Viernes, 14 de agosto de 1936
FRENTE POPULAR
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San Sebastián, Viernes, 14 Agosto de 1936
ANO I
DIARIO DE LA REPUBLICA
NUMERO 19
Un nuevo y brutal crimen de los rebeldes fascio-carlistas
LAS HORDAS DE ATILA
Ante la barbarie facciosa, serenidad, mucha serenidad
Recábamos del lector que nos lea y relea con el máximum de tranquilidad. Es muy importante lo que tenemos que decirle y precisa que sobre ello medite y obre en consecuencia.
En la mañana y tarde de ayer ha volado sobre nuestra población una escuadrilla compuesta por seis aviones facciosos. Por el arquetipo de los aparatos, por su formación y movimientos, por todos los aspectos exteriores perfectamente divisados, puede afirmarse que se trata de aviones cuyas características no existían en el Ejército español. Esto ya es bastante para meditar sobre ello.
Los aviones, volando sobre diversos puntos de la capital, han lanzado emisiones de muerte por medio de sus bombas. De ello hallará el lector información cumplida en otros lugares de este número. Nos abstenemos por tanto de reseñar ni detallar. Vamos, solamente, a comentar el hecho.
En la guerra fratricida, incivil bárbara e inhumana que han encendido en nuestro país los militares pretorianos, los autoritarios fascistas y los requetés carlistas a quienes en sus malos sentimientos no es ya posible adjetivar, eramos los hombres libres de España y de Euzkadi, elemento forzado a la lucha en defensa de nuestras libertades, de nuestros postulados, de nuestras villas. Ellos son los agresores, nosotros los agredidos. Por serlo y por conocer los bajos sentimientos de nuestros enemigos, esperábamos de ellos mucho mal, un bgaje de malas intenciones. Pero, siempre generosos, jamás podíamos esperar lo que ayer ha sucedido.
Seis aviones facciosos que tenían brillantes objetivos de combate y ataque sobre nuestras líneas enemigas, donde los hombres luchan y mueren con valerosa gallardía, no quisieron sobrevolar esas posiciones. Sobre la cobardía de su acción sumaron la cobardía de poner a buen recaudo su propia vida, de no arriesgarse, de entregarse terriblemente insensatos a la tarea de destruir la vida ajena.
Y no la vida del combatiente, del leal, del miliciano, que aunque agredido y defendiéndose, es beligerante del rebelde que lo desea abatir. No. No hicieron eso. Era más fácil, más cómodo, más lela, más patriótico, más católico, en fin, volar sobre la ciudad a enormes alturas, lejos de los disparos de nuestros cañones antiaéreos e ir sembrando la destrucción y la muerte entre sencillas mujeres e inocentes niños. Criaturas humanas que no toman parte en la lucha, gentes apolíticas; de izquierda y de derecha; proletarios y burgueses, población ajena a la lucha y entregada, por tanto, inerme y confiada, a las tareas o atenciones del cuotidiano vivir.
¿Y qué han conseguido?
Han conseguido una vez más, llevar a su término una crueldad inútil, un asesinato vil, otra barbarie que sumar a la lista, terriblemente larga, con que han de manchar estos sedicentes patriotas la historia de España.
¿Y han logrado sus objetivos?
Si sus objetivos eran destruir nuestros centros vitales de comunicación, nuestros organismos rectores de la vida ciudadana, no los han logrado. A lo sumo, han tenido algún acierto en un impacto cruel: el que iba dirigido contra el hospital de sangre del hotel de Londres, mansión de dolor por ellos creado y ayer aumentado, en su población macerada con las pobres víctimas inmoladas al calor de un odio cruel.
Mas si sus objetivos eran amedretnar a la población civil, el resultado que han obtenido ha sido contrario, en absoluto. La población civil, en una vibración fulminante, incontenible, briosa e indignada, ha reaccionado de manera maravillosa, tremante, encoraginada. Hombres jóvenes y viejos, mujeres, criaturas casi púberes han lanzado el grito de indignación, de vindicación defensora, de dignidad, de españolismo y de vascongadismo neto. Y su grito ha sido único, concreto, terminante.
Contra la barbarie y la incivilidad, la ciudadanía viril. Ciudadano viril para luchar con tesón y morir con heroismo, defendiendo palmo a palmo nuestro territorio y línea a línea los postulados en que se asienta toda honrada conciencia humana. Antes muertos que humillados. Por nuestra fe, por nuestra hombría, por nuestra ejecutoria de españoles, enlodada y pisoteada por los que, criminales escondidos entre las nubes, vuelcan el dolor y la muerte sobre una ciudad abierta e indefensa.
¿Cuántos han caído bajo la metralla?
¿Tres?, ¿cuatro?, ¿doce?
Son un nuevo sumando de la cuenta terrible que habremos de exigir. Pero un nuevo sumando que no aumenta en cantidad a los que llevamos anotados desde que comenzó la lucha, de los que batallando han caído en el frente.
¿No es bastante aún?
Pues que vengan más si los asesinos facciosos quieren más. Lo de ayer, terrible en su aspecto, en su premeditación, en su alevosía, no ha sido nada. Son muchos los hogares con luto en Guipúzcoa para que los donostiarras podamos asustarnos por unos muertos más. Aguantaremos, estoicos, diez, doce, veinte bombardeos. Tensaremos, a fuerza de coraje, nuestros nervios y ellos aumentarán nuestro ya enorme espíritu combativo.
Ayer había en San Sebastián hombres de izquierda, ocultos polizones de derecha y hombres indiferentes. Desde ayer en nuestro pueblo no hay más que luchadroes. Los que luchan por el ideal. Los que luchan contra la barbarie. Los que ya no podrán ser espectadores agazapados y habrán de luchar quieran o no quieran.
Así han planteado la cuestión los aviadores bárbaros que pensaron, en su estulticia, en su barbarie, en su insensatez, que iban a amedrentar acobardando a un pueblo que siempre dió la vida por las libertades.
No y no. Pueden repetirse los bombardeos inciviles. Las agresiones más brutales contra el derecho de gentes. Atentados de los que no se tenga antecedetne en la historia de la Humanidad. No les servirán de nada.
Ayer nos mataron cuatro vecinos. Quedan aún ochenta mil. Tienen, por tanto, tarea larga.
Porque sólo cuando hayan terminado con todo el vecindario de San Sebastián por medio de los bombardeos a gran altura, pues de otra manera no se atreven, podrán poner la planta en nuestra ciudad, recinto de hombres firmes, que la defenderán en los pueblos del contorno, en sus entradas naturales, en sus tejados, sus calles y sus paseos, hasta perder la última vida en la contienda.
Solamente entonces podrían llegar esos requetés criminales. Pero no entrarían en la Bella Easo. Pondrían el pie, hollándolo, en un territorio que alcanzó el más alto grado de la santidad ciudadana. Sobre un montón informe de escombros y de cadáveres.
Vean, pues, que no nos han asustado. No hemos perdido la tranquilidad ni el dominio de nuestras accioens y de nuestros nervios. Vengan, vengan hoy de nuevo a lanzar sobre nuestras calles semillas de muerte. Nos queda terreno en donde enterrar a nuestros muertos y estoicismo para soportar impasibles la adversidad.
Y en lo más hondo de la entraña, vasquismo, españolismo, decencia, y un propósito único, decidido, sin posible modificación:
Imponer, por nuestra victoria, el triunfo de la ciudadanía y de la libertad.
UNAS DECLARACIONES DE SU EXCELENCIA EL PRESIDENTE DE LA REPUBLICA
París.- El enviado especial de “L’Humanité” ha logrado en Madrid una entrevista con el presidente de la República señor Azaña, que le ha dicho:
“Ahora es cuando ha caído en España la monrarquía, que no murió en 1931. La victoria será el renacimiento de España. La guerra de ahora es más extensa que la de 1808, más amplia que la guerra de Napoleón.
Yo no creo en los intelectuales, ni en los técnicos, ni en los políticos, entre los que me cuento. Sólo creo en el pueblo. Jamás he creído más que en el pueblo. Nuestro pueblo es admirable. En el frente de Guadarrama los milicianos rechazan la paga. Y fíjese usted en esta anécdota: Hace pocos días un miliciano solicitó hablar conmigo; le recibió mi secretario, pero él no quería sino verme a mí. Lo recibí; no estamos en tiempos de protocolo. Era un campesino de Olías del Rey, herido en la cabeza y en el pecho, y con la cintura repleta de cartuchos de caza. Venía del frente e iba a regresar a él inmediatamente. El campesino me dijo:
-No tengo más que cartuchos de caza y sé que voy a morir; pero he querido ver al presidente de la República y ofrecerle un cigarrillo.
-¿Y la guerra?
-Venceremos. No tenemos más que emprender la ofensiva. Esta es la lección de los últimos días. En Madrid había algunos millares de señores de esos en la estación de T. S. H., en la Montaña y en otros sitios, mientras nosotros no teníamos sino tres oficiales de Artillería y tres cañones del 15. Y, a pesar de todo, hemos vencido, porque hemos tenido la iniciativa, porque no hemos hecho caso a los hombres moderados que querían negociar con ellos"”
EN LOS FRENTES DE COMBATE
Toda nuestra línea de combate tiene ya la solidez apetecida
La artillería y la aviación leales cubrieron ayer sus objetivos con admirable puntería. Jornada de quietud en el Sur
FRENTE NORTE
En la zona más avanzada del frente Norte, es decir, en el sector de Irún hubo durante la jornada de ayer, en varios periodos, un nutrido tiroteo entre las fuerzas rebeldes y las fuerzas leales.
Nuestra fusilería mantuvo a raya con sus disparos al enemigo y en los intervalos en que los facciosos tenían que replegarse, obligados por el ataque enérgico de nuestra artillería, para llevar a cabo las consinas distribuídas por los mandos militares.
Se considera por lo tanto que nuestras posiciones en la zona de Irún tienen la solidez apetecida para que puedan cumplir la misión que les está reservada.
En todo ese sector Norte no se produjeron alteraciones y en el resto de las zonas la jornada transcurrió con intervalos de reposo y con fases de nutrido tiroteo.
Fué destacada también la intervención de nuestra artillería, tanto la de Choritoquieta como la de San Marcos y la de Guadalupe. De una manera especial, las baterías de Guadlupe llevaron impactos magníficos a las filas enemigas, hasta el punto d eque muchos obuses obligaron a los facciosos a desalojar posiciones, replegándose unas veces y otras huyendo en precipitada fuga. Se pudo apreciar a simple vista el efecto causado por nuestros cañones, que produjeron al enemigo, según parece, importantes bajas.
BOMBARDEO AEREO
Uno de nuestros aviones realizó durante la jornada diversos vuelos de bombardeo por las diversas zonas, localizando de manera especial su acción sobre los objetivos del Norte.
En sus vuelos por las posiciones enemigas de la zona de Irún dejó caer algunas bombas con tan certero tino que fueron a caer en el centro mismo de algunos núcleos enemigos. Los facciosos huyeron despavoridos, abandonando algunas víctimas en el terreno.
Esta acción combinada de las baterías y del avión produjo ostensibles efectos en las líneas contrarias hasta el punto de que obligó a un repliegue casi general.
La destacada actuación de nuestro aviador fué elogiada unánimemente por los mandos.
EN EL FRENTE SUR
La tranquilidad fué casi completa por no decir absoluta, en el frente Sur. Un día de quietud y de calma. En toda la línea de nuestras posiciones fortificadas no se disparó un tiro. Unicamente las avanzadillas leales realizaron algunas escaramuzas para localizar al adversario.
Las importantísimas obras que se ha realizado en toda la línea del frente Sur permiten afirmar que a la hora presente disponemos de unas posiciones extraordinariamente sólidas, que nos permiten mirar con tranquilidad al futuro.
Sobre todo, emplazamos la lcuha en el terreno que apetecía, según parece, el enemigo. Por esta vez volvemos la espalda al aforismo y vamos a luchar con las armas del adversario.
Pronto se verá si esta táctica tiene la eficacia prevista. Aunque el que mejor puede apreciarlo ha de ser, naturalmente, el enemigo.
HOY MAS QUE NUNCA
¡A LA LUCHA!, ¡A LA LUCHA!
El monstruoso atentado que cometieron ayer los aviadores facciosos habría de bastar, por sí solo, para enemistarles esa incomprensible neutralidad internacional, que ha remontado, en salto gigantesco, todas las preceptivas del derecho y todas las normas que regulan el funcionamiento de los poderes legítimos. Ha bastado, a lo menos, para que la población, unánime en su repulsa, sin distingos de matiz ni de sutilezas ideológicas, vibre de indignación y de asco. De asco, sí, porque ni en los horrores de la gran guerra se pusieron en práctica acciones de tal naturaleza.
Acaso el enemigo quiso lograr un objetivo único desmoralizar a la población civil que, apartada de los frentes de combate, aunque espiritualmente unida a los combatientes, se ha visto convertida en beligerante y agredida a mansalva por un adversario sin pudor, que se aprovecha de la indefensión para realizar sus ataques.
Nosotros, el pueblo español, otra vez en pie de guerra para defender legítimos derechos, hubiéramos querido hallarnos frente a un adversario leal, valeroso, honesto; y hemos topado con un enemigo que utiliza la emboscada, que recurre a la traición, que comete a cada paso, un delito contra los más caros sentimientos de humanidad. Se le ataca y huy el bulto; se le persigue y propicia la emboscada; se le pide que pelee frente a frente, en una lucha de hombres y busca por instinto el golpe a traición y por la espalda. Ya le hemos conocido. Un tanto nos costó, porque es siempre harto molesto aceptarle felonía sistemática del enemigo.
Pero este objetivo previsto ha sido un fracaso rotundo. La población civil no se desmoraliza. La población civil llora, en lo íntimo de su conciencia, el crimen de los brutales victimarios. Pero guarda el dolor, muerde la amargura, se previene contra nuevos atentados y se yergue, indignada y bélica, con un impulso viril que reclama justicia y demanda venganza. Poco a poco, los crímenes facciosos van ahogando en la masa civil y en el núcleo de combatientes ese sentimiento de generosidad y de clemencia que ha caracterizado todos los grandes movimientos populares. La indignación se retrata de los rostros, la repulsa asome a los labios y el castigo se representa con los puños cerados con furia, no como contraposición a un saludo adversario, sino como contracción homicida que amenaza.
Nadie siente aquí miedo, como no sean algunas mujeres infelices y algunos niños inocentes. Los demás ya sabían o se imaginaban lo que era una guerra. En eso estamos. El pueblo acepta la guerra en toda su extensión y crueldad. ¿Guerra bárabara se ha dicho? ¡Pues a guerrear! Ellos para imponer su despotismo. Nosotros, para defender la libertad. Siempre acabaron por triunfar las causas justas.
¡Ah! Pero si ellos hacen la guerra bárbara, nosotros emplearemos las mismas armas y los mismos procedimientos. ¿Barbarie queréis? ¡Pues barbarie tendréis! Y una barbarie tan refinada, tan desatada, tan primitiva, que acabaréis por sentir frío en el tuétano y por arrepentiros de vuestros crímenes.
Nadie aquí siente miedo. Nuestro pueblo sabe que una vez se muere. Y puesto que hay que morir, ninguna muerte mejor que aquella que se encuentra en la lucha por el ideal. ¡Ah! Todo el pueblo ha sentido brotar en lo más hondo de su entraña el grito bárbaro de la guerra.
¡A la lucha, a la lucha!
Las lamentaciones dejan paso a las voces de combate. Todo era ayer, en la ciudad, un clamor que causaba escalofrío.
¡A la lucha, a la lucha! A pelear cada cual en su puesto. Con las armas, con las uñas, con los dientes. A terminar con esa ralea miserable que quiere aniquilar hasta el último aliento de la ciudadanía.
¡A la lucha, a la lucha!
A vencer o a morir en la empresa. ¡A vencer, a vencer! Es todo un pueblo el que se alza contra los tiranos y los bárbaros. Los traidores mueren. Un pueblo no muere nunca.
“Plaza sitiada, plaza tomada”, dice un axioma castrense.
Lo comprobarán Huesca, Zaragoza, Sevilla, Córdoba, Granda. ¡No tienen salvación!
BANDO
El Comisariado de Guerra, ante las continuas incursiones de los aviones facciosos, señala las siguientes medidas que deberán ser observadas por la población civil.
1.ª La aparición de aviones enemigos será señalada por un largo toque de la sirenade”El Pueblo Vasco. Al oir esta señal, la población civil deberá refugiarse en los sótanos de las casas, donde deberán permanecer hasta tanto no se aleje el enemigo, lo que será señalado mediante tres toques de la misma sirena.
2.ª Los propietarios de las casas y arrendatarios de plantas bajas, deberán habilitar los sótanos de los edificios a fin de que en cualquier momento pueda refugiarse en ellos la población civil, debiendo permitirse a todo el público la utilización de dichos sótanos en los momentos de peligro, bajo las más severas sanciones.
3.ª Las personas que tuvieran armas deberán abstenerse de tirotear a los aviones facciosos, pues esta Comisaría tiene organizada debidamente la defensa mediante la ocupación de lugares estratégicos deste donde se puede combatir con éxiro al enemigo.
Toda infracción de estas instrucciones será severamente sancioanda.
San Sebastián, 13 de Agosto de 1936.
Comisaría de Guerra,
Ante el brutal atentado de los aviones facciosos
El criminal bombardeo de que ha sido víctima el pueblo de San Sebastián y algunas poblaciones de la provincia de Guipúzcoa por parte de los aviones rebeldes, ha producido una terrible indignación y obliga a tomar las más rigurosas medidas en defensa de la población civil. Nada ha sido respetado por los sediciosos ni los hospitales de sangre, ni las mujeres, ni los niños. Ante barbarie tan sin medida preciso es resguardar por todos los medios a quienes no tienen en ella ninguna responsabilidad. Por ello se advierte a los rebeldes que se han tomado las determinaciones oportunas, para que en el caso de repetirse su brutal atentado, ajeno a toda eficacia militar, no haya víctimas inocentes y sufran las consecuencias únicamente aquellas personas, que en una u otra forma tengan relación con el movimiento. Ténganlo muy presente los facciosos a que se rebelan incapaces de cumplir las leyes de la guerra, insensibles a todo sentimiento de humanidad.—El gobernador, Antonio Ortega.
El decreto sobre el precio del gas y de la luz eléctrica
Madrid.-De manera oficiosa se ha aclarado el reciente decreto sobre el pago de las facturas de gas de alumbrado y luz eléctrica. Sin introducir ninguna modificación en las actuales tarifas, por ahora, se disminuye en doce pestas el importe de todos los recibos; de esta forma aquellos cuyo importe no llegue a esta cifra quedan anulados y los demás –hasta el límite máximo de 30 kilovatios- serán reducidos en su importe en las mencionadas doce pesetas.
-Se consigue así una bonifiación que redunda en beneficio general pero que afecta principalmente a las clases modestas, que no llegan a pagar, por término medio, la cantidad inicial exenta. También favorece al pequeño productor industrial que dispone de motores eléctricos de pequeña potencia. Unicamente el comerciante resulta menos beneficiado, ya que las doce pesetas no significan un porcentaje muy grande en su gasto total de alumbrado. Pero el decreto con su aclaración, no merece más que un aplauso ferviente en los momentos actuales.
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