Jueves, 20 de agosto de 1936
LOS SUBLEVADOS DE TOLEDO
LO QUE CUENTAN LOS PRISIONEROS DE LA ACADEMIA DE INFANTERIA QUE HAN CONSEGUIDO ESCAPAR
TERRIBLES DETALLES DE LA VIDA EN EL ALCAZAR. LOS REBELDES CARECEN DE LUZ, PAN Y EL AGUA ESTÁ EN MALAS CONDICIONES, EL ESPANTOSO CUADRO DE LOS MUERTOS INSEPULTOS
Ha llegado el autovía a Algodor. Abandonamos el vagón, donde milicianos del Sindicato Nacional Ferroviario realizan un control meticuloso. No hay forma de escapar por los caminos de hierro... Estamos a diez kilómetros de Toledo... Es ya plena zona de guerra. Ocupamos un coche en compañía de milicianos de Burguillos. Rostros aceitunados, barbas crecidas, ojos donde llamea el fervor republicano y manos encallecidas, huesudas, que se agarrotan febriles en las culatas de los mosquetones... Silencio en estos campos de oro; sol que cae como un torrente de fuego. Tranquilidad en estos pardos caseríos que en nuestra ruta atravesamos. El trepidar, allá a lo lejos, de los cañones no pone en estas gentes la menor señal de inquietud:
-Así están día y noche –nos dice un sarmiento vivo con calzones de pana, abarca de goma y camisa de retor moreno que esparce sobre una era panzudas gavillas de mies.
-Sí, señor. Y lo que pasados días nos producía ahogo, es ahora “necesidá” como el comer. El día que no hay tiros, la noche que no se oyen cañonazos, no dormimos a gusto.
-Es una ronda que esperamos todas en las ventanas, señor –advierte una fornida campesina que apenas tendría docena y media de años.
No hay inquietud. Los campesinos de estos pueblos que rodean el torreón gigantesco que forma la ciudad de Toledo no tienen miedo. Trabajan en las eras, siegan el trigo, saltan los trillos y no falta la seguidilla manchega, la copla castellana o el fandanguillo del Sur. Se aventa el trigo, se ensaca y se almacena. Junto al arado, el fusil. Acariciando la hoz, la pistola. Sobre el trillo, la escopeta... Todo tranquilo, pero vigilante.
-De ahí no saldrán, señor. Tienen un cerco de carne republicana que es imposible abatir, por más armas y municiones que tengan. Se morirán de hambre, nos dice una vieja que lleva sobre la encanecida cabeza un cesto inmenso con la comida de una cuadrilla de segadores...
EL BALUARTE REBELDE DE TOLEDO
Para llegar hasta la estación de la ciudad imperial, el coche donde viajamos ha de descubrirse durante cerca de un kilómetro. A pesar de la bruma mañanera, pronto nos descubre el enemigo. A guisa de tarjeta nos envían desde los altos ventanales del Alcázar rebelde dos disparos: uno atraviesa la aleta derecha. El chofer acelera la marcha, que se hace vertiginosa, y sobre nosotros cae una lluvia de proyectiles, que desconchan la parte superior del automóvil...
Alcanzamos terreno seguro. En las primeras casas con que se inicia la cuesta de Alcántara nos detenemos. Hombres y mujeres acuden corriendo a las portezuelas del vehículo, temerosos de que nos hayan herido. Todos estamos ilesos. Para entrar en la ciudad hay que hacer otro largo recorrido, dando un rodeo hasta llegar a la puerta de San Martín. En el coche del secretario de la guardería infantil, Alvaro López Rojo, salimos. Son las diez de la mañana. Comienza el diario duelo entre files y rebeldes. Estos hostigan a la ciudad con disparos de bala explosiva. Aquéllos hacen trepidar el llano al ronco zumbar de sus baterías. Los nidos de ametralladoras de las milicias tercian en la dramática partida con su tableteo inconfundible. Al filo de las once horas entramosen la vieja ciudad castellana. Es maravilloso el ambiente. Conforta el espíritu del más pusilánime. El comercio, abierto. Animación inusitada en las pinas calles. Trabajo febril en talleres y fábricas. Los vecinos, discurriendo tranquilos a sus ocupaciones y tareas. Y todo esto, que es un ritmo de una ciudad en plena normalidad, en medio de un concierto inacabable de tiros y cañonazos.
Toledo, dolorido, sangrante, sin crueldad, pero con indomable energía se ha sobre puesto al dolor y se ha creado la obligación de acabar con la rebeldía. El Alcázar domina un gran sector de la ciudad. Las calles que son campo de cacería de los facciosos, están cerradas. Los edificios, abatidos por su metralla, abandonados. Es inútil el acecho. No tendrán víctimas propiciatorias que se presten a su crueldad fratricida. El plomo de sus fusiles no tiene más punto de mira que las terrazas abandonadas, las torres de las iglesias, las ruinas del Zocodover y las vegas del río. No sentirán la insana alegría de causar bajas inútiles en las filas republicanas. En lo que queda de Zocodover, las milicias, esas legiones que están escribiendo páginas de oro en la historia de la República, vigilan sin descanso. Tirotean los puntos descubiertos del Alcázar y tienen en constante zozobra a los sitiados. No se les da punto de reposo. Hemos llegado hasta el parapeto donde el fuego de fusiles es continuo. La moral de estos hombres que abandonaron hijos, madres y esposas, trabajo y hogar para defender el régimen es maravillosa. En sus caras, ennegrecidas por la pólvora, por el sol y por las noches en vela, hay alegría y fimre propósito de vencer. Todos se disputan la vanguardia. Hay que sujetarles constantemente para que no corran en avalancha hacia la zona ruinosa donde la muerte es segura...
UNA ACTITUD DE CRUELDAD INCONCEBIBLE
Todas las salidas del Alcázar están cerradas. Un cerco inatacable e inabordable de ametralladoras, cañones y fusiles cierra el paso a cualquier salida desesperada. Los caminos naturales para huir del foco en que aun alienta la rebelión son impracticables. Quienes por allí se aventurasen sólo encontrarían la muerte. Los que lo intentaron cayeron para siempre... ¿Qué se proponen esos hombres que traicionaron a la Patria y la han sumido en un mar de sangre? ¿Para qué resisten? ¿Para qué y por qué? ¿Cuál es la finalidad práctica de su inconcebible actitud?
Hay que creer que se ha secado en sus pechos toda sensibilidad hacia los que no tienen culpa de nada. Crueles, inhumanos, vengativos, enloquecidos por un rencor sin precedentes, retienen a su lado más de un centenar y medio de mujeres y cerca de noventa niños. Están en los sótanos, amedrentadas unas y otros por el fragor constante de un combate enloquecedor. Las mujeres tiemblan y los pobres niños se asustan, lloran, se esconden en sitios inconcebibles y no salen más que para pedir pan, que ya no hay... Hay muchos enfermitos de necesidad y terror. Tiembla el ánimo más sereno y ante este refinamiento de los rebeldes. ¿En nombre de qué sentimiento, de qué ley, ni de qué necesidad retienen a esos inocentes en la hoguera de su locura? Cuantas mujeres y niños salieron fueron recibidos con alborozo y satisfacción por las fuerzas republicanas. Brazos de amor y solidaridad humana recogieron a mujeres y niños que lograron huir de aquel infierno dantesco. ¿Quieren seguir luchando? ¡Sea! Pero..., ¡abran las puertas para que seres indefensos se salven del hambre, de la locura y de la peste...! Tengan un gesto de gallardía, haya un punto de generosidad en ellos, única manera de salvarse del anatema y la maldición del mundo civilizado que, atónito, los contempla...
LA SEÑORA ANTONIA, LA TABERNERA
Era el miércoles inmediato al criminal alzamiento. Golpeaban ya en los arrabales de la ciudad las columnas leales. Rebeldes que faltaron a su juramento, fascistas que sólo buscaron la ruina de España, y sacerdotes que olvidaron a Dios, hacían a Toledo objeto de epilépticas ferocidades. Una treintena de civiles al mando de un capitán llegaron hasta una popular taberna que en la calle de la Sierpe número 6, tiene establecida una anciana viuda, Antonia Pérez Corroto, apreciada y queridísima en el vecindario, que a fuerza de trabajo y honradez logró acreditar su casa y criar a sus hijos, ya mozos unos y casados otros.
-No nos queda nada –dijo alarmada la señora Antonia.
-Pues vosotros serviréis depasto –gritó el jefe.
Y a culatazos hicieron salir de la tienda a la dueña, a sus dos hijos, Hilario y Aurelio, a la esposa de éste, Elena del Moral; a otro cuñado llamado Pepe, y a dos niñitos, hijos de ésta, de tres años, y de uno.
-De prisa, que ya llegan por la vega.
Avanzaban los prisioneros y con ellos la esposa y la hija del ex diputado socialista señor Alonso Domingo, al que habían asesinado el día anterior.
En una revuleta, cerca ya de la cuesta del Alcázar, Aurelio, Hilario y Pepe y dos parroquianos huyeron por una callejuela. Una rociada de balas les persiguió. Solo se salvaron los dos hijos de la señora Antonia, los demás, tendidos quedaron para siempre. Los civiles se vieron en peligro. Iban a su alcance las milicias. Empezó el tiroteo. Las fuerzas republicanas suspendieron el fuego entre gritos de indignación. Los rebeldes, para salvarse retrocedían poniendo entre ellos y sus perseguidores aquellas pobres mujeres y los inocentes niños. La humanidad de los milicianos les dejó llegar hasta el Alcázar...
UN DRAMATICO ESPECTACULO DE LA ACADEMIA
Hasta el pueblo de Gálvez hemos tenido que ir para ver a la tabernera, a su nuera y sus nietos. Están aún bajo el infinito terror que despertó en ellos su estancia en el Alcázar. Cuentan y no acaban. La llegada de la señora Antonia al interior del foco rebelde fué señalada por los 40 ó 50 soldados, que están realmente prisioneros en el interior. La conocían todos. La abrazaron. Lloraban al hablarla:
-¡Nos han engañado! ¡Nos matarán aquí por culpa de ellos!
Un capitán tuerto, de Inválidos, poniéndoles la pistola al pecho, las llevó hasta un rincón del patio central. Eran las seis de la tarde. Comenzó la desbandada en el interior:
-¡Los aviones! ¡Los aviones!
La señora Antonia y sus acompañantes se acurrucaron en un rincón aterrozadas. Cayó una bomba, destrozó la estatua que en el centro del patio había de Carlos V. Un casco de metralla hirió levemente a la esposa del ex diputado asesinado. Pasó el peligro. Salióun comandante de la Guardia civil y ordenó a unos guardias:
-Esas mujeres al sótano, que no mueran esta noche. Tiempo tendrán de ello.
No había luz. Entraron a tientas. En aquel departamento estaban las familias de los sublevados.
-Por caridad, un poco de agua para estos niños –suplicó la señora Antonia.
-No hay agua –la respondieron secamente.
-Un poco de pan, madre –gritó la niña.
-No hay pan –volvieron a contestar.
-Una luz, para ver dónde los echamos –pidió la tabernera.
-Los sacos los tenemos para nosotras –contestó una mujer malhumorada.
Sobre el suelo durmieron aquella noche las prisioneras.
A la mañana siguiente la señora Antonia vió en aquel amplio recinto señoras y señoritas de lo más principal de Toledo comer pan seco, garbanzos casi crudos y beber agua en cantidades homeopáticas. Encontró a un guardia civil paisano suyo:
-Pero, ¿qué es esto, Mauricio? –le preguntó-; ¿qué haces aquí
-Ya lo ve usted... Con mis cinco hijos y mi mujer. Ya no hay remedio... Nos engañaron, y el salir ahora sería la muerte. Así era ya.
Vió la tabernera fascistas conocidos de la ciudad amenazando constantemente a los civiles con pistolas ametralladora. Según sus cálculos, hay más de quinientos guardias civiles. Unos ciento cincuenta oficiales y dos centenares de fascistas constituyen la fuerza combatiente. El resto, hasta 1.300 personas, son mujeres y niños...
A las once de la mañana de aquel día, todas las prisioneras fueron encerradas en los calabozos. Así estuvieron seis días. La niña era un cadáver. Aterrorizada, se negaba a comer, no se podía tener en pie. Los mayores no comían más que garbanzos secos, un puñado de trigo tostado a cuenta de pan y un vaso pequeño de agua cada veinticuatro horas. La nuera de la tabernera pidió ver al jefe. La condujeron hasta él. La miró despectivamente:
-Usted es de las malas... –la dijo.
-Yo soy una pobre madre a quien su hija se le muere entre los brazos –dijo la joven, arrodillándose ante el jefe faccioso-. Señor, déjeme usted salir. Nosotros no hemos hecho daño a nadie y mis hijos se mueren.
-De aquí no sale nadie mientras yo respire –dijo el inhumano rebelde.
La mujer, casi arrastrada, fué sacada del despacho. La llevaban dos soldados que lloraban más que ella. En el camino se encontraron a un maestro armero íntimo de la familia de la tabernera.
-Esto hay que arreglarlo – le dijo al cabo Conejo, que iba con él.
-Estos hombres se convierten en asesinos –respondió el cabo, que, por cierto, hace tres días consiguió fugarse del Alcázar...
NO TIENEN LUZ, NI PAN
Seis días ha durado el secuestro de la tabernera y su familia... Todos los días los autorizan para salir al picadero a respirar... Allí también se ahogaban, porque allí fué donde en los primeros días de asedio enterraban casi a flor de tierra a sus muertos... Después han decidido arrojarlos a los acantilados del Tajo, donde sobre las peñas, en plena descomposición, hay más de setenta cadáveres.
Detalles terribles nos cuenta la tabernera... Los guardias de Asalto y los escasos soldados que hay en la Academia están desarmados y aislados en las cuadras, cuidando de los veinte caballos que aun conservan. El resto, hasta un centenar que había, los han ido devorando. Muchos, por falta de agua, han muerto y se descomponen en las escombreras, produciendo un olor horrible...
Los jefes y oficiales rebeldes se han distribuido en tres turnos, con auxilio de los guardias civiles de Toledo –únicos que sabían lo que se tramaba-, y ocupan los puntos estratégicos, desde donde hostilizan a los leales. Las ametralladoras y fusiles, del mismo sistema, los sirven oficiales y cadetes que hay en el interior en número de veintitantos, mientras los fascistas se encargan de vigilar a los que se cree propicios en la mano. Se hacen dos comidas al día: una a las doce de la mañana, otra a las seis de la tarde. Todo el mundo tiene que formar en la cola. Ya no hay ni patatas, ni lentejas, ni garbanzos. Ahora se da un trocito de carne de caballo frita y un puñado de trigo tostado. El agua está contaminada, casi salobre. Se facilita un vaso pequeño por cabeza cada veinticuatro horas. Ya hay más de veinte niños y cerca de cuarenta mujeres enfermas con disentería... La Artillería y los aviones causan verdadero espanto en los sitiados. Apenas aparecen los aparatos en la lejanía o comienza el cañoneo, todos corren a los sótanos. Es el instante propicio para huir.
Los rebeldes han utilizado las baterías de los ocho coches que allí había para poder oír únicamente y con deficiencias la radio de Madrid, que escuchan en un lugar apartado de los pisos altos los jefes. El que trata de llegar allí lo fusilan en el acto. Ya ha habido seis víctimas por ello. Todas las tardes reparten una hoja hecha con ciclostil, contando fantásticas victorias de los rebeldes para sostener la moral ya destozada de los guardias...
LA FUGA DE LA TABERNERA-ENTRE MILICIANOS
El viernes pasado, a eso de las cuatro de la mañana, llegó hasta los calabozos donde estaban la señora Antonia, su hija y sus nietos, el maestro armero y el cabo Coneo. Hablaron con los guardias civiles que las custodiaban:
-Aquí está la orden del teniente coronel vuestro –dijeron enseñando un papel con el sello, falsificado, así como la firma.
Sacaron a las prisioneras. Procurando que pasaran inadvertidas las condujeron hasta el postigo de Santa Fe que da a la Cuesta del Carmen... Después de un breve titubeo –dramática angustia para las que huían-, los guardianes, todos civiles, abrieron la puerta. Salieron. El maestro armero les dió un apretón de manos:
-Me juego la cabeza, pero sálvense ustedes –le dijo muy bajo a la tabernera... Esta y los suyos caminaron casi a tientas. De pronto, unos disparos de las milicias señalaron su presencia. Las infelices mujeres se arrojaron al suelo:
-¡Camaradas, no tirar que somos mujeres y niños huídos! –gritaron, mientras los chiquillos lloraban... Acudieron unas patrullas. Las recogieron con todo cariño. La anciana y la joven perdieron el conocimiento... La nena pedía pan y agua... Así terminó la dramática odisea de la popular tabernera de Toledo...
José QUILEZ VICENTE
JOSE ANDRES MANSO Y LA HORA DE LA JUSTICIA IMPLACABLE
Por MARGARITA NELKEN
¿Recuerdas, lector, el magnífico ejemplo de honradez política y de rectitud socialista dado por nuestro José Andrés Manso al pedir la anulación de las elecciones en Salamanca? Para que no prosperase el tráfico inmundo de los Gil Robles y Lamamié de Clairac, el diputado proletario ofrendaba su propia acta. La ofrenda fue estéril; los republicanos, que no ignoraban quién era Gil Robles ni lo que había detrás de la elección de Gil Robles, no sabían todavía que frente a un Gil Robles y a sus compraventas de conciencias no hay leguleyismo que valga. Hoy, tal vez lo sepan. Pero hoy Gil Robles está en un lujoso palace de Estoril, y a nuestro José Andrés Manso le han asesinado en Salamanca los que no podían perdonarle el haber entregado su vida a la redención de los campesinos esclavizados por los que ya eran, en esencia y en potencia, la canalla fascista cuyos crímenes han abierto, ¡por fin!, los ojos cerrados por el Alcubilla, su exégesis, sus resquicios y sus artimañas.
¡Nos le han asesinado! Como a tontos otros, dirán algunos, Cierto que el caído anónimo tiene el mismo valor de holocausto a la causa de la civilización que la vícitma cuyo nombre “suene” más. Pero el asesinato de Manso y sus circunstancias cobran fuerza de símbolo, porque ninguno quizás tan demostrativo de la venganza fruto de la rabia impotente de los que se saben vencidos. Nunca como ahora está próximo al despertar total de las masas miserables del agro castellano; nunca como ahora fué inminente la desaparición definitiva del mapa de España, de ese chancro latifundista, frailuno, clerical y usurero, que durante siglos y siglos ha tenido a millones de seres aherrojados en su mugre, su analfabetismo y su hambre, para mayor gloria de una Iglesia al servicio de todo lo podrido y degenerado y mayor provecho de una minoría síntesis de toda la podredumbre moral y degeneración física y espiritual al servicio de un fanatismo de cafres, sin nexo alguno son ninguna norma de religlión de pueblo civilizado.
Para unos y para otros, José Andrés Manso significaba la nueva aurora del campo salmantino. Los usureros e inductores de asesinatos del Bloque Agrario, que al iniciar nuestro camarada, hijo de humildísimos obreros, su brillante carrera de abogado apresuráronse a ofrecerle ese puesto de “secretario” que él rechazó con desprecio, conocían desde entonces, desde los primeros pasos del que había de ser, en todos los órdenes, defensor de los campesinos expoliados, su temple indomable. Gil Robles, que recogió anheloso y servil el cargo que Manso había despreciado, sentía frente a éste no sólo la enemiga hacia el adversario que poco a poco le iba acorralando, poniendo a descubierto sus vilezas, su pobreza moral, sino el odio hacia el luchador independiente, cuya misma independencia era una continua bofetada a su condución de “vendido”, de lacayo de los que pagan bien; y los míseros, los del espinazo doblado sobre el surco, de sol a sol, por nueve o diez reales; los que hemos visto llenar a todas horas la casa, la escalera, el portal del hogar de nuestro gran camarada, bien sabían –ellos mejor que nadie- que ese hombre de pequeña estatura, de ojos y ademanes vivos, hallaban siempre el apoyo, el consejo, la defensa y hasta el consuelo de una cordialidad sincera, espontánea, sin afectación.
Sí, era natural que lo matasen. Por envidia, por venganza y por temor. Por cuanto ha hecho y por cuanto podía hacer. Pocas semanas atrás, disfrutando con mis hijos de la hospitalidad que tan generosamente brindaba, pudimos ver de cerca lo que significaba Manso en Salamanca. “Esta es la casa de todos”, decía sonriendo la compañera ejemplar, que sabía compartir sus afanes, ser para todos y en todo momento, la compañera de Manso, su prolongación en la cariñosa acogida dispensada a cuantos inundaban aquella casa. En esa “casa de todos”, una mujer joven y una nenita, que entretenía a las visitas asegurando en su media lengua: “Soy socialista de “Lalgo” Caballero”, estarán ahora solas con su dolor, entre la estulticia y quién sabe si el escarnio de los que, por servilismo, por temor o por venganza, hacen coro con los verdugos del esposo y del padre. La escalaera, cuya muchedumbre en trajes labriegos desbordaba hasta en la acera –los que esperaban a poder entrar en “la casa de todos” para recibir el apoyo, el consejo o el consuleo del que no sabía lo que era vivir para sí-, esa escalera se hallará ahora desierta y apenas si, de cuando en cuando, subirá por ella alguna silueta de familiar o de camarada que lo arriesgará todo para llevar un poco de aliento a la viuda y a la huerfanita del luchador asesinado. Pero ¡ya falta menos, ya falta poco, ya apenas nada, para que de todos los ámbitos de las llanuras salmantinas redimidas, de todos los rincones de las montañas asturianas, cuyos mineros no han olvidado cómo Manso, en las horas más temibles de la represión, fué el primer diputado y el primer abogado que acudió en su defensa, el nombre de José Andrés Manso se eleve como un clamor de triunfo. Y en ese instante nadie, en absoluto nadie, podrá impedir a los mineros de Asturias y a los campesinos castellanos hacer obra de justicia implacable con quienes por envidia, por venganza o por temor, han sido, por acción o por inducción, directa o indirectamente, culpables del asesinato de su mejor defensor.
1914 – 1936
Peligros de una Europa indecisa
Louis de Broukére, presidente de la Internacional Socialista, que estuvo hace poco en España, ha publicado un artículo del cual consideramos oportuno reproducir las siguientes palabras, refiriéndose a la actitud de las democracias europeas en relación con los acontecimientos de nuestro país:
“Europa deja hacer para salvar la paz, según dice. Cuestra trabajo concebir ceguera semejante. ¿No se ve que, de concesión en retroceso, de debilidad en abdicación, se entrega al fascismo la iniciativa y la dirección política de Europa? ¿No se comprende que su insolencia crece cada día y que nos arrastrará a la guerra tanto más ciertamente cuanto más pusilánime nos alenta?”
Palabras exactísimas que revelan un penetrante conocimiento de la psicología del fascismo, tan parecida a la del Imperialismo germánico en vísperas de la guerra de 1914. También entonces las democracias occidentales proclamaban tan fervientemente sus anhelos de paz, que los imperios centrales creyeron llegado el momento de lanzarse a la guerra, imaginándose que la Francia democrática y sobre todo su proletariado revolucionario no se defendería o sólo muy débilmente, y que Inglaterra, por su aislamiento de la política del continente y por el pacifismo de la mayor parte de su población, no intervendría contra la agresión germánica.
Se equivocaron los imperios de la Europa central; pero hay que reconocer que lo que les alentó en su criminal aventura fué principalmente la política indecisa e inhibitoria de las democracias occidentales. Si desde el primer momento de peligro Francia, Inglaterra y los Estados Unidos le hubieran dicho a Alemania de un modo inequívoco: “En caso de que provoques la guerra contra cualquier país de Europa, nosotros tomaremos las armas contra ti y nos defenderemos hasta derramar la ultima gota de nuestra sangre”, es seguro que el imperialismo alemán hubiera vuelto a envainar su espada.
La historia se repite. Las circunstancias capitales son casi las mismas. Varían sólo las accesorias: el foco geográfico del conflicto, que ya no está en los Balkanes, sino en el extremo occidental de Europa, en nuestra España, y las causas políticas occidentales, aunque tampoco dejan de tener alguna semejanza inicial en ambos casos: un atentado político entonces y ahora. Pero las motivaciones profundas de la amenaza que pesa sobre Europa y la división de las fuerzas nacionales en presencia son casi idénticas.
De una parte está un grupo de Estados absolutistas, que en 1914 quisieron aplastar la democracia y el socialismo en Europa y expansionarse a la vez sobre otros continentes, y que en 1936 quisieran obrar de igual manera con la democracia y con lo que ahora llaman marxismo o bolchevismo. De otra parte, las mismas potencias de Occidente que tanto en 1936 como en 1914 defienden análogas formas políticas y transformaciones sociales frente al absolutismo antidemocrático y antiproletario. La más importante variedad es Rusia, que está en ambas fechas en el mismo grupo de potencias, pero más ligada después de su revolución a las democracias occidentales.
El paralelo histórico persiste también en la tónica psicológica. De un lado está la iniciativa y dirección de la política de fueza, como dice De Brouckére. De otro, el pacifismo, la indecisión, una política de concesiones. Esta última política, estamos seguros, coincidiendo también en esto con De Brouckére, llevará asímismo a al guerra, fatalmente, en 1936 como en 1914, porque sólo sirve para hacer creer al fascismo, como hace veintidós años a su hermano el imperialismo antidemocrático y antiobrero, que nadie le cerrará el paso, que puede impunemente atropellar a pasíses más débiles –entonces Bélgica y Rusia y ahora España- e imponerse mediante un sencillo paseo militar al resto de Europa y del mundo.
Se equivocará de nuevo, indudablemente. Pero sería trágico, y ello costaría mares de sangre, esperar a sacarle de ese error a que en 1936, como en 1934, inicia la guerra. Hay que evitarlo por encima de todo, y el único modo de evitarlo es que los Estados democráticos, Francia e Inglaterra en primer término, y Rusia con ellos, declaren conjuntamente que si el fascismo provoca una guerra internacional para socorrer al ya virtualmente fascismo español, esas potencias no lo tolerarán, como no lo toleraron en 1914. Pero esta declaración, para que sea eficaz, ha de hacerse “a priori” y sin pérdida de tiempo. Y es el proletariado de esos países el que debe presionar a sus Gobiernos respectivos para que tal declaración salvadora no tarde y sea todo lo inequívoca que exigen las críticas circunstancias.
La pusilanimidad de Europa –repetimos finalmente las palabras de Louis De Broukére- es la guerra cierta. Sólo la decisión y la energía inmediatas pueden evitarla. Recuérdese la torpe política de 1914 y hágase la contraria. Del mismo modo que el fascismo español no se hubiera aventurado a su insurrección criminal de haber sabido que le iba a afrontar un pueblo en armas dispuesto a vencer o a morir, el fascismo internacional tampoco se arriesgará a la locura de una guerra si sabe de antemano que las democracias del mundo han de levantarse en armas contra él como un solo hombre. ¡No se pierda un día, ni una hora, ni un minuto en hacérselo saber!
UN GRAN ARTICULO DE UN PERIODICO ALEMAN ANTIFASCISTA
París.- El periódico antifascista alemán “Deustche Volkszeitung” titula la editorial de uno de sus números “El Frente Popular español ha triunfado” y dice que el pueblo trabajador, integrado por comunistas, socialistas, anarquistas, sindicalistas y republicanos de izquierda, ha batido a la contrarrevolución fascio-monárquica en puntos estratégicos decisivos del país y de hora en hora crecen las fuerzas organizadas del Frente Popular y de hora en hora la fuerza de la contrarrevolución se van debilitando en esta lucha heroica del pueblo español, que será el punto de partida del triunfo definitivo de la Democracia española.
El pueblo español –continúa diciendo- pudo abatir la contrarrevolución, porque el peublo representa la voluntad evolutiva del 96 por 100 de los espñaoles y porque se hizo el responsable para llevar a cabo la revolución democrático-burguesa, sin la cual España quedaría condenada a ser para siempre un país atrasado e inculto.
El Frente Popular español, que en el pasado mes de febrero batió a la contrarrevolución en las urnas, había comenzado a implantar en las urnas, había comenzado a implantar la reforma agraria y asegurar los derechos democráticos de los obreros y campesinos, así como a liberar los órganos del Estado de los elementos militantes, clericales y fascistas.
El triunfo sobre la contrarrevolución obtenido en la pasada primavera, fué conseguido bajo el signo de las organizaciones obreras. Las organizaciones más poderosas del proletariado español, apoyaron a los partidos republicanos de izquierda y esta leal colaboración no se rompió ni aun cuando el Gobierno demostró alguna tibieza respecto a la contrarrevolución. Al llegar a este punto se comprendió que tras del Frente Popular había algo más que una mera unión accidental, que había una voluntad seria y consciente y aquel momento marcó la admirable disciplina del proletariado.
La contrarrevolución no contaba tan sólo con el Ejército, sino que contaba también con el apoyo de los reaccionarios de todo el mundo; pero les ha salido mal la cuenta. No sólo el pueblo español en masa se ha opuesto a sus designios, sino que, en el aspecto internacional, el proceder de España es una lección a todos los pueblos enemgios de la libertad, a todos los pueblos enemigos de la paz.
Aviso importante
A todos los corresponsales administrativos que no hayan enviado la liquidación de la venta del 1 al 10 del corriente, se les requiere para que lo hagan con la máxima rapidez, pues caso de no recibirla se procederá a la suspensión del envío.
Al mismo tiempo se recuerda que pasado el día 20 se debe proceder al envío correspondiente a la segunda decena de agosto.
FRENTE POPULAR
Aviso a los obreros gráficos
Obreros gráficos a quíenes corresponde trabajar en la noche de hoy, jueves:
CAJAS
Pedro Zaldívar.
Perfecto Barriuso.
Inchaurrondo.
Pablo García.
Emilio Parrondo.
LINOTIPIAS
Jaime Zurbano.
Ignacio Gorostidi.
Santiago Collado.
Julio Lapresa.
Faustino Goicoechea.
Ricardo Urondo.
ESTEREOTIPIA:
Jorge Lecumberri,
José Castresana.
Severiano Ceballos.
MAQUINA
Carlos Horn.
Nicolás Urcelay.
Cayo Arraiz.
Francisco Esquívil.