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Gipuzkoa 1936

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EGUNAREN ALBISTEA


IMPRESIONES RAPIDAS

Igandea, 1936ko abuztuaren 2a

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UN DIRIGENTE SOCIALISTA Y UN DIBUJANTE VITORIANO NOS CUENTAN SU SALIDA DE LA CAPITAL ALAVESA, DONDE DE DIA EN DIA DECAE LA MORAL DE LAS TROPAS REBELDES

Visitamos ayer los locales de la Colonia Alavesa, donde, bajo la dirección del gestor alavés señor Placer, de Acción Nacionalista Vasca, se ha instalado un centro de socorro para los refugiados que han logrado huir de aquella provincia, dónde, por sorpresa, se enseñorearon los elementos facciosos y militares.

Según nos comunican quienes están al frente de la oficina que atiende todos los servicios de alojamiento, había hasta el día de ayer en nuestra ciudad y en aquel centro más de 150 refugiados alaveses, a quienes se presta la asistencia obligada dentro de las normas de solidaridad estrechadas hoy en día por las anormales circunstancias porque atraviesa la Patria.

En los locales de la Colonia se han instalado 50 colchones y 52 camas en las dependencias de la Asociación Musical, sita en el piso bajo del inmueble, donde descansan quienes han buscado refugio en el afecto de los hermanos de raza.

Animosas y bellas muchachas -hijas y hermanas de socios- atienden en todo momento a sus paisanos.

En uno de los salones de la Colonia Alavesa, convertido en comedor, se sirven a los refugiados las siguientes comidas: A las nueve de la mañana, un huevo frito y café con leche; a la una y media, sopa, verdura, tortilla y algunos días café, y a las nueve de la noche, sopa o verdura y carne o pescado.

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En la pequeña secretaría de la Colonia nos entrevistamos con un mocetón alavés, recio, fornido. Se llama Angel Ugarte, de 25 años, y es, según nos manifestó y pudimos apreciar por apuntes muy acertados que acababa de realizar, de profesión dibujante.

Salió de Vitoria el miércoles día 22, cuando ya los elementos militares y fascistas se habían hecho, por sorpresa y sin disparar un tiro, dueños de la capital.

Según sus informes, las carreteras de la parte de Salvatierra estaban estrechamente vigiladas; también había fuerzas del Ejército hacia el cruce de Betoño, donde, a tres kilómetros de Vitoria, se bifurca la carretera con dirección a Vizcaya y a Guipúzcoa; tambien en Villarreal, a cinco kilómetros de la capital, estaba apostado un grueso destacamento de fuerzas regulares. Era, pues, de todo punto imposible la salida de Alava por cualquiera de esas rutas. Ugarte se encaminó por le monte hacia Zuazu y al cabo de veintiocho horas de agotadora caminata atento siempre a cualquier ruido y a la menor sombra, luchando con las dificultades de la ruta y con el cansancio que de él se iba apoderando, pudo llegar a Escoriaza. Aquí, a la vista de esta villa una nueva inquietud surgió en el ánimo del joven demócrata vitoriano: ¿Se encontraba en un poblacho rebelde o adicto a la causa republicana?. En la duda, marchó hacia Arechavaleta, donde, dándose a conocer a los milicianos del Frente Popular, pudo, en auto, trasladarse hasta Mondragón y de este punto a nuestra capital.

Pausadamente, como si se tratase de un algo ya lejano, va Angel Ugarte relatándonos sus impresiones de las primeras jornadas de la subversión en la capital alavesa.

Ya el sábado día 18 hicieron su aparición en las calles de Vitoria grupos de mozalbetes de 18 a 22 años, fascistas en su mayoría, quienes, pistola en mano, con chulesca fanfarronería, conminaban a las gentes a dar los gritos de "¡Viva España!", tras los que encubrían sus anhelos inquisitoriales.

Vitoria, la ciudad levítica, fue, desde ese momento, ancho y libre campo para las "hazañas" de los facciosos, que dieron la talla de su altura moral dedicándose a la "heroica" tarea de cambiar los nombres de algunas calles: La primera "victoria" de los trabucaires de la Hermandad Alavesa fue esa: pintar el nombre del niño de Primo de Rivera sobre la placa de los auténticos héroes Galán y Gracía Hernández.

El domingo, día 19, comenzaron a salir de Hermandad Alavesa los primeros grupos de "requetés", quienes, convenientemente armados, ocuparon los puntos estratégicos de la población, ante el asombro indignado de los obreros y republicanos que veían permanecer impasibles ante tal desafuero a las fuerzas que debieran ser las encargadas de velar por el orden público. La traición estaba ya descubierta.

Los demócratas -arrollados por aquel despliegue de fuerzas respaldadas por patrullas de Caballería- hubieron de retirarse, ya que, desarmados como estaban, todo movimiento de protesta hubiese sido la señal para comenzar la carnicería que buscaban los facciosos alaveses.

Estos, además, no se quedaron cortos en sus precauciones. Antes de lanzarse a la calle habían desarmado a los soldados asturianos -bravos mineros curtidos en el glorioso movimiento de octubre-, que prestaban servicio en el cuartel de Artillería.

Uno de los primeros detenidos por los facciosos alaveses fue el médico militar doctor Capuchino, hombre de bien conocidas ideas liberales, y a quien inmediatamente trasladaron a Pamplona.

Hasta aquí lo que ha ido relatando el joven Ugarte. Otros alaveses, presentes en nuestra conversación, nos dicen que los militares sublevados en Vitoria han llamado a las quintas de los años 34, 35, 36 y 37. Esta medida ha determinado la huida de muchos jóvenes que no están dispuestos a empuñar las armas para defender, en frente de sus hermanos de clase una causa de ambiciosos y pistoleros. Diariamente, unos veinticinco muchachos alaveses entran en Vizcaya y en Guipúzcoa y vienen a engrosar las filas del ejército popular.

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Ante nosotros está ahora Cayo García, destacado socialista presidente de la sección de Camareros de la U.G.T. vitoriana. Un año permaneció en la cárcel por haber tomado parte en la revolución de octubre, siendo ésta la ejecutoria más noble de su lealtad a la causa de los oprimidos.

Es García un hombre de unos cuarenta y cinco años, de carácter enérgico, de genio vivo, pero en todo momento ponderado y justo en sus apreciaciones y en sus juicios personales. En suma, nos hallamos ante uno de los componentes de la "vieja guardia" socialista. Esta es al menos, la impresión que saca el reportero a lo largo de su conversación con el luchador demócrata.

Nos dice el camarada Cayo García que el domingo, día 19, se declaró en Vitoria el Estado de Guerra. Aquella misma madrugada, y ante el cariz que iban tomando las cosas, la U.G.T., la C.N.T, la Juventud Socialista y el Partido Comunista lanzaron un manifiesto dirigido a la clase trabajadora, ordenándoles no acudieran al trabajo.

El lunes por la tarde, cuando se encontraba García redactando otro manifiesto, fue avisado de que guardias de Asalto y elementos fascistas se dirigían a su casa para detenerle. Aprovechando una puertecilla que hay en un huerto sito en la trasera de su casa, pudo salir al campo y por la carretera marchó, sin ningún contratiempo, hasta el alto de Arlabán, donde, ya en coche, pudo llegar a Mondragón y de aquí a San Sebastián.

Cayo García nos dijo que los elementos facciosos, al apoderarse de la capital alavesa, dispusieron la inmediata clausura de aquellos centros y sociedades donde pudieran reunirse las gentes de izquierda.

Ya en Donostia, este bravo socialista alavés tuvo noticia de que los fascistas habían detenido a una hija suya de 18 años, para obligarle a revelar el paradero de su progenitor. Nada consiguieron los representantes de la España negra.

Antes de que abandonemos los acogedores locales de la Colonia Alavesa interesa a nuestro interlocutor que públicamente manifestemos su repulsa y desmentir a una nota radiada por la emisora vitoriana según la cual las representaciones de la clase trabajadora recomendaban la vuelta al trabajo.

Los legítimos representantes de la clase trabajadora alavesa están hoy unos encarcelados y otros en las filas del ejército leal al Régimen, y se aprestan a la lucha contra el señoritismo, la reacción y el dominio de la espuela.

Hasta el momento presente, los luchadores alaveses refugiados en nuestra ciudad han tenido una sola baja: el camarada Alfonso Gutierrez que en Loyola cayó como un héroe.

También en el bloqueo a los cuarteles resultó herido en una pierna un joven maestro alavés, llamado Angel Larraure.

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Al salir de la casa social de los alaveses residentes en San Sebastián, después de charlar ampliamente con los elementos del Frente Popular que organizaron y dirigen todos los servicios de socorro a sus paisanos, no podemos menos - es de justicia hacerlo - dejar consignado aquí, en las columnas del diario de la República un leal y sincero elogio.

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Otra visita al cuartel general de las milicias

Cuando llegamos a este Cuartel general de las milicias -en nuestra repetida visita-, en el antiguo Hotel Central, la actividad de unos y otros -personal dedicado a las oficinas, camareros, muchachas de limpieza, cocineros, etc.-, va enlazándose con la labor en la que han cesado otros turnos. Recibe el visitante -no el mero curioso, que allí la holganza está de más- una impresión optimista. Con estas organizaciones, que se suman al trabajo noble, arrojado de quienes combaten en el frente, el pueblo triunfa siempre. Y aquí, en este Cuartel general, el pueblo, el sano pueblo que ha trabajado siempre, más unido que nunca, se empeña en una labor de hermandad para la que todas las alabanzas han de tener siempre un pálido reflejo de la realidad.

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Vamos a ser someros. Aquí, en este Cuartel, las milicias reciben asistencia completa, la asistencia precisa para poder continuar en pie de guerra, dispuestos a defender la República con todo el arrojo del que han dado muestras inequívocas para la Historia y para el civismo proletario.

Los primeros días fueron de un trabajo agotador para todos cuantos intervenían en esta organización, que desde los primeros momentos se puede llamar perfecta.

Una verdadera invasión era la que acudía a este Cuartel general para aprovisionarse. El Cuartel general, que tenía a su cargo la prestación de alimentos a las milicias, además de los retenes innumerables montados en distintas dependencias, tales como el Acuario, San Telmo, Pósito de Pescadores, Náutico, Fielato de Ayete, Perla del Océano, Telégrafos, etc., etc., ha servido durante nueve días más de 8.000 comidas, contando las que se enviaban a los frentes de combate, donde ya hoy funcionan cocinas de campaña atendidas por voluntarios cocineros.

Hoy se ha ido restringiendo esta asistencia, dejándolo exclusivamente para las milicias, ya que esta reorganización -que cada día será más perfecta- se imponía.

Con datos del día 31 de julio, vemos que se sirvieron a los camaradas que luchan en el frente 2.000 bocadillos con 4.000 huevos.

A mediodía se sirvieron en el Cuartel general 455 comidas y unas 500 a 600 camas.

Aparte de la asistencia a los milicianos, ha habido que atender, por indicación de la Comisaría de Abastos a otros elementos civiles, así como a numerosas familias del barrio de Trincherpe, de Pasajes, refugiados en este Cuartel, donde no se ven privados de nada.

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Las milicias tienen en su Cuartel general un trato esmerado. Nada se puede exigir que no lo haya tenido en cuenta los organizadores, dotados de un espíritu envidiable, emprendedor, activo y consecuente.

Por la mañana se les sirve el almuerzo "de tenedor", con el que reparan fuerzas, aparte de que permanentemente se sirve café con leche para quienes mejor reciban este desayuno o bien en aquellas horas en que este "tente en pie" sienta mejor a los cuerpos fatigados de la dura jornada que con tanto entusiasmo y lealtad se han impuesto.

La comida se empieza a servir en los amplios comedores de la planta baja, donde se han instalado mesas colectivas a las once y media de la mañana. Este servicio dura hasta las dos o dos y media de la tarde. Conforme van llegando los milicianos reciben la comida, controlada por medio de las tarjetas de identidad e intransferibles de que se les ha provisto.

La cena empieza a las siete de la tarde y dura el servicio hasta las doce de la noche. Todo hay que hacerlo, no a toque de corneta - sistema cuartelero que se desconoce en este Cuartel general -, sino conforme - ya lo decimos antes - llegan los milicianos a reparar sus fuerzas, cuando los servicios que se les ha confiado se lo permiten.

La comida es siempre abundante y condimentada hasta la exquisitez: dos platos buenos. Ayer, para la comida - lo apreciamos - un sabroso puré de lentejas y tortilla, rociado con una copa de vino.

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Las milicias disponen en los pisos del edificio de habitaciones para el descanso. Hay un servicio permanente de peluquería para el aseo diario.

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Los cocineros ugetistas y solidarios, ayudados por otros compañeros de Madrid que se encontraban en nuestra ciudad y se han ofrecido a trabajar por el Frente Popular, han montado un servicio permanente, trabajando cada seis horas dieciseis camaradas con un jefe de cocina. Cada turno deja dispuestos los artículos que han de componer la comida, preparados para su inmediata condimentación, de forma que el servicio en el comedor no se haga esperar lo más mínimo.

Los camareros hacen otros turnos iguales. Todo funciona como si en realidad se tratara de un hotel de extraordinario movimiento turístico. Mejor dicho, todo funciona con más ardor y entusiasmo, porque se trabaja para los hermanos del ideal, merecedores de todos los esfuerzos y del sacrificio, si fuera preciso, porque ellos son los primeros que se lo han impuesto.

A este personal hay que agregar el de los que, a modo de "pinches", trabajan en pelar las patatas, preparar las verduras, cortar la carne, etc., y el de las muchachas encargadas de la limpieza, porque todos los detalles se llevan al día, sin la menor dejación.

¡Qué alto ejemplo de compañerismo, de amor de hermanos, de civismo el que demuestran estos camaradas!

¡Qué disciplina más admirable, no impuesta, sino surgida del espíritu de recta organización de todos ellos!

Todos por igual trabajan. ¿Nombres? No hacen falta. Ni son momentos de personalizar ni ellos aceptarían un elogio individual, porque nunca entendieron el cultivo de la vanidad, ya que su moral está forjada en el yunque del honrado trabajo que huye de relieves de brillo efímero e inútil.

Empleados en las oficinas del Cuartel, cocineros, camareros, muchachas destinadas a menesteres de limpieza y lavado, peluqueros, zapateros y electricistas - que de todo hay - todos por igual cumplen una misión digna de todo elogio. Hay camaradas que llevan hasta diez días sin salir a la calle, dedicados con afán a su misión especificada dentro del Cuartel general de las milicias.

La más confortadora impresión se recoge en esta visita en la que el representante de FRENTE POPULAR es recibido con una amabilidad que es un abrazo fraternal, al que correspondemos para todos nuestros camaradas, nuestros hermanos.

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EL REPORTER, EN LA CASA DE SOCORRO.

Relación e impresión de los peores días de la "semana trágica"

La benemérita actuación del Cuerpo médico donostiarra. Agobio, confusión, peligro... Un tiro mata a la esposa del vice-cónsul de Finlandia. Dos chóferes; dos héroes. El valor de los bomberos. Los facciosos empleaban balas "dum-dum"

De la cantera de esta convulsión, "sin igual en la historia de España" - según frase de Indalecio Prieto -, podremos extraer los periodistas durante bastante tiempo informaciones de palpitante interés. Guipúcoa y singularmente su capital, no serán, de fijo, las que ofrezcan al reporterismo veraz menos episodios.

Hoy, con la rapidez que exigen las circunstancias, vamos a tratar de revivir en la conciencia popular la angustia de las horas transcurridas en la Casa de Socorro donostiarra durante la semana, en verdad trágica, del 19 al 25 de julio. Acaso otro día podamos más tranquilo el espíritu, desarrollar con más detalle y amplitud algunos de los puntos tocados hoy. Están, todavía, muy próximas aquellas horas para manejar con la serenidad del historiador materiales aun empapados de pasión y rezumantes de sangre...

EL AGRADECIMIENTO DEL PUEBLO

Vaya por delante el reconocimiento de las virtudes profesionales de nuestro Cuerpo médico. FRENTE POPULAR se complace íntimamente en ser el primer órgano periodístico que las reconoce y que las ensalza, en dos palabras, con la sobriedad pareja de su actuación benemérita y ejemplar. La mejor cédula de los hombres son sus actos; y sus virtudes han de quedar de manifiesto principalmente, en las circunstancias adecuadas. Ninguna tan a propósito para evidenciar las de nuestro Cuerpo médico como las presentes. Con dotes maravillosas de los improvisadores, los médicos donostiarras, abnegada y competentemente, se han sabido adaptar a los críticos momentos presentes, desarrollando en Hospitales, clínicas y Casas de Socorro la más eficaz y desinteresada labor. Ellos han sido, en minutos graves de lucha sin cuartel, de vida o de muerte, los mejores colaboradores del luchador de la calle. Para ellos, por su humanitaria conducta, el agradecimiento del pueblo.

CUADRO DE HONOR

El lugar de asistencia de heridos en los primeros momentos de la refriega fue la Casa de Socorro, sita como de todos es sabido, en el inmueble cuyos límites señalan las calles de Urbieta, Larramendi, Easo y Urdaneta, y que comprende además, otras dependencias municipales.

Conforme se intensificaba la lucha, multiplicábase la labor en este benéfico establecimiento.

En esta labor alternaron, rivalizando en competencia y espíritu de sacrificio, todo el personal de la plantilla y otros colegas suyos que se sumaron, voluntaria y desinteresadamente, a la humanitaria empresa. El esfuerzo de todos puso la nota de cordial humanidad en la lucha ardorosa y en ocasiones inhumana.

LA PRIMERA SALIDA DE LA AMBULANCIA

Ya el domingo comenzaron a advertirse en la Casa de Socorro las repercusiones del movimiento. Y el lunes tuvo una fisonomía semejante.

Llegó el martes. Desprevenido el servicio del benéfico establecimiento para las atenciones de una situación bélica, el personal del mismo hubo de intensificar su trabajo, cuyo agobio acentuaba las condiciones morales en las que tenía, por razón de las circunstancias, que actura.

Pero la situaciòn comenzó a ser verdaderamente inquietante el martes a mediodía. La Ambulacia Municipal fue requerida para realizar un servicio en las inmediaciones de Ametchagaña: regoger un herido en Tunisberri y trasladarlo al Hospital civil.

El conductor de la Ambulancia, que hubo de atravesar la línea de fuego, regresó impresionadísimo. Fue él quien comunicó en la benéfica Casa la situación de las tropas sublevadas.

EN PIE DE GUERRA

La Dirección del establecimiento dio las órdenes oportunas para que el personal al servicio del mismo se pusiera en pie de guerra.

Luego de dispuesto dicho personal por equipos, procedióse, advertida la dirección de las primeras descargas, a evacuar las salas de curas, orientadas hacia la calle Larramendi y cuyos ventanales daban al patio. El peligro llegaría a ser inminente y la asistencia a los heridos que fueran llegando sería imposible.

LA PRIMERA VICTIMA

La primera asistencia efectuada el miércoles en la Casa de Socorro, como consecuencia de la batalla que se iniciaba en las calles fue la que a las seis de la mañana se prestó a doña Hauxine Harmens, de veintiocho años, esposa del cónsul de Finlandia, la cual, al asomarse al balcón de su casa - Avenida de la Libertad, 20, quinto -, recibió un balazo mortal en el vientre.

En su busca salió la Ambulancia; y en ésta, para ayudar al traslado de la víctima, salió, también, un bombero.

En el trayecto, la Ambulancia fue tiroteada penetrando los disparos por la parte trasera. La desgraciada esposa del representante finlandés recibió otro balazo en la boca.

El bombero tuvo más suerte, recibiendo únicamente un rasguño en una oreja. En la parte inferior de la guerrera del bombero aparecían, además, cuatro orificios de bala que, afortunadamente, no le tocaron la piel.

Una vez en la Casa de Socorro, un médico trató de efectuar a la herida, que se encontraba en avanzado periodo de gestación, la operación cesárea, pensando en salvar a la criatura, por lo menos. Inútil. La infeliz murió poco después.

Esta fue la primera asistencia en la Casa de Socorro durante la jornada del miércoles 22. El vicecónsul de Finlandia y su esposa esperaban, con la natural ansiedad la llegada de su primogénito. Quiso su mala estrella que la maldecida militarada, que está ya en franco declive, deshiciera, en un momento, las venturosas ilusiones de un matrimonio feliz.

AGOBIO, CONFUSION, PELIGRO...

La situación seguía confusa. Comenzaba a menudear la llegada de heridos. También llovían las llamadas telefónicas. El tiroteo arreciaba. La ambulancia no pudo salir durante bastante rato.

Las posibilidades de la Casa de Socorro, así de personal como de material y dependencias, iban resultando insuficientes. Los heridos más graves quedaban instalados, de momento, en el establecimiento. Una vez ocupadas las ocho camas existentes en él, hubo necesidad de recurrir a las diez y nueve del retén de bomberos, que, como se sabe, se encuentra junto a la Casa de Socorro.

Los muertos iban siendo depositados en el garaje del patio. Compañeros y parientes de los caídos, gente armada en su mayoría, irrumpían, de contínuo, en el benéfico establecimiento, en busca de noticias o de refugio. Los propios combatientes, heridos no de gravedad, no abandonaban su arma para recibir asistencia.

Todo era ir y venir de milicianos, médicos y enfermeras. El personal de la Casa atendía, con especial cuidado a desarmar a los que llegaban. Sin embargo, no pudo evitarse que, de modo involuntario y sólo a impulsos de la confusión existentes, se dispararan algunas armas, aumentando el estampido de los disparos el nerviosismo y el desconcierto de aquellos inolvidables instantes.

El miércoles fueron prestadas en la Casa de Socorro más de setenta asistencias. Un hecho vino el miércoles a copar los postreros reductos de la serenidad colectiva. A media tarde penetró en el establecimiento un numeroso grupo de fuerzas leales. La llegada de aquel alud humano coincidió con la descarga cerrada que hizo contra la Casa de Socorro, y sobre aquellos valientes - a quienes venían persiguiendo - un tanque blindado de las tropas facciosas. Los rencorosos perseguidores acababan de violar la inmunidad de la Cruz Roja, cuyo emblema figuraba bien visible en diversos lugares de la fachada del establecimiento municipal que nos ocupa.

DOS CHOFERES: DOS HEROES

Nuestros amables informadores, prestigiosos elementos al servicio de la Casa de Socorro, están maravillados del comportamiento, realmente heróico, de dos choferes de la Ambulancia Muncipal.

Durante las trágicas jornadas del miércoles y el jueves, con entereza insuperable y un desprecio absoluto del peligro de la propia vida, los dos choferes de la Casa realizaron proezas en cumplimiento de su obligación, y aun desbordaron ésta saturados de un amor al prójimo realmente ejemplar. Decimos que aun desbordaron estos dos beneméritos ciudadanos la obligación inherente a su cargo, por cuanto la misión de las ambulancias se limita a llegar a la línea de fuego, pero sin atravesarla. Nuestros hombres cruzaron, tiroteados de continuo, la divisoria entre la vida y la muerte, infinitas veces, desoyendo las voces del peligro, y sólo preocupados de poder prestar un servicio útil a la humanidad doliente.

¿QUIÉN PUDO DUDAR DEL VALOR DE NUESTROS BOMBEROS?

Eran lo últimos momentos de la resistencia de los rebeldes en el Hotel María Cristina. Un jefe de las fuerzas atacantes requirió a los bomberos para con su ayuda realizar un ataque decisivo a los facciosos

Es preciso - dijo - inundar de gasolina las bodegas del hotel, y prenderla fuego para acabar con la fuerza atrincherada en dicho inmueble.

El capataz de bomberos hizo ver a su interlocutor los inconvenientes de varios órdenes que ofrecía la empresa. El militar creyó un instante que aquellos razonamientos eran un subterfugio. Y le dijo;

¿Es que tienen ustedes miedo?

Estas palabras hirieron en lo más íntimo al pundonoroso funcionario.

¿Miedo, nosotros? - replicó -, ¡Pues arreando!

Y no se habló más.

Salieron ocho o diez hombres con el tanque de gasolina y la bomba dispuestos todos a realizar el objetivo que se les encomendaba.

Sin embargo, no pudo ser. El tiroteo era tan intenso que resultaba temerario acercarse al Cristina. Al sobrevenir la rendición de los sublevados los valientes bomberos fueron recibidos en la calle Easo con una estruendosa ovación. Pero en esta salida hubo que lamentar una sensible baja. La del conductor de tanque, muerto de un tiro. Otro proyectil había rebotado en el casco de otro bombero sin otras consecuencias para la integridad física de éste.

SE UTILIZABAN BALAS "DUM-DUM"

El decano de la Beneficiencia municipal, señor Celaya, nos ha mostrado un proyectil "Dum-Dum" extraído del cuerpo de uno de los heridos asistidos en la Casa de Socorro.

Como saben los lectores, el uso de estos proyectiles está rigurosamente prohibido en virtud de Convenios internacionales en las contiendas bélicas. Reciente, todavía, la campaña de Abisinia, durante la que se reprochó a Italia, por las restantes potencias, el uso de las balas "Dum-Dum" contra los infelices etíopes.

Preguntamos al señor Celaya:

¿Cuántos fueron los curados de heridas por bala "Dum-Dum"?
Sólo uno.
¿De qué bando?
De las fuerzas leales.

Nuestro comentario:

Es mucha casualidad.

UN AUXILIO MUY EFICAZ

En auxilio de la Casa de Socorro de San Sebastián llegó, en los momentos álgidos de la contienda, un equipo de enfermeros de Pasajes con una camioneta. Esta ambulancia, como todas las demás, fue tiroteada por los rebeldes en varias ocasiones.

En su viaje a la ciudad le arrancaron a tiros dos de las seis banderas que como símbolo de su misión benéfica ostentaba el vehículo.

ENFERMERAS HONORARIAS

Queda consignado el esfuerzo realizado por todo el personal de la Casa de Socorro durante los peores días de la revolución en nuestra ciudad. Nos falta por agregar la aportación desinteresada que, en la elogiable causa de asistir al caído, realizaron señoras que gozan en Donostia de singular aprecio.

CORAJE

Todo el personal de la Casa de Socorro coincide en reconocer el ímpetu arrollador del pueblo ante la provocación fascista. Ni un grito, ni una lágrima, durante las curas, por muy dolorosas que fueran. Por el contrario, sus primeras palabras eran para preguntar:

¿Me curaré pronto para volver a luchar por la Libertad?

Nos refieren infinitos casos de heridos que volvieron a coger el arma para volver a la refriega.

Llegó el jueves un anciano cojo, con un fusil. Presentaba una herida de escasa gravedad. Se le curó. Los médicos le aconsejaron primero:

Deje usted el arma.
No quiero - contestó bruscamente.

El buen hombre se salió con las suya, no abandonando el fusil durante toda la cura. Y al terminar ésta volvieron a decirle:

Ahora, a descansar, ¿verdad?

Se enfadó el veterano luchador:

¿A descansar? ¡De ninguna manera! ¡A la calle, a seguir luchando!

Y a la calle se volvió aquel abnegado hombre del pueblo, que ofrecía en holocausto de la Democracia su vida, en franco ocaso. ¡Lo que tenía, señor, lo que tenía!

Los asistidos en la Casa de Socorro durante los días de mayor luchas elevaron a 160.
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EL SEÑOR

D. Mariano Lacort Tolosana

Falleció ayer en esta ciudad, a los 48 años de edad

Su esposa, doña Mercedes Ardanza; sus hijas, Isabel, Mercedes y Teresa; su madre, doña Maura Tolosana; hermanos, don Agustín, doña María Luisa, don Gregorio y doña María de Rosario, los señores de Esnal (don Remigio) y demás parientes, al comunicar a sus amistades tan sensible pérdida, les ruegan un recuerdo piadoso para él.
San Sebastián, 2 de agosto de 1936.
Casa mortuoria: SORALUCE, 3.
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