero a bordo del “Uruguay”, por hallarse complicado en el levantamiento.
El señor Aymat cumplió inmediatamente el encargo del ex general Fernández Burriel, así como otros que había recibido del ex general Goded, permaneciendo después toda la noche junto a sus defendidos.
EL CUMPLIMIENTO DE LA SENTENCIA
Barcelona.- La sentencia se cumplió a las seis horas y veinte minutos de anteayer.
Los ex generales Goded y Fernández Burriel, cuando se hallaban en el lugar de ejecución que, como decimos, eran los glacis de Santa Elena, pasaron ante el piquete que había de ejecutarles, situándose uno junto al otro sin cruzar ni una palabra. El piquete lo formaban soldados del regimiento de Almansa, de guarnición en Tarragona, al mando de un capitán. Este, después de dar las órdenes oportunas a los soldados, levantó el sable y sonó una descarga, a la que siguió otra momentos después. A continuación, dicho oficial, de acuerdo con lo que preceptúa la ley, disparó sobre los cadáveres los tiros de gracia. Cuando cayeron los cuerpos de los ex generales Goded y Fernández Burriel se oyó un grito de “¡Viva la República!”, que fué contestado por todos los presetnes, cuyo número ascendía a unos quinientos.
Inmediatametne después de la ejecución de la sentencia, el defensor y un médico se acercaron a los cadáveres y el segundo certificó la defunción.
El piquete encargado de la ejecución de los dos ex generales facciosos, desfiló ante los cadáveres, haciéndolo a continuación las fuerzas de la Guardia civil, Asalto, Carabineros, mozos de escuadra y milicias antifascistas que habían presenciado el acto.
Los empleados de la casa de Asistencia Presidente Maciá procedieron a retirar los cadáveres, que fueron depositados en sencillos féretros. En un furgón fueron colocados los ataúdes para ser trasladados al cementerio Nuevo.
Una vez cumplida la sentencia se izó en el castillo la bandera negra.
ACTA DE LA EJECUCION
Barcelona.- El Comité central de las milicias antifascistas procedió, una vez cumplida la sentencia, a levantar acta de la ejecución, redactada en los términos siguientes:
“Cumpliendo órdenes del Comité antifascista y de acuerdo con el resultado del Consejo de guerra celebrado, y del cual ha resultado la pena de muerte, certificamos los abajo firmados que Goded y Burriel han sido fusilados a las seis y veinte horas del día 12 de agosto de mil novecientos treinta y seis en los glacis de Santa Elena del castillo de Montjuich.- Por el Comité central de las milicias natifascistas, José Miret, Francisco García, Tomás Fabregas, Artemio Aguadé, José Asensi y coronel Artemio Caballero, gobernador del castillo.”