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Gipuzkoa 1936

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Domingo, 16 de agosto de 1936

Páginas:

Redacción, Oficina y Talleres
GARIBAY, 34

FRENTE POPULAR
DIARIO DE LA REPUBLICA

Teléfonos: 14.621 y 14.643
San Sebastián, 16 de Agosto de 1936


GALERIA DE TRAIDORES
FERNANDEZ HEREDIA, GAY, FERRER...

Los victimarios y ejecutores de los héroes de Jaca

Ha sido detenido en Madrid el general Fernández Heredia. Era –dice la noticia- capitán general de la quinta división en 1930, y, como tal, aprobó la sentencia de muerte contra los heroicos Galán y García Hernández. Así fué, en efecto, pero con odiosas agravantes, encaminadas a precipitar la ejecución para anticiparse al movimiento general de protesta que se iniciaba en toda la nación.

Pero, con ser vituperable y criminal –por ella le procesó la Comisión parlamentaria de Responsabilidades- esta actuación de Fernández Heredia, aún cometió éste, y con el mismo fin otro delito imperdonable: aquellas hojas que hizo imprimir y que unos aviones lanzaron sobre el campo de Cillas en cuyas hojas se prometía la libertad inmediata a cuantos sublevados desistieran de sus propósitos. Poco después de tiradas aquellas octavillas los cañones siguieron vomitando metralla y causando víctimas. Al día siguiente, Galán y García Hernández morían fusilados.

Esta cuenta de Fernández Heredia –yerno de Weyler, el inventor de las crueldísimas “concentraciones” de Cuba- quedó sin liquidar. Pero el estallido de la abominable militarada obliga a la República a un implacable reajuste.


EL CONJURADO TRAIDOR
Como por azar –a veces el azar es rigurosa justicia-, otros dos militares, implicados en la ejecución de los mártires de Jaca, han pagado ahora, fulminantemente sus culpas. Uno, el general Gay Borrás, en aquel tiempo coronel de Artillería, Gay estaba comprometido en el movimiento libertador del 12 de diciembre. Había celebrado largas entrevistas con Galán en Zaragoza y en el hotel Mur, de Jaca. A la hora de hacer honor a su palabra, Gay renegó de ella. Le tocó formar parte del Tribunal que juzgó a sus compañeros de conspiración y ocupó su puesto sin ningún remordimiento de conciencia. Fermín Galán quiso recordarle con hiriente desprecio su traición, y Gay ahogó brutalmente la voz acusadora.

Seis años después, Gay, general en situación de reserva, vivía en Barcelona. Redondeaba su paga con los ingresos de una Academia preparatoria para el ingreso en el Ejército. Nada le forzaba a sublevarse, Pero participó, gustoso, en el complot, y esta vez –persuadido de una victoria tan fácil- cumplió su palabra y salió a la calle. En ella lo mataron de un balazo certero.


EL QUE MANDO EL PIQUETE
A paso de carga, azuzado por el ex rey y apremiado por el general de la rota de 1921, el Consejo de guerra dictó sentencia, Fernández Heredia la subscribió, y un piquete, mandado por el teniente Ferrer, le dió cumplimiento. Aquel teniente Ferrer, capitán en julio de este año, estaba de guarnición el día 24 en San Sebastián. Cooperó a la rebelión desde los cuarteles de Loyola. Al rendirse éstos, se halló a Ferrer con la cabeza atravesada por un tiro. Probablemente, se suicidó. Quiso salvarse, pidió que izaran la bandera blanca. El terror le perturbó la mente y comenzó a dar gritos extrahumanos: “¡Yo no fui! ¡Yo no fui! ¡No hice más que obedecer órdenes de mis superiores!” El recuerdo del tiro de gracia disparado a Galán torturó las últimas horas, horrendamente dramáticas del capitán Ferrer.

Hubo otros muchos militares que colaboraron, con saña en la tragedia del campo de Cillas. Alguno de ellos se ha obscurecido, como el general Dolla. Pero hay un personaje, cuyo nombre recobra nuevamente sangrienta actualidad: el general Alvarez Arenas. Es el lugarteniente de Cabanellas en la Zaragoza ocupada por sorpresa. En Cillas mandaba una de las columnas que cañonearon a los soldaditos del regimiento de Galicia. Realizó su obra con morbosa fruición. Después del inglorios combate, Alvarez Arenas echó un complaciente vistazo a los cadáveres. Había otro acribillado por las granadas rompedoras. Alvarez Arenas contó las heridas “¡Veintiuna!” –exlamó, entre risotadas-. “Sí: ha sido mi batería” –afirmó un jefe que acompañaba al coronel. Este se volvió a él furioso: “Está usted equivocado. Ha sido una batería de mi columna.”

Alvarez Arenas –general ya- está sitiado en Zaragoza. Cuando el reducto en que está guarecido se rinda, ¿recordará el cadáver acribillado en Cillas con la satisfacción con que lo contemplaba en diciembre de 1930?


OBSERVATORIO DE IGUELDO

SITUACION ATMOSFERICA
Una depresión poco profunda se encuentra al Norte de Irlanda, siendo las presiones moderadamente elevadas en el centro de Europa, Alemania e Italia.

Las altas presiones residen al Oeste de Portugal.

En el mar los vientos son flojos, registrándose algunas nieblas.

TIEMPO PROBABLE
Guipúzcoa: Vientos flojos del sector Norte. Cielo nuboso, nieblas y tendencia tormentosa.
A cien millas:Vientos flojos del sector Norte. Marejadilla.
La Chapelle: Vientos flojos del Sur al Oeste. Marejadilla.
Grande Sole y Estaca de Vares: Vientos flojos del Noroeste. Marejadilla.

La crueldad de los facciosos es inagotable

El tema se hace inagotable. El proceder de las hordas facciosas en esta lucha fractricida es propio de caníbales más que de personas. A su paso por los distintos lugares que han ocupado en su lucha contra nuestros hermanos leales han sembrado el dolor y la deseperación en cuantas personas tuvieron la gallardía de pensar libremente. Nada les ha contenido con tal de obtener para sus manos feroces la carne de todo aquel que no secundara sus planes de destrucción.

Días pasados tuvimos ocasión de conversar en Zumarraga con un bravo liberal, que detenido en Alsasua por las fuerzas rebeldes, consiguió escapar de ellas. Después de penosas marchas a través de los montes y de correr el natural riesgo, cuando por esos lugares puede encontrarse a cada recodo del camino a los enemigos del régimen trabajador, nuestro hombre llegó a Zumárraga extenuado y hambriento. José Corgaya, que es el liberal por nosotros interviuvado nos contó algunas de las hazañas realizadas por los facciosos en Alsasua.

Destacan de ellas la cometida en la persona del maestro de Olazagutía, que sin haberse significado en esta lucha que sostenemos contra los enemigos del régimen, pero por figurar como asociado a un centro político, fué detenido y después fusilado. Pero por lo visto no fué suficiente el acto cometido y, los asesinos decidieron pasar sobre la cabeza del infeliz, un automóvil, para que de esa forma quedara desfigurado el rostro.

Otro atropello fué el fusilamiento de un vendedor de periódicos de hombre débil, semi paralítico. Agarraron al desgraciado trabajador y después de maltratarlo bárbaramente, lo asesinaro.

El fanatismo católico de estos malvados raya en locura. Y decimos tal cosa por las barbaridades a que les llevan sus creencias religiosas. Para ellos el celebrar misas antes de entrar en fuego es natural. Interpretan que de esa manera todos los asesinatos y atropellos que realicen serán perdonados y, además, ganarán el “reino de los cielos”. Pero hacen más que oír misa. Por ejemplo, a un hombre de sesenta años, izquierdista, naturalmente, le obligaron a confesar bajo la amenaza de sus fusiles; realizada esta “sagrada” misión le pusieron contra una pared y lo fusilaron.

Inhumano, tan inhumano que el espantoso proceder de los rebeldes hiela la sangre. Pero quien de tal manera obra con sus semejantes aún en plena guerra, forzosamente llevará su merecido castigo; y el castigo que llevarán los enemigos de la Justicia será terrible como sus vandálicos actos. El exterminio de todo aquel que luche contra nosotros no es de hacerse hacerse esperar.

La Justicia, la verdadera Justicia, la que nosotros imponemos lo exige.


LOS DEFENSORES DEL PUEBLO
Las hazañas de los que secundan la guerra que estamos sosteniendo contra los negreros de la case trabajadora se están repitiendo de tal manera que el ímpetu y arrogancia con que luchan nuestros hombres entre sí por rivalizar en gestas heróicas ratifica la impresión que únicamente son los trabajadores los que nacieron para escribir las páginas destinadas a enriquecer la historia de los héroes. No porque ellos estén provistos de espíritu guerrero, sino que cuando se trata de defender los derechos de la ciudadanía civilizada como si fuesen movidos por un resorte, todos, simultáneamente, se levantan en armas contra sus opresores.

Todos los días se producen verdaderos casos de heroísmo. Y son muchos también los que no describimos, pues, muy a pesar nuestro, el espacio nos resulta en extremo reducido. Sin embargo, bien está que de vez n cuando resaltemos anécdotas de valor; pues interpretamos que el reproducirlas sobre el pepel es una ofrenda que hacemos a nuestros leales en premio a su sacrificio, y que sirve, a su vez, de estímulo para que sean por muchos imitada.

Estampa bella, admirable la dibujada por un grupo de treinta y cinco hombres en Belabieta. Una estampa que refleja el valor de los que pretende extirpar de nuestra nación a la insana burguesía; continuación de otras hazañas , antesala de las que todavía han de ser realizadas por los valientes ciudadanos de la España trabajadora.

Belabieta, ya en poder de los facciosos, fue recuperado por los leales. Treinta y cinco hombres mandados por el bravo preferente del leal cuerpo de carabineros de Andoain fueron los autores de la hazaña. Después de llegar a un kilómetro de Belabieta nuestros compañeros quisieron expulsar de este puesto a los “requetés” que lo guardaban. Llegados a él el carabinero citado dirigiendo a los que le seguían se alzó sobre la trinchera de Belabieta de forma tan silenciosa que los que se encontraban de vigilancia no se dieron cuenta de la presencia de sus audaces visitantes. Nuestros hombres emplearon en su arriesgada excursión una consigna diferente a las que se emplea habitualmente en nuestras zona y, cuando el jefe del grupo la invocó, fue cuando uno de los “requetés” se apercibió de que eran desbordados por los héroes del pueblo. El carabinero disparó a bocajarro un disparo de fusil sobre el “requeté”, en tanto que sus compañeros hacían lo propio sobre otros cuatro retrógados, matándolos.

Lo inesperado del ataque llenó de pánico a los demás “requetés” que en aquel puesto se encontraban, pues nuestros hombres, sin cesar de disparar, les obligaron a escapar con una celeridad que para sí quisieran los participantes de la Olimpiada negra. Los defensores de la libertad no sufrieron ni un solo rasguño; se apoderaron de cuatro fusiles, abundante munición, boinas, correajes y un sin fin de objetos que os facciosos “olvdiaron” en su desesperada carrera.

Realizados sus propósitos de demostrar a sus enemigos el que no sólo ellos saben atacar inesperadamente, los liberales abandonaron Belabieta ante el temor de ser víctimas de un contraataque, pues el reducido número de republicanos era insuficiente para sostener por mucho tiempo esa posición.

Júzguese hasta donde llega el valor de los que luchan contra la reacción y el fascismo. La misión realizada por los citados treinta y cinco hombres dice bien claramente que el peligro de las balas no es capaz de amilanar a los trabajadores. Luchan por España, olvidándose de la muerte. Quien cae sabe hacerlo con el orgullo de ofrecer a sus hermanos la vida, por las libertades del pueblo.


La democracia extranjera

Es de tal magnitud la intestina lucha que se está librando en nuestro país, que su resultado final ha de influir enormemente en el rumbo que han de seguir los destinos del mundo, principalmente los de Europa.

En estas horas de gran convulsión, el viejo Continente sigue con curiosidad intensiva el curso de esta horrible contienda, sin precedentes en los anales de la historia. El proletariado de los países europeos, que ya es sabido lo que ha luchado por emanciparse e imponer un régimen de convivencia humana, tiene fijos los ojos sobre el suelo español. Nuestro triunfo o derrota, -digamos mejor, victoria, pues cada vez está más cerca el momento en que definitivamente se alce en todos los mastiles de la nación la bandera tricolor- ha de hacer más sólidas sus bases. Esta lucha a que nos ha llevado el fascismo ha de servir de aliento para aquellos que más sometidos se hallan todavía al despotismo de la alta burguesía, aceleren el ritmo para llegar a la meta, pedestal de nuestros ideales.

* * *

La clase trabajadora del extranjero, por sentimiento de fraternidad, se dispone a contribuir con su pesonal esfuerzo al logro del triunfo de sus hermanos de sufrimiento.

Hace unos días ha llegado a San Sebastián, procedente de Bruselas y París un grupo de trabajadores para luchar en nuestros frentes de combate. Ayer, en Andoain, cuando se disponían a subir a nuestras posiciones de las montañas, conversamos con cuatro compañeros belgas. Uno de ellos, es una arrogante y decidida joven. Los cuatro, al igual que el resto de sus compaeros –catorce- que se encuentran en otros frents aseguran que tan pronto como se conoció en Bélgica el criminal levantamiento militar, la indignación de la clase trabajadora de aquella nación fué tal que los volunarios acudían en tropel a alistarse en sus Organizaciones obreras. Solamente fueron escogidos los que aquí se encuentran por ser doce de ellos espcialistas de ametralladoras, dos aviadores y la muchacha y otro compatriota, elementos de la Cruz Roja.

Son afectos a diversos partidos antifascistas. Y hablan con tal coraje del atentado faccioso que diríase que se trata de cualquiera de los muchos valientes muchachos españoles que luchan en los frentes.

Apenas llegados se dedicaron a reparar las ametralladoras que han de emplear, y dejarlas en perfecto funcionamiento. Adiestrados técnicamente en el majeno de este arma, dicen que es grande su deseo de entrar en combate para hacer una exhibición” y demostrar al enemigo cual estériles son sus absurdos itentos. Más que deseo es impaciencia lo que sienten por luchar. No quieren perder el tiempo en la ciudad, para ellos, su elemento es sorprender al enemigo en su madriguera.

Pronto tendrán ocasión de hacerlo. Los facciosos van a ser atacados sin compasión por cuantos caminos nos lleven hasta ellos. Los belgas, ante la perspectiva de semejante “banquete”, se frotan las manos de regocijo. “El fascismo español –dicen- pronto tendrá ocasión de comprobar que el proletariado unido no es el bocado que había tenido la debilidad de ingerir.”

Allá han partido los cuatro belgas. La muchachita, con su gentil feminidad, es la que abre la marcha del reducido grupo extranjero. Sus compañeros le “pisan” los talones. No sabemos si es que son atraídos por la arrogancia y belleza de ella o es que la proceden para defenderla de los ataques cobardes, por la espalda, a que tan acostumbrados están los sanguíneos rebeldes.


EL VERDADERO ESPIRITU REVOLUCIONARIO

Camaradas:
Ni venganzas particulares ni pillajes.
Energía y serenidad.
Defensa de la revolución.
Dignificación de la revolución.


HEROES DE PIEDRA
Huellas de la última guerra carlista

La presente guerra civil nos hace recordar otras contiendas bélicas que vivieron nuestros antepasados. Los episodios a que ha dado lugar la insurrección de los militares traidores a la República popular, tienen considerable fuerza provocadora para los hombres de la actual generación.

Vuelve a adquirir actualidad Zumalacárregui; Cabrera carga de nuevo en el tinglado de la farsa; el cura Santa Cruz –alma de hiena sedienta de sangre- acecha a los milicianos a la vuelta de cualquier esquina...

La historia se repite, con todos los adelantos de la civilización al servicio de la guerra, doblemente triste y lamentable, por ser los combatientes hermanos...

Nuestros abuelos, muchos de los cuales quisieron ser mozos para coger un fusil y gormar el ejército salvador del pueblo, tenían otro concepto de la guerra y se asombran de los procedimientos que siguen los facciosos en su loco y vanoempeño de dominar al pueblo, aterrorizándolo.

Sin embargo, recuerdan algunos hechos que confirman la vieja sospecha de que en la conciencia de los carlistas no germina la semilla de la piedad ni la de la nobleza.

También antaño, aunque los procedimientos eran infinitamente menos destructores, bombardeaban las ciudades indefensas, ametrallando al pueblo inerme.

¡Aquellos sustos que nos daban desde el fuerte de Choritoquieta!...

Uno de aquellos proyectiles alcanzó, como recordarán los lectores, al dulce poeta donostiarra Indalecio Bizcarrondo y Ureña, conserje que era del teatro Principal, cuando se vestía para salir de paseo, en las habitaciones que tenía en el edificio del citado coliseo.

Los carlistas sitiaban Donostia. El suceso se registró el 20 de enero de 1876, precisamente un día de San Sebastián. El vat “Vilinch”, quedó con ambas piernas destrozadas; y cinco meses después, tras terribles sufrimientos, murió en el hospital a consecuencia de aquellas heridas.

Otra de las granadas disparadas desde Choritoquieta, fué a hacer blanco en la casa que forma esquina la calle de Hernani con la Avenida de la Libertad.

El lector puede aun hoy, al cabo de más de medio siglo, contemplar las huellas de aquel disparo en la citad casa –fachada de la calle de Hernani- a la altur del tercer piso, junto a una cornisa, entre los balcones primero y segundo de la izquierda.

La casa de referencia –una de las primeras del ensanche de la ciudad- ofrecía su mole, desafiante, a los cañones de Choritoquieta. Todavía estaba por ediicarse la manzana que hoy abarca los números pares de la calle de Hernani y la calle de Miramar.

El cañonazo alcanzó de lleno a la casa que citamos ocasionándole un desconchado bastante hondo, que todavía ofrece a los curiosos como cicatriz gloriosa de una herida cobrada en la segunda guerra civil.

Siempre que pasamos por la calle de Hernani echamos un vistazo a dicha casa. Una mirada cariñosa y admirativa. El cariño y la admiración que todos debemos a los personajes herócios o a los protagonistas involuntarios de una acción desgraciada.

-Esta casa –pensamos- contempló los horrores de la última guerra civil. Si pudiese hablar, ¡que´cosas nos contaraí de la barbarie incorregible de los facciosos del absolutismo carlista!...

Han pasado más de cincuenta años. Al cabo de este tiempo, ha vuelto a encenderse la hoguera del odio tanto tiempo contenido. Otra guerra vuelve a asolar los campos de España.

Otra guerra que ya tiene sus héroes. Héroes de carne y hueso y héreos de piedra.

Al cabo de otros cincuenta años no faltará un amigo de las cosas pasadas uqe recuerde a nuetros nietos, mostrándole las mordeduras causadas por los proyectiles en el Hotel Cristina, en el Casino, en muchas casas:
-Mira, querido: hace más de medio siglo, unos bárbaros militares desataron una guerra horrible en esta hermosa tierra; el pueblo los barrió como a basura infecta... Fíjate en las huellas que dejó aquí la guerra. Los bravos milicianos entraron al asalto y destrozaron a los traidores. Bendice la memoria de aquellos valientes héreos del pueblo. Gracias a ellos, es hoy España una República perfecta, modelo de justicia y de libertad. En ella como en todo el mundo, porque todo el mundo trabaja. Aquelloshombres abnegados hicieron una España grande y nueva. El mundo nos admira y pude decir uno con orgullo en todas partes que es español...


El crimen de los vencidos

Triste, en medio de la verdad, es el panorama internacional que presenta el pueblo español. Es indiscutible el empuje ciudadano ante la canalla inhumana, que lucha titánicamente en sus útlimos e inútiles esfuerzos; mas lo que ciertamente resulta increíble es que cuando el mundo tiende a la civilización cuando se han dado todos los pasos progresivos de veinte siglos, surja la infame canallada de aquellos en quienes la patria puso todos los medios a su alcance para honrarnos ante Europa y el mundo entero.

Cuando se habla, en alguna parte, de Asturias, surge al momento la bravura indiscutible de los famosos mineros, los que, luchando siempre en favor de la justicia humana, son capaces de morir, ya que sus vidas míseras sólo son extensivas a las profundas entrañas de la tierra, empezando su tarea desde edades tempranas, hasta que si la fatalidad no les mata las deja inservibles para vivir unos pocos días más.

Pues, a pesar de esta vida de las cuencas mineras, tan dolorosa y desesperada, ante ese abandono de cultura, culpable de ello todos aquellos que han tenido medios sobrados, en medio de estas pobres gentes se encuentran rasgos de corazón y de sociabilidad, van todos abnegados a su penoso trabajo porque saben que constituye el pan de los suyos, de los seres queridos que siempre llevan un cariñoso lugar dentro de sus corazones.

Si depués de lo anteriormente expuesto hacemos sólo una pequeña comparanza con los llamados nobles de España, con los decorativos regidores de los militares de la nación, fácilmente veríamos la existencia tan diferente que hay: a éstos no les faltaron medios para capacitarlos de toda clase de estudios, además de una vida regalada y ventajosa, no entienden de necesidades y hacen lo que se proponen, lo que da lugar muchas veces a lamentables equivocaciones.

Pues, bien: a estos últimos citados les llegó el último momento; pero lo que no esperaba el pueblo, por muy salvaje que fuese la lucha criminal que llevan, y aque son los que prometen al pueblo una vida de cultura y civilización, es el brutal atropello de su proceder, y ante sus agónicos momentos bombardean al mismo corazón de las madres que les dió el ser, sin respetos de sangre ni origen, y pensaban aún en una España que querían enaltecida exclusivamente para ellos, y un pueblo esclavo.

Qué fatal equivocación, generalotes facciosos; qué inútiles esfuerzos. El mundo fuea de vuestra contienda, os observa más de lo que esperáis; los pueblos sensatos y laboriosos están hartos de anotar vuestras bárbaras grandezas; os esperan vencidos en medio de un montón de escombros; pero tenéis que tener en cuenta que si en vuestra estructura satánica e inhumana pudiérais llegar a prolongar más esta situación, tan poco honrosa para vuestro poder inútil, aún llegará también a vuestra condición tan negra, odiosa y muy poco dignificante la maldición perpetua de vuestra madre, de vuestros hijos y de todos aquellos que, acogidos en hospitales y clínicas, amparados bajo el signo respetuoso y acogedor de la Cruz Roja, sufren heroicamente por defender la libertad de la República, sitios donde cebáis vuestro instinto criminal y bárbaro.

F. GRACIA.

San Sebastián, 14 de agosto 1936.




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