Ostirala, 1936ko abuztuaren 21a
LA VOLUNTAD DEL PUEBLO
Frente al enemigo con vista al futuro
Estamos en plena guerra. Estamos en una guerra doblemente tremenda y dolorosa por ser guerra y por ser entre hermanos. Cierto que los faccioso –los cabecillas, pues los soldados son también víctimas, ya por haber sido engañados ya por su incultura- rompieron todo vínculo con nosotros y ya sólo podrán fraternizar con sus afines de otros países: con nosotros ¡nunca más!
Estamos en plena guerra, digo, y todos nuestros afanes, todos nuestros esfuerzos, nuestra capacidad material e intelectual deben converger al enemigo. Es nuestra finalidad inmediata. Si para ello es necesario movilizar todas las fuerzas, se movilizarán; si para ello es necesario destruir todo lo que de monumental y bello hay en los reductos facciosos, ya que la mayor belleza de un pueblo es su libertad, se destruirán. Si para ello fuera necesario arrasar todo el solar nativo hasta quedar reducidos –los que quedasen- a la condición de los primitivos habitantes de Iberia, sin más cobijo que ruinas ni más medios de vida que los montes de pastoreo, se arrasaría.
Esto es indiscutible. Hay que hacerse y se hará.
Desde luego que no será necesario tanto ni mucho menos, y sólo recurrimos a la hipérbole por ser idea del espíritu que nos anima.
No obstante, sin descuidar esta lucha perentoria, no hay que dejar que nos sorprendan otros problemas también de gran envergadura, para cuando hayamos derrotado al enemigo.
* * *
Hagamos, aunque con esfuerzo, un pequeño paréntesis a la lucha –paréntesis que es lucha también, aunque de otro orden y llevada al campo de un porvenir inmediato-.
Cerremos los ojos a la tragedia por un instante; hagamos abstracción del silbar de los obuses... y pensemos en la situación de España antes de que esta lucha se desencadenara.
Apenas ha pasado un mes y ya nadie habla ni se acuerda de aquel gran problema que se llamaba el paro, y que no debe consolarnos el que sea llaga viva de otros países. En realidad no hay tiempo para ello y, además, es tan secundario hoy que hasta parece extemporáneo mencionarlo. Pues aquellos parados que en plena paz, en plena normalidad productiva, no comían, hoy en plena guerra, comen. Luchan y comen. Y eso que hay muchísimos millares que a su lado luchan apartados también de las actividades productivas. Limitemonos a apuntar la paradoja.
Decir un obrero parado, es como decir un hombre honrado llevado al último extremo de la injusticia. Porque, ¿sabéis lo que es el hambre?
El hambre sí que es un imperativo categórico. Es el tratado de rebeldía más convincente. Ante el hambre “lo tuyo y lo mío” aparece como un prejuicio incomprensible.
El hambriento puede no saber leer, puede no razonar los derechos de su estómago, pero él quiere, él necesita comer. Ante las necesidades imperiosas, son inútiles todos los principios y todas las disquisiciones legalistas. Un hombre puede llegar al heroísmo de dejarse morir de hambre; puede dejarse morir de hambre él, pero ¿y sus hijos? ¿Debe, puede dejarlos perecer?... Y entonces salta todas las vallas, lógicamente, humanamente. He ahí un hombre parado. Hay en su redor quienes cobran buena jornada para vigilar su angustia. Un paso que dé y... –otra paradoja- encuentra casa, comida y más vigilantes de su infortunio.
¿Divagación sensiblera? No. Es llaga viva que no se ha de remediar con lamentos. Eso es el paro, el problema que, al fin de nuestra batalla, se presentará más agudizado y tendremos que resolverlo. ¿Cómo? No nos engañemos pensando en que habrá trabajo para todos, pues aunque eso es verdad, también es verdad que lo habría habido antes, no ya removiendo los escombros de este gran alentado, sino emprendiendo tanta obra como en España se necesita y debía hacerse.
Pensemos, por el contrario, que si antes el capital se retrajo o se mostró remiso, ahora, es decir, después del gran zarpazo que quería apuntalarlo aplastando al pueblo, habrá quedado si no aplastado del todo, tan derrengado que le será muy difícil seguir adelante. ¿Quién le prestará muletas? ¿El proletariado que ha tenido que defenderse de su zarpazo con uñas y dientes?
Por otra parte, los paliativos de tipo burgués que parecían viables hace apenas cuatro o cinco semanas, han perdido muchos puntos en la cotización de las soluciones aun dentro de la democracia más avanzada. El pueblo no los aceptará. Y como el pueblo es el que manda; como el pueblo se encontró casi solo frente a la conjura de todos los reaccionarios; como el pueblo se vió de pronto amagado de muerte en todas las ventajas conseguidas por todo el armatoste de fuerzas armadas que debían garantizarlo en sus derechos –no se olvide que la judicatura era benigna con el fascismo en marcha y severa con los traspiés del obrero-, el pueblo, triunfante, será el que imponga su voluntad. Sus condiciones serán ley. Después de vencer a lo más temible ¿quién osará dictarle normas que no se avengan con sus necesidades, con los derechos conquistados en magna gesta, con sacrificio de su sangre?
Piénsese a tiempo: el pueblo se está ganando la libertad... ¡que no será la antigua libertad de morirse de hambre!
Ya no podrá haber caras famélicas a la puerta de los “cabarets” donde los señoritos derochaban su juventud inútil y el producto de la expoliación del trabajador.
¿Qué se hará entonces? No lo sé; pero debe ser algo completamente diferente.
Escarbemos brevemente en la raíz del problema. No sería inactual porque también es uno de los orígenes afluentes del fascismo.
El progreso mecánico desplaza a multitud de obreros manuales. En proporción con esa multitud, es insignificante el número de los que absorbe en nuevas actividades.
Además de desplazar obreros, la mecánica multiplica la producción industrial.
Como resultado de estos factores tenemos que, aun limitándola, hay exceso de producción y una multitud hambreada que nada puede adquirir.
He aquí, sencillamente planteado, el problema-escollo de nuestros tiempos, que se agudiza y se manifiesa más netamente en los grandes centros industriales.
En cuanto al campesinado que parece vivir al margen de estas luchas, va a remolque de ellas y sufre pasiva o inconscientemente sus consecuencias. Si se trata de los campesinos totalmente desposeídos que viven a jornal de los grandes terratenientes, ya saben que son unos parias.
Un centenar de latifundistas absorbe el sudor de muchísimos millares de familias. Ejemplo típico el sur de España.
En el norte, digamos Galicia, el minifundio llega a extremos que no pueden ser más ruinosos. Predominan los pequeños propietarios. Y se dan infinidad de casos en que familias trabajando todo el año sus parcelas, ni comen ni pueden pagar las tributaciones que por diferentes conceptos los agobian. Y llegamos a la conclusión que si los que nada tienen son unos parias, los que tienen una parcela tienen en ella un grillete cada vez más pesado.
Porque si algo excede la producción al consumo mínimo, o si sufre privaciones para vender algo y pagar tributos, debe vender al precio que le impongan los acaparadores, y los productos de la industria que necesita comprar, como son ropas, útiles y artículos de primera necesidad que no produce, debe pagarlos al precio que le impongan los industriales.
Por dónde se ve claro que, propietario o no, vive a merced de la banca y de la industria.
¿Y créeis que protesta contra la banca que lo acogota, contra la industria que lo esquilma? No. Lleva su incomprensión a protestar contra el gran proletariado que en constante batallar reivindica unas mejoras y un pasar a que tiene perfectísimo dercho. En esta manera de comprender las cosas no hay que culpar más que a su ignorancia y a sus mentores –el cura y el cacique- que lo llevan y traen para donde les conviene.
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Bien. Tenemos el paro y la miseria como producto del progreso mecánico que en vez de beneficiar al pueblo lo tiene en una ergástula.
Entre las soluciones que se apuntan figura la del subsidio al parado solución superficial que nada resuelve y que antes bien complica el problema porque le da carta de legalidad a un numeroso ejército de parados que consume y nada produce.
Esta solución sería una nueva modalidad de la burocracia que la burguesía aceptaría como mal menor temerosa de que en el ejército de parados surgieran focos revolucionarios o bandas de salteadores. (Ya digimos lo que es el hombre).
A los salteadores o expropiadores individuales no los teme la burguesía, porque para esos hay jueces y cárceles con el concenso general, no imporrta sus causas originarias.
Para los revolucionarios... ¡Ah! esos son más temibles porque si hasta ahora también para ellos hubo cárceles, en adelante habrá que medirse mcuho en la represión... ¿No era la actual intentona el último avatar de la represión reaccionaria y la está aplastando el pueblo, el pueblo revolucionario?...
Descartado el mal menor que sería el subsidio, ¿qué nos queda? ¿Disminuir las horas de trabajo hasta utilizar el esfuerzo de todos para que todos tengan la satisfacción de vivir de su esfuerzo? Ya sería más razonable pero tampoco es solución para el proletariado ¿en qué condiciones quedaría el campesinado que produce lo elemental de las necesidades vitales ¿En la condición de esclavo frente al proletariado redimido. ¿A quién le van a hacer huelgas los pequeños propietarios si ni aún trabajando de sol a sol pueden vivir?
No, no.
Otros tienen que ser los rumbos. Hay que buscar soluciones que armonicen los interess del proletario con el campesino.
El capitalista industrial alimenta el precio de sus productos y no salimos del círculo viciioso. Pero aun así no le conviene esta solución y habrá que ir pensando en prescindir de él.
La supreproducción lo lleva indefectiblemente a un atascamiento y sobreviene la parálisis en perjuicio del proletariado que antes se había beneficiado.
Al capitalista no le interesan las necesidades del país. A él, lo que le conviene con la vista fija en el lucro, es producir al más bajo precio pagando salarios de hambre por largas e intensas jornadas de trabajo. ¿Para qué si en el país no tendrá salida su producción? Pues en el país venderá lo que pueda al precio que le dé la gana y el excendente podrá exportarlo haciendo competencia a los capitalistas productores de otros paises. Si le cierran los mercados, ahí tien el pueblo hambriento para armarlo y lanzarlo a conquista coloniales –política de Mussolini que quiere imitar Hitler.
Esta es la razón del imperialismo que explota la vanidad nacional para servir al gran capital.
Es para esto que necesita someter a los trabajadores, despojarlos de todas las medidas conseguidas, esclavizarlo, en suma. ¿Cómo lograr esto de una masa llegada a tal grado de consciencia de sus derechos? Aquí nace el fascismo.
Empieza con la recluta de hampones y criminales pagados por al alta Banca, se extiende a los descontentos embancados por los políticos a la reacción, a todos los desplazados del privilegio, se encuadran estas fuerzas en una oficialidad ambiciosa, se asocia toda la podredumbre del generalato, y como gran araña en esta tela de tantos remiendos, el enemigo de todos los tiempos desde que San Ignacio de Loyola ha sido.
* * *
El capital no acepta las continuas reivindicaciones de los obreros que son disminuir las horas de trabajo para absorber mas personal y mayor salario para vivir decentemente, porque la necesidad de lucro es su vida.
¿Socializar el capital y prescindir del capitalista? Bien. Pero de forma que sus beneficios abarque al campesinado.
* * *
Aplastada la reacción fascista, que es el sumun de todos los males, el capital, como hemos dicho ,debe quedar y quedará derengado, y como hemos dicho también, surgirán problemas que no deben cogernos de sorpresa.
Las soluciones de hace cuatro o cinco semanas ya no serán viables. La contrarrevolución vencida nos empujará, quiérase o no a continuar la revolución, pero con otro ritmo y con otros factores que nos harán variar la forma y el fondo de manera radical.
Y como no hay que esperar que una cosecha se agote para empezar la siembra de la cosecha futura, hay que ir pensando en estructurar la vida de un mañana bien inmediato.
Dediquemos a ello los capacitados.
Hay que incautar mucho, socializar mucho, amplificar y unificar direcciones de empresas afines, y antes que el lucro del capital tener en cuenta y relacionar la producción y las necesidades del país, trabajo para todos y que nadie quede sin comer en el país de la libertad conquistada a pulso y regada con tanta sangre.
M. Vázquez Pedrouzo
San Sebastián
La Universidad Popular de Madrid
Por iniciativa de la Federación Local de Sindicatos de la Confederación Nacional del Trabao se va a crear la Universidad Popular.
La dirigirá Gonzalo de Reparaz y estará establecida en el edificio que fué casa de los Paúles, García de Paredes, 43, que reúne excelentes condiciones para este objeto a que se la destina.
Una Comisión del grupo “Los Libertos” visitó, para comunicarle el acuerdo, al ministro de Instrucción Pública, el cual ofreció todo su apoyo y dió toda clase de facilidades.
I
El pueblo español está haciendo su revolución instintivamente. La raza, tras largos siglos de sumisión a sus clases superiores, dominantes por derecho de conquista, se yergue, se reconoce a sí misma, desembarázase de sus opresores, y asume la dirección de sus propios destinos.
Pero es preciso que la asuma no sólo instintivamente, sino también conscientemente. Y aun esto no basta. Importa mucho prepararla para la función rectora que va a ejercer.
Con esto queda definida la misión de la Universidad Popular que nos proponemos fundar los revolucionarios españoles, conocedores de la gravedad de la hora presente, decisiva para la civilización entera, no sólo para España.
Nuestra revolución no es un hecho aislado y fortuito. Forma parte de la crisis de la raza aria en Europa preponderante, hoy en plena bancarrota espiritual, a pesar de su enorme progreso cultural.
Este desequilibrio nos dice claramente que la cultura no ha cumplido su misión de hacer a los hombres mejores y más felices. Al contrario: con el cultivo intenso de la violencia y el retroceso hacia las fórmulas gubernamentales de las sociedades muertas (militarismo, cesarismo, capitalismo, fascismo, en suma están trabajando en su destrucción.
II
La Universidad Popular se propone:
Educar hombres que conozcan la vida, la amen y sepan vencer en las luchas que esa vida les impone, pues todo es lucha en el Universo, aunque no lucha destructora, como quieren los apologistas de la violencia, sino pugna por ascender en la escala biológica.
Queremos que el hombre del pueblo español conozca la vida del Universo de que forma parte, la de la raza que le ha engendrado y modelado, las armas, insrumentos de trabajo que se ha de servir para lograr su mayor bienestar posible, la Historia de sus desgracias y la manera de remediarlas, es decir, que aprenda de ellas y de sus causas a corregirse de sus defectos y a cultivar sus cualidades.
La revolución española, para serlo verdaderamente, tiene que orientar su pedagogía volviendo la espalda a las civilizaciones extinguidas, y que Europa se obstina en continuar. Conocerlas, sí; imitarlas, seguirlas, inspirarlas en ellas no.
Por tanto, nuestra Universidad, concederá muy poca atención a las llamadas humanidades. Necesitamos hombres que sepan pensar y ejecutar. Abominamos de los que hablan bien y luego no sirven para hacer.
Lo principal para noostros es:
El conocimiento de la Creación y de sus leyes.
El de la Tierra en su estado actual y sus recursos.
El del hombre que la habita y las relaciones entre las diversas razas.
Por tanto: las ciencias naturales son la base de nuestra pedagogía. Enseñan a observar, comparar, deducir y meditar. Enseñan también a explotar las riquezas del Planeta (Geografía, Geología, Mineralogía, Zoología, Botánica, etc.).
Luego vienen las ciencias exactas, maestras en el razonar, en constituir vías de comunicaciones, edificios, barcos, y que son indispensables para tantos servicios públicos y privados.
Gran atención acordaremos al estudio práctico de las principales lenguas vivas: francés, inglés, alemán, ruso y árabe. Importa que el español pueda entenderse con sus hermanos del mundo entero, por la gran utilidad que esa inteligencia representa para él.
III
La Universidad concederá gran espacio a la enseñanza técnica.
Tendrá cursos especiales de Física y Química, ciencias de experimentación que el obrero necesita conocer para desempeñar bien multitud de oficios. Tendremos laboratorios, museos mineralógicos y otros, muestrario de instrumentos.
Aunque no pensamos educar al obrero para la política, si queremos que sea competente en su política, y por este motivo tendremos cátedras de Antropología, Etnología, Sociología y Economía política, grupo de asignaturas que se esforzará en informarle del desarrollo de la vida social.
Otro grupo de conocimientos también de gran alcance social será el consagrado a las siguientes materias:
Higiene de la vivienda y del taller, del género de vida. Difusión de buenos principios de puericultura para las muchachas. En suma: mejora de la raza. No basta la de los espíritus, importa mucho también la de los cuerpos, porque es raro, que cuerpos canijos encierren espíritus sanos.
IV
Esta nota escrita al correr de la máquina, en breves minutos no puede dar sino una muy somera e imperfecta idea de lo que será nuestra Universidad popular; pero quiero repetir, antes de terminarla, que nuestro propósito, el de los hombres de la C. N. T. y el mío, es hacer de ella un vivero de hombres nuevos, capaces de moverse libremente en el mar social, dispuestos a bastarse cada uno a sí mimso, y no parásitos del Estado como los que da la enseñanza oficial. No carreras para vegetar parasitariamente, sino esta carrera única: aptitud para producir lo necesario para vivir lo mejor posible.
GONZALO DE REPARAZ
¡TODOS A LA LUCHA!
El rico con su dinero, el pobre con su trabajo.
El valiente con las armas en la mano, el tímido en la obra pacífica.
El dueño de sí mismo todo él, el que se debe a otros con un solo grano de arena.
La mujer con fe y entusiasmo, el hombre con fuerza y valor.
¡TODOS A LA LUCHA!
Que el que no está con la ley, está contra ella.
Que es la piedra de toque para distinguir al leal del traidor.
LOS LEALES A LA PATRIA, ¡EN PIE!
EL VERDADERO ESPIRITU REVOLUCIONARIO
Camaradas:
Ni venganzas particulares ni pìllajes.
Energía y serenidad.
Defensa de la revolución.
Dignificación de la revolución.
OFRECIMIENTO TARDIO
La justicia social de los facciosos
Desde el micrófono de la radio sevillana, el ex general Queipo de Llano ha aludido a la cuestión social, manifestando que muchos obreros y directivos de organizaciones se han apresurado a presentarse “espontáneamente” para hacer acto de sumisión y protestas de que figuraban asociados forzadamente, porque en caso contrario se les hubiera negado el derecho a trabajar.
Este es un punto que no merece comentario, porque todo el mundo sabe, hoy más que nunca, que se impone una estrecha unión entre el proletariado español para la defensa de sus derechos y para acabar con un régimen al que, con su intervención en el movimiento faccioso, han dado los capitalistas un golpe mortal.
Han pasado centurias de tiranía, de inconsideración, de egoísmo, de crímenes, de dolores, de injusticias que es preciso vengar.
Ellos, los militares facciosos, para quienes no existen los cambios de régimen ni los vaivenes de la economía nacional, o los que nunca falta el espléndido sueldo, gobierne Gil Robles o Martínez Barrio, mientras el proletariado sufre las consecuencias de la crisis ambiente, pese a ser el sostén de la nación, se han constituído en verdugos del pueblo, en el último baluarte, ya resquebrajado, de un régimen cuya contumacia en el crimen le hace odioso ante el mundo civilizado.
Esos militares facciosos, esos traidores que, para salvar a la patria, escogen el camino brutal de su destrucción, han tenido el atrevimiento inaudito de decir que velan por el obrero, que le reservan un porvenir mejor, empezando por negarle sus derechos a vivir como seres humanos, más bien que como bestias de carga.
Apoyando a esos traidores hay hombres y mujeres que consienten ver a la puerta de sus mansiones señoriales a sus hermanos muriéndose de hambre, desnudos en la furia del invierno, privados de cobijo, sin conmoverse ni levantar un dedo para aliviar tanta miseria. Genios sin entrañas, soberbios y altaneros.
La vida de comodidades que merecen o debe establecerse entre los obreros vale para ellos menos que la salud de un perrito faldero.
Ellos son los que han traído la verdadera revolución que dentro de poco se operará en España y que barrerá de su suelo una casta entera para siempre.
Ante la criminal acción de los privilegiados de un régimen que se derrumba para no elevarse jamás, motivo de la vigorosa reacción del pueblo, nuestra emoción, nuestro dolor y nuestra voz de coraje y de fe.
Si los que mantuvieron tantas guerras y nos han llevado a ésta que actualmente ensangrienta a España, pudieran figurarse a cuatnas pobres viejas e infelices madres y esposas van a desgarrar las entrañas por satisfacer su orgullo; si pudieran ver las lágrimas y oír sus lamentaciones en el instante en que les dicen. “¡Tu hijo o tu espso ha muerto! ¡No le verás más! Ha desaparecido destrozado por una bomba o por una bala, o en un hospital tal vez lejano –después de sufrir una amputación-, abrasado de fiebre, sin consuelo...”. Si pudieran imaginarse todo eso, no habría ninguno tan bárbaro que se atreviese a seguir adelante. Pero no piensan en nada: creen que los demás no quieren a sus hijos o esposos tanto como ellos: ¡Toman a las gentes por bestias! Se engañan: con toda su soberbia y todas sus ideas de grandez, no son nada, porque un pueblo –y pueblo son los soldados arrastrados por los militares rebeldes a la lucha-, no debe hacer la guerra sino cuando atacan a su libertad desde el extranjero. Entonces se muere o se vence juntos: el que se queda atrás es un cobarde, quiere que los demás se batan por él; la victoria no es para unos pocos, es para todos; padres e hijos demandan a la familia; si los matan, es una desgracia, pero mueren en defensa de sus derechos. Esta es la única guerra justa; todas las demás son vergonzosas, y la gloria que acarrean no es la gloria propia del hombre, sino la de una bestia salvaje.
Tenían que acabar mal los fabricantes de guerras, de carnicerías que repugnan. Las madres no se atrevieron antes a defender la carne de su carne, como en tiempos de Herodes, cuando el emperador la reclamaba para la matanza. Pero ahora, aun a costa de un nuevo sacrificio, las madres de hoy afianzan con su actitud la base de la paz futura, colaborando animosas en la lucha, porque la imponen elementos que, por sus procedimientos brutales, superan en toda la acción a los enemigos más encarnizados que puedan brotar en un país extranjero. Y llegará el momento de la victoria. Y España sufrirá algún tiempo las consecuencias trágicas de la guerra civil desencadenada por los malos patriotas. Después del triunfo nos aguardan seguramente tiempos bastante duros, de sacrificio como los presentes. Pero el proletariado, el auténtico pueblo español, los verdaderos patriotas, trabajaremos con entusiasmo magnífico y con amor filial para borrar el pasado triste y desalentador, con el estímulo de sabernos libres y la satisfacción del que labora en su provecho y en el de la colectividad.
¿Ahora vienen a hablarnos los jefes rebeldes de justicia social? Es tarde ya. Y si no fuera así, bastaría la elección del momento para antojársenos sospechosa la promesa de Queipo.
Han tenido mucho tiempo para establecer ese régimen de justicia social que prometen los jefes del criminal levantamiento y no es ametrallando al obrero ni luciendo banderas monárquicas o entonando himnos del mismo carácter cómo se llega al pueblo español, que tanto ha luchado por la República.
Caerán los jerifaltes, y sobre las cenizas del tinglado que los sostenía se levantará la España grande del proletariado, una nación trabajadora y de régimen justo, no esa “España grande” que al evocar un pasado bochornoso inspira a los que atentaron contra la vida de la Patria.
Entonces, ya que no de grado, impondremos la justicia social cristiana, que es, aunque lo ocultan aviesamente los poderosos, la doctrina que preconizan hasta esos partidos obreros que ellos llaman extremistas.
Los timoratos pueden tener la seguridad de que en la nueva aurora de España todos seremos cristianos, verdaderos cristianos. No clericales, que es el mal de España.
HACIA LA VICTORIA
HEROICOS GUIPUZCOANOS ¡¡SALUD!!
Yo también soy guipuzcoano, nací en el pueblecillo de Deva, a quien le guardo mis más tiernos recuerdos.
Mi indignación no tiene límites al enterarme, el salvajismo cometido ayer por segunda vez, por el buque pirata contra nuestra Donostia, contra infelices mujeres y niños, que ningún daño han hecho, a esos mónstruos, a esos criminales ¡¡malditos!! ¡¡mil veces malditos!!, seres sin alma, sin la menor sensibilidad, sin la menor noción de humanidad.
¿Hijos de quién sois? ¿de qué madre? ¿de qué raza? ¿qué perseguís con esos crímenes? delibitar nuestro espíritu de combate? ¿acobardarnos? que equivocdos estáis, viles reptiles, lucharemos como un solo hombre hasta derramar la última gota de sangre si es necesario, hasta que no quede vivo ni uno de vosotros, ni uno, oídlo bien.
¡¡Camarada Larrañaga!! cumplid vuestro bando, si vuelven a ametrallar a los pacíficos habitantes de San Sebastián, fusilad a todos los prisioneros que se les pruebe haber tomado parte activa en esta barbarie fascista, y también los que han ayudado moral o materialmente. ¡¡Fusilarlos!! así despejaremos el campo de alimañas venenosas, y en nuestro suelo florecerán las plantas productivas de belleza de paz, de trabajo, de justicia y de solidaridad humana.
Es necesario que pensemos seriamente que eta contienda puede durar un tiempo quizá más que lo que creímos en un principio y aunque los puestos de abastecimiento, están bien organizados, tenemos muchos elementos en paro forzoso de trabajo y podíamos colocarlos, en los puestos que quedan vacíos de los combatientes para que en la retaguardia sean útiles, para la victoria. A las familias de los combatientes no debe faltarles nada y a los bravos milicianos tampoco, todos, vanguardia y retaguardia bien atendidos, con todos los elementos.
¿Dinero?, hay mucho en los Bancos y el Frente Popular tiene garantías sólidas. Hay mucho entre las derechas, que están agazapadas en sus casas particulares. ¡¡A registrar sus domicilios, como lo están haciendo en toda España y cada día salen los millones, que encuentran nuestros milicianos y que les entregan a las autoridades, sin que falte un céntimo. Sobre todo a los obispos, frailes, monjas y curas ¡¡duro con ellos!! a registrarlos urgentemente.
Bravos milicianos, bravos guipuzcoanos, ¡¡camaradas y hermanos, ariba los corazones ¡¡adelante!! ¡¡a vencer!!
Pedro Antín y Olave
EL SEÑOR
DON CANDIDO GARCIA ANDRES
Falleció el día de ayer, a los 70 años de edad.
Después de recibir los Santos Sacramentos.
Ss hijos, doña Juliana, doña Valeriana y doña Dora (ausente); hermano, don Pantaleón; hijos políticos, don Ricardo Fernández y don Nicolás Saralegui; hermanos políticos, nietos, primos, sobrinos y demás parientes, al participar a sus amigos y conocidos tan sensible pérdida, les ruegan se sirvan asistir a la conducción del cadáver que tendra lugar hoy, VIERNES, a las ONCE de la mañana, desde el Instituto Anticancerosos, por lo que le quedarán eternamente agradecidos.
San Sebastián, 21 agosto 1936.
Domicilio: Barrio Eguía, 6-4.º